El biografiado |
Un día como hoy de 1856 fusilaron a uno de los pocos hombres que se mantuvo fiel a Juan Manuel de Rosas hasta el final
El 2 de febrero de 1856 fue ejecutado Jerónimo Costa, sin juicio previo y después de una derrota frente al ejército de la provincia de Buenos Aires, en la época en que esa ciudad estaba separada del resto de la Confederación Argentina. Nacido en Buenos Aires, en 1808, fue un militar, destacado coronel de infantería del ejército de Juan Manuel de Rosas.
Se incorporó al ejército de Buenos Aires para pelear en la guerra contra el Imperio del Brasil, estuvo en la batalla de Ituzaingó. Era jefe de la escolta del gobernador Manuel Dorrego cuando fue derrocado, y se negó a entregar el Fuerte de Buenos Aires a Juan Lavalle y lo arrestaron durante meses.
En 1831 hizo la campaña contra la Liga Unitaria del Interior, y después la campaña al desierto dirigida por Rosas en 1833.
En 1838 fue el bloqueo francés al Río de la Plata. Costa fue puesto al mando de la isla Martín García. En octubre de ese año, la escuadra francesa le exigió rendición, pero Costa se negó. Le bombardearon la isla durante todo un día.
Al día siguiente, 250 franceses y 150 uruguayos colorados desembarcaron en la isla. La resistencia de infantería y artillería que le opusieron los soldados de Costa y Juan Bautista Thorne, fue brillante, pese a tener sólo 100 hombres y menos armamento.
Fueron tomados prisioneros. Llevados a Buenos Aires, fueron liberados por su valentía.
Hizo la campaña al Uruguay, a órdenes de Pascual Echagüe, peleó en la batalla de Cagancha. A la vuelta luchó en las batallas de Don Cristóbal y Sauce Grande contra Lavalle. Cuando Lavalle invadió Buenos Aires, acompañó al uruguayo Manuel Oribe y a su segundo, Ángel Pacheco, en la persecución del jefe unitario. Fue el jefe de la mayor parte de la infantería federal en las batallas de Quebracho Herrado, San Cala y Rodeo del Medio, de 1841, que fueron el fin de la Coalición del Norte.
Bajo Oribe hizo la campaña contra Juan Pablo López en Santa Fe, y encabezó la infantería vencedora en la batalla de Arroyo Grande, cuando derrotaron a Fructuoso Rivera. En 1843 se unió al sitio de Montevideo.
Cuando, en 1851 Justo José de Urquiza se lanzó a terminar el bloqueo, Costa intentó hacerle frente, pero las divisiones uruguayas se pasaron al entrerriano. Quiso volver a Buenos Aires, pero el barco inglés que debía llevar sus tropas se negó a hacerlo, y éstas fueron incorporadas a la fuerza al ejército de Urquiza. El 3 de febrero de 1852 participó en la batalla de Caseros del lado de Rosas, y emigró con él a Inglaterra.
A mediados de 1852 volvió a Montevideo. Cuando en agosto de ese año, Urquiza intervino el gobierno de Buenos Aires, fue puesto al mando de la Guardia Nacional de Infantería.
El 11 de septiembre, después de la salida de Urquiza, los unitarios coparon la ciudad, y Costa no se opuso ni se unió a ellos. En noviembre, Hilario Lagos, jefe del ejército de campaña, se levantó contra el gobierno del Estado de Buenos Aires, y puso sitio a la capital. Costa se le unió, y mandó la infantería en la batalla de San Gregorio, cerca de Chascomús, pero fue derrotado. Urquiza ascendió a general a Lagos y a Costa.
El sitio fue interminable, por la superioridad naval y financiera de los porteños. Cuando la flota fue anulada por una victoria federal, salió a relucir el dinero: el jefe de la flota federal, un norteamericano de apellido Coe, fue sobornado y se entregó; también sobornaron a muchos oficiales y el sitio se levantó.
A principios de 1854, Lagos intentó invadir Buenos Aires, pero fracasó y se retiró sin pelear. En noviembre de ese año, Costa entró desde Rosario con 600 hombres, esperando que se le uniesen voluntarios. Pero fue derrotado en la Batalla de El Tala por el general Manuel Hornos.
El tercer intento fue en diciembre de 1855, cuando el general José María Flores invadió la provincia de Buenos Aires por Ensenada, mientras Costa desembarcaba en Zárate, en el norte de la provincia, con menos tropas.
Aún antes de la invasión, al saber que se proyectaba, el gobernador Pastor Obligado, que había sido partidario de Rosas, dictó la pena de muerte para los oficiales implicados. Para no tener que respetarlos como a enemigos, simplemente los declaró bandidos. Más adelante, Domingo Faustino Sarmiento y Bartolomé Mitre usarían ese sistema en las guerras civiles después de la batalla de Pavón, de 1861 a 1875: los enemigos pasaban a ser bandoleros, y los ejecutaban sin juicio previo.
Flores fracasó rápidamente, pero Costa llegó hasta Luján. Allí tuvo la oportunidad de retroceder hacia Santa Fe, pero gambeteó a sus perseguidores y se dirigió a lo que ahora es el partido de La Matanza. Fue alcanzado por el ejército del coronel Emilio Conesa y derrotado en la batalla de Villamayor. El 1 de febrero sus oficiales se rindieron después de una inútil resistencia, pero no se tuvo en cuenta la rendición: fueron desarmados y muertos.
Costa y unos pocos fueron tomados prisioneros, pero fueron fusilados al día siguiente.
Pocos recuerdan a los hombres, como Costa, quizás personajes secundarios en la historia de los Argentinos, pero merecedores del respeto que se debe a los valientes. Tuvo convicciones y las defendió hasta el final sin tener en cuenta jamás el número de sus soldados o sus armas.
©Juan Manuel Aragón
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