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Agustín Lizárraga y Machu Picchu |
El 14 de julio de 1902, el hacendado Agustín Lizárraga deja una marca en Machu Picchu, antes de su formal “descubrimiento”
El 14 de julio de 1902, el hacendado cuzqueño Agustín Lizárraga dejó una marca histórica en Machu Picchu, al escribir en un muro: “A. Lizárraga, 14 de julio de 1902”, inscripción que se convirtió en evidencia clave de que Machu Picchu ya era conocida antes de la llegada del norteamericano Hiram Bingham en 1911.Machu Picchu, situada en el valle del Urubamba, a unos 2.430 metros sobre el nivel del mar, es una de las construcciones más emblemáticas de la civilización inca. Construida en el siglo XV, probablemente como un centro ceremonial o residencia real, la ciudadela permaneció oculta para el mundo occidental durante siglos, envuelta en la vegetación de la selva alta.Agustín Lizárraga, un hacendado y explorador local, llegó a Machu Picchu acompañado de un grupo de personas, incluidos los agricultores Gabino Sánchez y Enrique Palma. Su inscripción en el muro, encontrada años después, demostró que la ciudadela no estaba completamente olvidada en la región, aunque su relevancia arqueológica aún no había sido reconocida globalmente.
La presencia de Lizárraga en 1902 no fue un hecho aislado. A mediados del siglo XIX, la ciudadela ya había comenzado a ser visitada y saqueada. El empresario maderero August Berns, que operaba en las cercanías, extrajo objetos valiosos de Machu Picchu entre 1867 y 1874, con permiso del gobierno peruano, lo que indica que el sitio era conocido por ciertos grupos locales.
Hiram Bingham, un historiador y explorador norteameircano, llegó a Machu Picchu el 24 de julio de 1911, guiado por campesinos locales, entre ellos Melchor Arteaga. Aunque Bingham es frecuentemente acreditado por el “descubrimiento” de la ciudadela, su verdadero aporte fue darla a conocer al mundo académico y popular a través de publicaciones y expediciones respaldadas por la Universidad de Yale y la National Geographic Society.
La inscripción de Lizárraga, encontrada por Bingham en 1911, fue un hallazgo significativo. Escrita en una piedra del Templo de las Tres Ventanas, esta marca confirmaba que otros exploradores habían llegado al lugar antes. Sin embargo, Lizárraga no documentó ni difundió su visita, lo que limitó el impacto de su presencia en la historia de Machu Picchu.
El contexto de la época revela que Machu Picchu no estaba completamente abandonado. Familias locales, como los Álvarez y los Quispes, vivían en las cercanías y usaban las terrazas incas para cultivos. Estas comunidades conocían la ciudadela, aunque no su valor arqueológico, y sus relatos ayudaron a guiar a exploradores como Lizárraga y Bingham.
El saqueo de August Berns en el siglo XIX dejó un impacto en el sitio. Berns, que trabajaba en la explotación maderera en el valle, extrajo piezas arqueológicas que vendió a coleccionistas, reduciendo el patrimonio original de Machu Picchu antes de que fuera estudiado formalmente.
La inscripción de Lizárraga, aunque simple, es un testimonio de la presencia humana en Machu Picchu antes de su fama mundial. Este hecho resalta cómo el conocimiento local y las exploraciones previas sentaron las bases para el reconocimiento global de la ciudadela.
Hoy, Machu Picchu es Patrimonio de la Humanidad para la Unesco y una de las siete maravillas del mundo moderno. La inscripción de Agustín Lizárraga, fechada el 14 de julio de 1902, permanece como un recordatorio de que la ciudadela inca nunca estuvo completamente perdida, sino que fue redescubierta y revalorada con el tiempo.
Juan Manuel Aragón
Ramírez de Velasco®
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