Negar evidencias, costumbre de la negación |
Práctico consejo para no entrar en debate con gente que arriesga su vida ¡sin vacunarse! para demostrar que tiene razón
La pandemia del coronavirus, entre todo lo malo que tuvo, engendró algo peor. Inventó los antivacunas radicales, el antivacunismo de todas las vacunas, la negación de la existencia de anticuerpos. Lo hizo con una fuerza tan brutal y están tan extendidos, que su prédica podría ir hasta contra su propia vida, pero no dudan en no vacunarse, aunque la muerte los aguaite a la vuelta de la esquina.Siempre hubo algunos contra las vacunas. En general eran hippies con OSDE, gente rica que, por darse de esnob, no quería vacunar a los hijos. Eran tipos tranquilos, sólo hablaban de eso si les preguntaban, algo así como los hinchas de los canarios de Clodomira, que manifiestan que lo son, solamente si alguien los aprieta para que confiesen sus simpatías futboleras. Si no, se quedan en el molde.Picaritos, además. Era poco probable que sus hijos se contagiaran del sarampión, simplemente porque había una mayoría muy grande de gente vacunada. En cierta manera quienes vacunan a sus hijos, protegen también a los niños de los que no lo hacen. Y por esa misma razón también, pocos les discutían. Había un equilibrio entre una minoría que no molestaba y una mayoría que, en silencio y sin alharacas, llevaba a sus chicos a vacunar. Algunos no sabían nada de vacunas, llevaban a sus chicos a la salita del barrio a inocularse porque lo decía el pediatra y la cuñada también lo hacía.Con el asunto de la pandemia, los antivacunas exacerbaron sus ánimos, levantaron la voz y se lanzaron a la carga con una furia cuasi religiosa. Primero contra las vacunas del coronavirus. Dijeron que no hubo tiempo para hacer todas las pruebas, que en realidad no son vacunas, que no sirven para nada y, aunque muchos creparon para demostrar que tenían razón, sus amigos supérstites siguieron insistiendo. Dale y dale. Machaca y machaca.
Es cierto, nadie dice que sean vacunas perfectas. Las del coronavirus no están recontra mil probadas como la de la viruela, la parálisis infantil y otras. Pero es lo que se consiguió en unos pocos meses de estudios, ensayos y errores. Si se aguaitaban los diez años que dicen que son necesarios para conseguir una buena, se iba a seguir muriendo mucha gente. Y, aunque hay rebrotes con otras cepas, al final la epidemia se detuvo en el mundo y en la Argentina.
Recordemos, de paso, que aquí en el país, hubo más de 100 mil muertos por coronavirus, lo que alteró drásticamente la curva anual de las estadísticas de fallecidos. Pero, aunque no lo crea, también niegan ese dato muy evidente.
Los antivacunas ya hicieron su trabajo y ahora son miles los que dicen que no van a inocular a sus hijos para nada. Algunos llegan a la estupidez suma, al sostener que no les darán ninguna vacuna y cuando sean grandes, que elijan solos. El único drama es que quizás se mueran antes por un sarampión. Para evitar esa muerte o una enfermedad inútil solo se requiere someter al chico a un pinchazo, gratis de yapa.
Pero se niegan.
Al parecer piensan: “Si mi ideología no coincide con la realidad, peor para la realidad”. Porque los médicos no saben nada, ¿ha visto? Según ese particular pensamiento, quieren que la gente se enferme así se hace atender con ellos, que van, les recetan unas pastillas que no sirven para nada, porque el cuerpo humano se cura solo. Igual ellos ya hicieron su negocio. A veces rematan este particular —y falaz—argumento diciendo: “¿Usted ha visto un médico pobre?, bueno, eso”.
Párrafo aparte para los falsos principistas que no se vacunan, porque dicen: “El gobierno no puede obligarme a hacer en mi propio cuerpo, nada que yo no quiera”. Pero compran carnets falsos de vacunación, en un mercado negro y delictual que se les ríe en su perra cara al tiempo que vende las constancias a precio de oro, según dicen.
Si se cruza con un antivacuna, no discuta, no se pelee, no trate de entrar en debate, solamente dígales: “Sí, las vacunas son una porquería, el hombre no llegó a la Luna y la Tierra es plana”. Eso los llena de felicidad. En serio.
©Juan Manuel Aragón
Juan Manuel. Son tantos los errores de concepto, los prejuicios y las falacias de la nota que no sé por donde empezar. Pero además sería tan extenso tratar de aclarar los conceptos y juicios emitidos, que desvirtuaría el propósito de un comentario a la nota.
ResponderEliminarLo que hoy se sabe del funesto impacto que está teniendo, y seguirá teniendo, en la sociedad los encierros y cuarentenassobre todo en los niños, es de espanto.
Si bien todavía la documentación está mayormente en idioma inglés, ya se están empezando a traducir.
Te sugiero que conservemos esta nota para releerla dentro de un tiempo, cuando todo esté más claro, y se pueda emitir una fe de erratas.
Mientras tanto recomiendo leer la Declaración de Great Barrington, las entrevistas a sus autores, y las declaraciones se sus autores y del Dr. Scott Atlas, que fue miembro del task force del gobierno de USA en 2020.
En otra oportunidad te comentaré sobre los derechos y garantías individuales, concepto que hace años se ha perdido en latinoamérica y otros países.