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ISRAEL Tomar partido

Armas de Hamás halladas en un
depósito de las Naciones Unidas

Quienes inclinan sus simpatías por uno u otro lado, primero deberían pensarlo bien, pueden estar escupiendo al Cielo


Hay guerra en Palestina. En toda la línea. Aviones israelíes lanzan bombas sobre Gaza, los barcos también hacen lo suyo, los soldados entran en el territorio y matan o son muertos por sus enemigos. El origen de este conflicto son tres centenas de israelíes secuestrados por el grupo terrorista Hamás, a los que, en estos momentos, tortura, viola y mata. Y los muertos que dejaron en una incursión que perpetraron, la noche del 7 de octubre pasado, cuando entraron a sangre y fuego a provocar esta conflagración.
Los israelíes, que tienen el control de las fronteras de Gaza, hay días que no permiten que se les escape un alfiler con destino a sus enemigos, otras veces aflojan, envían camiones con suministros, agua y combustible para sus grupos generadores de electricidad. A veces, cuando llega ese auxilio, sus propios enemigos aprovechan y se lo llevan para ellos, para seguir manteniendo los túneles en los que, según se sospecha, guardan el grueso del armamento y se refugian sus jefes.
Como toda guerra, duelen los ojos cuando se aproxima un poco la lupa para mirarla de cerca. Los soldados de los dos bandos son muchachos jóvenes, ninguno tiene más de 25 años, todos son lindos chicos que antes de la guerra estaban haciendo otras cosas, estudiando, trabajando, viviendo. Duele por ellos y también por sus hijos, sus hermanos, sus padres. Y por nosotros, porque cada muerto en manos de la violencia es una vida que se nos fue a todos.
Ante una situación como la que se vive en estos momentos en Oriente Próximo, sólo queda rezar para que la violencia acabe lo más pronto posible, con una paz que sea honorable para ambas partes, de tal forma que se termine de una vez por todas con el ciclo de odio que se cultiva en esa región.
Cuando aquí sale el sol, allá es casi de siesta. En tiempos normales hay que tomar al menos dos aviones de línea para llegar. Es, como se dice, el otro lado del mundo. O casi. En un espacio no mucho más grande que Tucumán se hablan al menos dos decenas de idiomas que aquí son incomprensibles.
Quien oiga a unos y otros creerá que se refieren a asuntos distintos. Desde hace muchos años el diálogo entre Israel y Palestina es una conversación de sordos, ciegos y espásticos. Ninguno entiende la razón de ser del otro. De un lado quisieran tirarles una bomba atómica y que se termine el problema, del otro lado quieren echarlos al mar.
Es un problema que, según se vea, viene del 14 de mayo de 1948, cuando se formó el Estado de Israel o de tiempos bíblicos. De cualquier manera, ha pasado mucha agua bajo el puente: guerras, discusiones, acercamientos, muros, incomprensión, espionaje, armas, engaños, ataques por la espalda, desplazamientos, hambre, muertes.
La historia de ambos pueblos, israelíes y palestinos es tan compleja como mil nudos galleta, todos juntos, en el que, si se desata uno, necesariamente se ajusta más el otro, tan complicado que, de ninguno de los dos lados de la frontera se hallará a alguien con la sapiencia necesaria como para desamarrarlos. Ni voluntad.
Y encima de eso, la izquierda toma partido en todo el mundo. Muchos jóvenes enarbolan pancartas con consignas imposibles de cumplir o levantan fotos de niños muertos en los bombardeos como si los terroristas de Hamás fueran ángeles recién llegados del Cielo y los israelíes, demonios salidos del Averno.
Cualquiera de las mujeres que salen a protestar contra Israel en las calles de todas las ciudades, saben que, para entrar hoy mismo a Gaza, se deberían poner al menos un pañuelo en la cabeza. Si su propio gobierno les exigiera lo mismo para caminar por una calle cualquiera, tiritarían de rabia, patearían a sus opresores con furor y con razón. Saben también que, si las encontraran por las calles luciendo sus escotes, mostrando sus redondeces, luciendo su rostro al sol, las lapidarían por prostitutas y no habría tribunales para juzgar a sus homicidas. Muchas de las que pelean por el feminismo, luchan para terminar con la malvada ideología machista, en Gaza no durarían quince minutos chillando en sus calles.
Pero aún así, siguen enviando sus mensajes con niños muertos abrazados por abuelos, para generar lástima, para que todos se involucren en la última guerra de las antípodas que han hallado para protestar. Díganle lo que quieran a las autoridades israelíes, no se van a mosquear, no los van a tener en cuenta. No oyen lo que les gritan del otro lado del muro, miren si van a dar bolilla a lo que dicen los modernos seudo izquierdistas progres, derechohumanistas tuertos, modernosos, feministas, craquelés de un país de cuarta, ubicado casi en el otro borde del mundo.
Hay una guerra del otro lado del globo que, en definitiva, ni nos va ni nos viene. En vez de tomar partido, bien haríamos en rezar para que se termine la pesadilla de muchas familias en vez de andar levantando banderas por el socialismo, ideología perimida, obtusa y, digámoslo porque la verdad con repetición entra, asesina de más de 100 millones de personas durante el siglo pasado en toda la faz de la Tierra.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. Paz con honor, libertad e igualdad. Pero lo importante es el çomo.

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  2. Mario.
    Excelente reflexión, excelsa, precisa, y concisa. Coincido totalmente con tu punto de vista. Te felicito Juan.

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