Todos venden menos ejemplares |
El exceso de profesionalismo de los periodistas podría ser la causa de la ruina de muchos diarios del mundo
Lo que mató a los diarios fue —digo ahora con mi ejemplar del lunes bajo el brazo— el exceso de profesionalismo de los periodistas. Cuando dejaron de ser panfletos al servicio de un candidato y se convirtieron en empresas dando ganancias y cotizando en bolsa, la gente los abandonó. No creo mucho en la teoría que indica que los mató internet, más bien se me hace que fueron víctimas de su propia perfección.Nacieron luego de la Revolución Francesa, como una necesidad del gobierno de mostrar sus actos. Si las leyes se reputan conocidas por todos, primero hay que publicarlas, con tal motivo surgieron las gacetas oficiales. Cuando se empezó a leer en forma masiva, los particulares vieron que había un filón a explotar: daban a conocer sus ideas y mostraban los hechos de acuerdo a su particular punto de vista.Si un candidato quería ganar una elección, con un diario hablando de sus propuestas tenía el camino al poder mucho más lisito. Muchas veces cuando llegaba y ya era gobernador o presidente, lo desarmaba. Para qué tener semejante estructura ociosa. Los periodistas pasaban a engrosar su gabinete y ya no tendrían tiempo de andar tecleando notas.
En aquellos aciagos días, muchos periódicos quedaron dando vueltas: tenían una estructura, máquinas impresoras, había gente que ponía avisos, los canillitas lo distribuían por todas partes y la gente los compraba porque quería saber lo que había pasado en su ciudad, el país, el mundo.
Después se incorporó la fotografía como elemento fundamental de sus notas, nacieron las agencias de noticias, las salas de redacción se poblaron de cronistas, reporteros, tipeadores, corrrectores, jefes de sección, los canillitas constituyeron un gremio, llegó el color a sus páginas, empezaron a lanzar suplementos semanales o diarios, abrieron corresponsalías en ciudades o países lejanos.
Y en el medio los periodistas se profesionalizaron. Es decir, por un lado, fueron a la Universidad a que les enseñen las teorías y la práctica de la comunicación y por otro dejaron atrás el espíritu amateur de los primeros tiempos: ya no eran los amigos del dueño escribiendo para hacerlo ganar una elección, sino señores que miraban la realidad desde un punto de vista lo más imparcial posible.
El profesionalismo es un ingeniero que un día lo contratan para que construya puentes para los ucranios y cumple su tarea de manera eficiente. Al año siguiente lo llaman los rusos y lo hace con la misma dedicación y empeño. A él lo que le importa es que los usuarios pasen de un lado al otro del río con seguridad. En eso pone su esfuerzo y su sapiencia.
Lo mismo en el mundo de la prensa. Un día a alguien lo contrataban como periodista, para que se encargue de las cuestiones de prensa de un partido o agrupación política, pongamos que a Alfredo Leuco lo llamaban del movimiento terrorista Todos por la Patria, de orientación izquierdista y con varios muertos en su haber, y el tipo iba, cumplía con su trabajo de manera eficiente. Al día siguiente lo contratan los de TN o radio Mitre, que son liberales recalcitrantes y va y cumple su tarea. ¿Cuál es el problema?
Ninguno.
Pero los lectores empezaron a desconfiar cuando se dieron con que los dueños de diarios ya no tenían una idea política determinada para defender, sino solamente el negocio de la venta de diarios y otros kioscos que habían ido instalando con las ganancias de la venta de ejemplares. Es decir, buscaban eficiencia, daba lo mismo un Leuco que venía de la izquierda y se pasaba a la derecha o un Víctor Hugo Morales que llegaba del Uruguay donde había alabado a militares de la dictadura de aquel país, y se hacía kirchnerista.
Entonces se les pudrió la venta de diarios. Los lectores se hartaron de que le marcaran qué, cómo y por qué pensar de una manera y no de otra. Justo cuando llegó internet, que les aseguraba millones de lectores opinando como ellos querían, sus clientes los abandonaron y ahora se informan por otros canales. Ya no hay uno o dos diarios por provincia: hay millones de canales de todo el mundo para satisfacer la curiosidad o el morbo y ellos son uno más, perdidos en ese mar proceloso en que circulan las informaciones.
¿Podrían sobrevivir?, por supuesto que sí. Pero esta nota se está haciendo larga como para explicar por qué se necesita la seguridad de una noticia verificada por un periodista profesional y cómo intentar una supervivencia en medio de tanto analfabetismo.
Pero, mejor lo dejo para otro día.
©Juan Manuel Aragón
Y en el medio los periodistas se profesionalizaron. Es decir, por un lado, fueron a la Universidad a que les enseñen las teorías y la práctica de la comunicación y por otro dejaron atrás el espíritu amateur de los primeros tiempos: ya no eran los amigos del dueño escribiendo para hacerlo ganar una elección, sino señores que miraban la realidad desde un punto de vista lo más imparcial posible.
El profesionalismo es un ingeniero que un día lo contratan para que construya puentes para los ucranios y cumple su tarea de manera eficiente. Al año siguiente lo llaman los rusos y lo hace con la misma dedicación y empeño. A él lo que le importa es que los usuarios pasen de un lado al otro del río con seguridad. En eso pone su esfuerzo y su sapiencia.
Lo mismo en el mundo de la prensa. Un día a alguien lo contrataban como periodista, para que se encargue de las cuestiones de prensa de un partido o agrupación política, pongamos que a Alfredo Leuco lo llamaban del movimiento terrorista Todos por la Patria, de orientación izquierdista y con varios muertos en su haber, y el tipo iba, cumplía con su trabajo de manera eficiente. Al día siguiente lo contratan los de TN o radio Mitre, que son liberales recalcitrantes y va y cumple su tarea. ¿Cuál es el problema?
Ninguno.
Pero los lectores empezaron a desconfiar cuando se dieron con que los dueños de diarios ya no tenían una idea política determinada para defender, sino solamente el negocio de la venta de diarios y otros kioscos que habían ido instalando con las ganancias de la venta de ejemplares. Es decir, buscaban eficiencia, daba lo mismo un Leuco que venía de la izquierda y se pasaba a la derecha o un Víctor Hugo Morales que llegaba del Uruguay donde había alabado a militares de la dictadura de aquel país, y se hacía kirchnerista.
Entonces se les pudrió la venta de diarios. Los lectores se hartaron de que le marcaran qué, cómo y por qué pensar de una manera y no de otra. Justo cuando llegó internet, que les aseguraba millones de lectores opinando como ellos querían, sus clientes los abandonaron y ahora se informan por otros canales. Ya no hay uno o dos diarios por provincia: hay millones de canales de todo el mundo para satisfacer la curiosidad o el morbo y ellos son uno más, perdidos en ese mar proceloso en que circulan las informaciones.
¿Podrían sobrevivir?, por supuesto que sí. Pero esta nota se está haciendo larga como para explicar por qué se necesita la seguridad de una noticia verificada por un periodista profesional y cómo intentar una supervivencia en medio de tanto analfabetismo.
Pero, mejor lo dejo para otro día.
©Juan Manuel Aragón
Muy buena la nota! En cierta forma, es una parte de la historia del periodismo, resumida, pero tambien indica que los periodistas son personas independientes, que pueden escribir objetivamente o poner su palabra al servicio de quien lo contrata, sin que ello signifique "venderse", tan solo se gana su salario. Tendremos que aprender a mirar con otros ojos, sin juzgar al que escribe, sino pensar en la línea editorial del medio.
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