Prueba de la evasión |
“Luego el sistema tuvo un ingenioso nombre ´IVA y vuelta´: sorteaba un auto entre los consumidores”
Odiado a morir hasta por los mismos que dijeron que lo amarían por siempre jamás, entre sus varios y evidentes errores, el gobierno que encabezó Carlos Saúl Ménem anotó unos cuantos porotos en el haber, cómo no. Si se está en contra de la polarización extrema de las opiniones políticas, bien se pueden reconocer aciertos a quien tantos males hizo al país, entre ellos, el de volar un pueblo, Río Tercero, para ocultar pruebas de la ignominiosa venta de armas al Ecuador cuando estaba en guerra con Perú, como lo demostró la Justicia.Como se recordará, sus funcionarios se jactaban de haber sacado a la Argentina del pobre universo de los países del Tercer Mundo y haberla colocado, orgullosamente al lado de las grandes naciones. Era mentira, lo sabían ellos, digo, el gobierno y las grandes naciones, lo sabíamos nosotros, y no lo ignoraban muchos de quienes votaron su reelección, pero por esa cuestión patológica que tiene el peronismo de los pies y el plato, no lo iban a reconocer ni aunque los molieran a puntazos en el occipucio.Para evitar la evasión en el pago del impuesto al valor agregado, conocido como IVA, el gobierno de Ménem pidió auxilio a los contribuyentes. ¿Cómo ayudaban los argentinos a este control? Les pedía que enviaran por correo hasta cinco facturas recibidas en los comercios, a la Administración Federal de Ingresos Públicos, para participar de un importante sorteo. Si le faltaba una para completar las cinco, uno iba a la ferretería de la esquina, pedía 50 gramos de clavos y guay con que don Carlos no le diera la factura que correspondía, porque la enviaría igual y le caerían encima con todo el peso de la ley.Luego el sistema tuvo un ingenioso nombre “IVA y vuelta”: sorteaba un auto entre los consumidores que cargaban sus tickets o facturas en la página web del organismo recaudador. Pero se puso punto final al programa y, a partir del 1 de enero del 2010, los contribuyentes quedaron sin esta norma simple y expeditiva que les permitía controlar a los comerciantes en el destino de su dinero y de yapa esperanzarse en ganar un sorteo.
Se abona el IVA en casi todas las operaciones de compra y venta de bienes y servicios. Cuando íbamos a don Carlos, el ferretero de la esquina, a comprar clavos, se lo pagábamos, pero al estar dentro del precio final no lo notábamos. Lo pagan los consumidores y lo recauda el Estado a través de la Administración Federal de Ingresos Públicos. Los clientes, como tales, desearían que al menos los comerciantes lo reconozcan en una factura o ticket, confeccionado como la ley manda, después si lo pagan, lo esquivan, lo gambetean, lo soslayan, sería problema de ellos.
Se podría debatir —de hecho, se discute y mucho— sobre la manera en que el gobierno usa la plata de los contribuyentes. Algunos sostendrán que lo correcto es entregar factura cada vez que corresponde, pues de esa forma se está ayudando al país a salir adelante. Otros dirán que no están de acuerdo con la manera en que se manejan los fondos públicos y que por lo tanto corresponde quedarse con ese dinero para aplicarlo en su propio provecho.
A más de diez años que el propio Estado quitara a los contribuyentes la facultad de controlar, aunque sea de una forma elíptica, a los comerciantes, ya no se cuidan de disimular que están usando en su propio beneficio, el dinero que les acaba de entregar el cliente para que lo apliquen al pago de impuestos.
Hay quienes dicen que si en el papel que entregan dice: ”Documento no válido como factura”, uno bien podría entregarles un papel escrito a mano que diga: “Son 960 pesos, billete no válido como dinero”. Y estarían a mano.
¿Usted qué opina?
©Juan Manuel Aragón
Roca y Libertad, 30 de noviembre del 2022
Mientras sigamos con la mentalidad monárquica que sostenemos, no podremos controlar si los funcionarios del Estado cumplen o no con sus obligaciones, así que el cumplimiento por parte del almacenero de la esquina toma una relevancia casi nula. Por un papel que no es válido como dinero, nos entregarían otro que no es válido por la mercadería que queremos y asunto arreglado.
ResponderEliminarEs una buena idea. No nos entregan una factura válida, le pintamos a mano un papel con dimensiones de billete y listo. Y se lo firmamos. No será falso como muchos otros. Carlos Zigalini.
ResponderEliminarA mí muchas veces me hacen la propuesta: sin factura, me rebajan 15% el total de la compra. Y yo acepto. No le pago al Estado. Me lo gano yo.
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