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Escuela de Catamarca, desfilando |
“Hay como una especie de vergüenza de usar el guardapolvo blanco, que también se pusieron para ir a la escuela los abuelos, los bisabuelos”
La desaparición del guardapolvo blanco como prenda obligatoria de los alumnos, coincide casi con exactitud con la decadencia argentina y el casi total abandono de la educación en todas sus categorías, niveles, cualidades o como se llamen los escalones de la escuela.Fue una de las formas que halló el Estado Nacional para igualar a los educandos y solucionó para algunos padres, el problema de que a sus hijos se les gastaba la ropa cuando iban a la escuela. Por un lado, se terminaron las diferencias, ya que, si alguien llevaba prendas lujosas o vestía humildes ropas, todas quedaban tapadas por una vestimenta igual para todos. En un tiempo en que no escaseaban las mujeres que sabían usar una máquina de coser, cualquier madre los fabricaba con una tela blanca, aunque fuera una sábana.De paso, cabría averiguar por qué los argentinos consideran tan importante vestir artículos de marcas reconocidas en el mundo —o que suponen reconocidas— y qué extraña tara se esconde detrás de una manía que difícilmente halle parangón en el mundo.Ahora, basta que una escuela secundaria le pongan de nombre “Colegio”, para que sus directivos pidan un uniforme que exige zapatos negros, pantalón azul o gris, camisa blanca, corbata. no exigen peinado a la gomina para los varones, porque quizás piensan que sería mucho.
Hay como una especie de vergüenza de usar el guardapolvo blanco, que también se pusieron para ir a la escuela los abuelos, los bisabuelos y subiendo en el árbol genealógico quizás hasta los tatarabuelos o sus padres. Es lastimoso que la costumbre se haya perdido por una tilinguería de maestros, que no tenían otro aporte educativo que hacer a la pedagogía argentina, más que meterse a complicar la vida de los padres.
Sería bueno que el Estado exigiera a las escuelas que soliciten guardapolvos blancos para sus alumnos. Y que lo hagan todas, incluso las que se llaman privadas y reciben un subsidio estatal, so pena de perderlo. Las otras, las privadas—privadas, que hagan lo que quieran y pidan, si quieren, un disfraz de Pitufo, del Zorro o de Batman, traído en avión desde Hollywood, total lo comprarán padres que se supone pudientes.
Los directivos de escuelas a las que asisten chicos cuyos padres son humildes trabajadores, al parecer piensan que, ya que no pueden ofrecer una educación de excelencia, al menos harán que sus alumnos parezcan superiores, exigiéndoles uniformes más caros. Cualquiera supondrá que odian la educación y no se equivocará.
Pero de última, pedir guardapolvos o pantalones grises con camisa blanca, en los tiempos que corren, es una antigualla. Estamos muy lejos de los tiempos en que se descubrió que el hábito no hace al monje, tantos como para que la frase misma sea una perogrullada atroz. En estas épocas, cuando en todo el mundo se habla de la “inclusión” como un valor en sí mismo, todavía hay escuelas que excluyen a los alumnos que van a la escuela con la ropa que los padres pudieron comprar.
Si esta fuera una nota editorial, aquí vendría la parte admonitoria, con un pedido a las autoridades de las escuelas públicas para que no pidan uniformes especiales a sus alumnos. Pero no lo es, lejos está de aquí la posibilidad de levantar el dedo acusador en contra de nadie y por eso, si usted es director o rector de un colegio, haga lo que se le venga en gana, total, desde hace 50 años o más, lo único que no importa a la mayoría de los profesores es la educación, la instrucción, la formación o la cultura de los alumnos.
Muchos, con cobrar el sueldo, están hechos, si además sus alumnos aprenden, mejor. Pero si no, es lo que hay, dicen.
©Juan Manuel Aragón
Hay como una especie de vergüenza de usar el guardapolvo blanco, que también se pusieron para ir a la escuela los abuelos, los bisabuelos y subiendo en el árbol genealógico quizás hasta los tatarabuelos o sus padres. Es lastimoso que la costumbre se haya perdido por una tilinguería de maestros, que no tenían otro aporte educativo que hacer a la pedagogía argentina, más que meterse a complicar la vida de los padres.
Sería bueno que el Estado exigiera a las escuelas que soliciten guardapolvos blancos para sus alumnos. Y que lo hagan todas, incluso las que se llaman privadas y reciben un subsidio estatal, so pena de perderlo. Las otras, las privadas—privadas, que hagan lo que quieran y pidan, si quieren, un disfraz de Pitufo, del Zorro o de Batman, traído en avión desde Hollywood, total lo comprarán padres que se supone pudientes.
Los directivos de escuelas a las que asisten chicos cuyos padres son humildes trabajadores, al parecer piensan que, ya que no pueden ofrecer una educación de excelencia, al menos harán que sus alumnos parezcan superiores, exigiéndoles uniformes más caros. Cualquiera supondrá que odian la educación y no se equivocará.
Pero de última, pedir guardapolvos o pantalones grises con camisa blanca, en los tiempos que corren, es una antigualla. Estamos muy lejos de los tiempos en que se descubrió que el hábito no hace al monje, tantos como para que la frase misma sea una perogrullada atroz. En estas épocas, cuando en todo el mundo se habla de la “inclusión” como un valor en sí mismo, todavía hay escuelas que excluyen a los alumnos que van a la escuela con la ropa que los padres pudieron comprar.
Si esta fuera una nota editorial, aquí vendría la parte admonitoria, con un pedido a las autoridades de las escuelas públicas para que no pidan uniformes especiales a sus alumnos. Pero no lo es, lejos está de aquí la posibilidad de levantar el dedo acusador en contra de nadie y por eso, si usted es director o rector de un colegio, haga lo que se le venga en gana, total, desde hace 50 años o más, lo único que no importa a la mayoría de los profesores es la educación, la instrucción, la formación o la cultura de los alumnos.
Muchos, con cobrar el sueldo, están hechos, si además sus alumnos aprenden, mejor. Pero si no, es lo que hay, dicen.
©Juan Manuel Aragón
Para ser más específicos, la decadencia de la educación comenzó a partir del año 2003.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con el planteo, Juan Manuel. El uniforme debe ser un distintivo unificador o nivelador, además de una prenda de trabajo que proteja la ropa. Es lamentable que se haya dejado de lado. Es más penosa aún esa costumbre de hacerse camperas especiales de egreso y encima organizar actos solemnes al respecto. Pura tilinguería y ridiculez.
ResponderEliminarDe pronto un uniforme de camisa y pantalón seria válido, si en vez de marca fuera de confección serial, con géneros de trabajo, en uno o dos proveedores predeterminados. El costo sería similar a un guardapolvos y podría también hacerse en la casa.
Con respecto a la juventud que necesita mostrar ropa de marca con logos, es el resultado de una generación sin valores propios, que necesita de elementos externos para "ser alguien", ya que no tienen una personalidad suficientemente sólida como para entender que deberían ser ellos y sus convicciones y actitudes quienes definen su condición, y no lo que usan o visten.
Está tan banalizada la situación que los colegios , en vez de ofrecer calidad educativa o excelencia y destacarse por ello,exigen uniformes con logros depositando allí su lucimiento.ALGUNOS COLEGIOS ,JUSTO ESTE AÑO, CAMBIARON EL MODELO DE PARTE DEL UNIFORME: ESTE ,DEBE SER ADQUIRIDO EN LA MISMA INTITUCIÓN.A buen entendedor...
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