La pelea con el italiano
El 7 de noviembre de 1970 Carlos Monzón se convirtió en campeón mundial de boxeo en la categoría medianos, al ganarle a Nino Benvenutti
El sábado 7 de noviembre de 1970 Carlos Roque Monzón se convirtió en campeón mundial de boxeo en la categoría medianos, al ganarle a Giovanni Benvenutti, “Nino” en Roma.El italiano había sido campeón olímpico en 1960 en Roma y según calculó la delegación argentina que viajó a la pelea, estaba dando algunas señales de fragilidad y desgana por el boxeo. Monzón ya tenía los cinturones nacional y sudamericano, al ganarle a varios rivales extranjeros había escalado en el ranking del mundo, pero no tenía las simpatías del público del Luna Park, que lo consideraba un boxeador displicente, frío.Benvenuti era campeón del mundo y compartía el reinado con Emile Griffith, con el que había peleado en tres oportunidades quitándole los cinturones de la Asociación Mundial y el Consjo Mundial de Boxeo en abril de 1967 en el Madison Square Garden, los había devuelto cinco meses después en el Shea Stadium de Queens y los había recuperado en marzo de 1968 otra vez en el Garden.Además de defender el título tres veces hasta el momento que peleó con Monzón, Beh había sido protagonista, con el actor Giuliano Gemma de "Vivos o preferiblemente muertos", una película de cowboys en la que interpretaba a un bandido. (Tiempo después, cuando pasaron la cinta en el cine Renzi de Santiago, en una pelea que tiene en el film, la platea se volvía abajo insultando al italiano: “!Vení, pegale a Monzón!, ¡qué cagada te hemos dado!”, cosas así).
En peleas que no habían sido por el título, había perdido dos veces, la última vez con Tom Bethea, en marzo del 70. Monzón dijo entonces: “Bethea es duro, pero yo le gané bien. Solo me aguantó, no me puede ganar nunca. Y a ese tano lo pongo patas arriba. Vamos a ver si me aguanta. Brusa ya me dijo cómo pelea y con eso me alcanza”.
En la revancha con Bethea, Benvenutti lo noqueó en el octavo round. De inmediato le dio a Monzón la oportunidad que buscaba. La bolsa del argentino sería de 16.000 dólares, y Juan Carlos Lectoure, su representante le empezó a pagar 80.000 pesos mensuales para que solamente se dedicara a entrenarse.
El 24 de octubre, partieron hacia Roma. Un cronista de Canal 13 le dijo a Monzón:
—Nos contaron que Benvenuti es muy peligroso”.
—Para mí, no es peligroso. Yo soy peligroso para él, porque pego con las dos manos— respondió el santafecino.
Los argentinos se alojaron en el hotel Sporting, al norte de Roma. además de Monzón, Lectoure y Amílcar Brusa, el preparador físico Patricio Russo, también estaban los sparrings Juan Alberto Aranda y José Menno, que también había sido sparring de Benvenuti.
Benvenutti se preparó en Trani, ciudad sobre el mar Adriático, en Puglia, y unos días antes de la pelea volvió Roma, la ciudad en la que había combatido 31 veces y siempre había terminado con el brazo en alto.
El capeón era el favrito para ganar la pelea. A nadie le importaba que el retador fuera más alto, más joven y con más alcance de brazos. Al menos eso creían los 12.000 espectadores que pagaron entre 4.000 y 40.000 liras (entre 6,5 y 65 dólares) por estar en el Palazzetto dello Sport.
Monzón fue un claro dominador en los 12 que duró el combate, pactado a 15 asaltos, como era costumbre en los duelos por un campeonato mundial en esos tiempos.
Monzón contó mucho después qué pasó en el asalto 12
— Lo dejé venir para que se confiara, hice cintura, le metí la derecha cruzada y con la izquierda lo fui llevando de un rincón a otro. Al final, lo encerré, bajé los brazos para que se animara a sacar las manos y le metí la derecha a fondo. Cuando vi que se caía, me di cuenta de que no se levantaba más”.
El italiano se puso de pie, pero antes de que el árbitro alemán Rudolf Drust le diera el “no va más”, un integrante del equipo del italiano se metió al ring y evitó que siguiera la agonía. Y el cuadrilátero fue invadido, sobre todo por argentinos. Benvenutti pasó varios minutos sentado en su taburete antes de dejar el ring. Monzón se fue a su camarín y, sin siquiera bañarse, volvió al hotel Sporting.
Después diría Monzón
—Si esa noche hubiese podido, habría asesinado a Benvenuti.
Es que se decía que Monzón peleaba con una motivación extra. El contrincante no era un rival sino aquel que quería sacar el pan de la boca de sus hijos. Arriba del ring, cuando sacaban los banquitos, lo único que pretendía era matarlo a trompadas.
Cuando se retiraron se hicieron amigos. Cuando Monzón estaba preso en la cárcel de Junín, Benvenuti lo visitó.
Nota personal
Años después, viendo las peleas de Monzón, un amigo me hizo notar que, a pesar de ser todo un profesional arriba del ring, Monzón peleaba como un campesino. “En tiempos en que no había los medios para estudiar el rival de antemano, es como si los hubiera estado estudiando desde el primer round, concienzudamente, como lo hacen los campesinos, observando cada reacción del contrario”. El amigo me recordó entonces que un campesino puede decir que no conoce de motores, pero: “Si me dejan desarmarlo, le encuentro la falla”. Como que tienen preparada la cabeza para estudiar los problemas de diferente manera que la gente de la ciudad. “Quizás esa haya sido la diferencia fundamental de Monzón con el resto”, concluyó.
©Juan Manuel Aragón
El sábado 7 de noviembre de 1970 Carlos Roque Monzón se convirtió en campeón mundial de boxeo en la categoría medianos, al ganarle a Giovanni Benvenutti, “Nino” en Roma.El italiano había sido campeón olímpico en 1960 en Roma y según calculó la delegación argentina que viajó a la pelea, estaba dando algunas señales de fragilidad y desgana por el boxeo. Monzón ya tenía los cinturones nacional y sudamericano, al ganarle a varios rivales extranjeros había escalado en el ranking del mundo, pero no tenía las simpatías del público del Luna Park, que lo consideraba un boxeador displicente, frío.Benvenuti era campeón del mundo y compartía el reinado con Emile Griffith, con el que había peleado en tres oportunidades quitándole los cinturones de la Asociación Mundial y el Consjo Mundial de Boxeo en abril de 1967 en el Madison Square Garden, los había devuelto cinco meses después en el Shea Stadium de Queens y los había recuperado en marzo de 1968 otra vez en el Garden.Además de defender el título tres veces hasta el momento que peleó con Monzón, Beh había sido protagonista, con el actor Giuliano Gemma de "Vivos o preferiblemente muertos", una película de cowboys en la que interpretaba a un bandido. (Tiempo después, cuando pasaron la cinta en el cine Renzi de Santiago, en una pelea que tiene en el film, la platea se volvía abajo insultando al italiano: “!Vení, pegale a Monzón!, ¡qué cagada te hemos dado!”, cosas así).
En peleas que no habían sido por el título, había perdido dos veces, la última vez con Tom Bethea, en marzo del 70. Monzón dijo entonces: “Bethea es duro, pero yo le gané bien. Solo me aguantó, no me puede ganar nunca. Y a ese tano lo pongo patas arriba. Vamos a ver si me aguanta. Brusa ya me dijo cómo pelea y con eso me alcanza”.
En la revancha con Bethea, Benvenutti lo noqueó en el octavo round. De inmediato le dio a Monzón la oportunidad que buscaba. La bolsa del argentino sería de 16.000 dólares, y Juan Carlos Lectoure, su representante le empezó a pagar 80.000 pesos mensuales para que solamente se dedicara a entrenarse.
El 24 de octubre, partieron hacia Roma. Un cronista de Canal 13 le dijo a Monzón:
—Nos contaron que Benvenuti es muy peligroso”.
—Para mí, no es peligroso. Yo soy peligroso para él, porque pego con las dos manos— respondió el santafecino.
Los argentinos se alojaron en el hotel Sporting, al norte de Roma. además de Monzón, Lectoure y Amílcar Brusa, el preparador físico Patricio Russo, también estaban los sparrings Juan Alberto Aranda y José Menno, que también había sido sparring de Benvenuti.
Benvenutti se preparó en Trani, ciudad sobre el mar Adriático, en Puglia, y unos días antes de la pelea volvió Roma, la ciudad en la que había combatido 31 veces y siempre había terminado con el brazo en alto.
El capeón era el favrito para ganar la pelea. A nadie le importaba que el retador fuera más alto, más joven y con más alcance de brazos. Al menos eso creían los 12.000 espectadores que pagaron entre 4.000 y 40.000 liras (entre 6,5 y 65 dólares) por estar en el Palazzetto dello Sport.
Monzón fue un claro dominador en los 12 que duró el combate, pactado a 15 asaltos, como era costumbre en los duelos por un campeonato mundial en esos tiempos.
Monzón contó mucho después qué pasó en el asalto 12
— Lo dejé venir para que se confiara, hice cintura, le metí la derecha cruzada y con la izquierda lo fui llevando de un rincón a otro. Al final, lo encerré, bajé los brazos para que se animara a sacar las manos y le metí la derecha a fondo. Cuando vi que se caía, me di cuenta de que no se levantaba más”.
El italiano se puso de pie, pero antes de que el árbitro alemán Rudolf Drust le diera el “no va más”, un integrante del equipo del italiano se metió al ring y evitó que siguiera la agonía. Y el cuadrilátero fue invadido, sobre todo por argentinos. Benvenutti pasó varios minutos sentado en su taburete antes de dejar el ring. Monzón se fue a su camarín y, sin siquiera bañarse, volvió al hotel Sporting.
Después diría Monzón
—Si esa noche hubiese podido, habría asesinado a Benvenuti.
Es que se decía que Monzón peleaba con una motivación extra. El contrincante no era un rival sino aquel que quería sacar el pan de la boca de sus hijos. Arriba del ring, cuando sacaban los banquitos, lo único que pretendía era matarlo a trompadas.
Cuando se retiraron se hicieron amigos. Cuando Monzón estaba preso en la cárcel de Junín, Benvenuti lo visitó.
Nota personal
Años después, viendo las peleas de Monzón, un amigo me hizo notar que, a pesar de ser todo un profesional arriba del ring, Monzón peleaba como un campesino. “En tiempos en que no había los medios para estudiar el rival de antemano, es como si los hubiera estado estudiando desde el primer round, concienzudamente, como lo hacen los campesinos, observando cada reacción del contrario”. El amigo me recordó entonces que un campesino puede decir que no conoce de motores, pero: “Si me dejan desarmarlo, le encuentro la falla”. Como que tienen preparada la cabeza para estudiar los problemas de diferente manera que la gente de la ciudad. “Quizás esa haya sido la diferencia fundamental de Monzón con el resto”, concluyó.
©Juan Manuel Aragón
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