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1907 ALMANAQUE MUNDIAL Pascendi

La encíclica y el Papa que la promulgó

El 8 de septiembre de 1907 el Papa San Pío X promulga la encíclica Pascendi Dominici gregis en la que condena el modernismo teológico


El 8 de septiembre de 1907 el Papa San Pío X promulgó la encíclica Pascendi Dominici gregis. En este importante documento, el Papa condena el modernismo teológico, una corriente de pensamiento que se desarrollaba dentro de la Iglesia católica y que, representaba un peligro significativo para la fe de los católicos. La encíclica no solo expone y rechaza los errores asociados con el modernismo, sino que también establece una serie de medidas para evitar que estos errores se propaguen y dañen la fe.
Pascendi dominici gregis mandatum Nobis divinitus officium id munus in primis a Christo assignatum habet, ut traditae sanctis fidei depositum vigilantissime custodiat, repudiatis profanis vocum novitatibus atque oppositionibus falsi nominis scientiae
Al oficio de apacentar la grey del Señor que nos ha sido confiada de lo alto, Jesucristo señaló como primer deber el de guardar con suma vigilancia el depósito tradicional de la santa fe, tanto frente a las novedades profanas del lenguaje como a las contradicciones de una falsa ciencia.

El modernismo teológico, en su aparición, resulta de la confluencia de varias corrientes de pensamiento. Entre estas se incluyen el protestantismo liberal, que busca adaptar las creencias religiosas a las nuevas realidades sociales y científicas; el americanismo, una tendencia a enfocar la acción pastoral sin un adecuado fundamento espiritual y de oración; y un mal dirigido esfuerzo por renovar la apologética católica, intentando hacerla más relevante para el contexto moderno.
Un ejemplo significativo del modernismo teológico puede encontrarse en la obra de Alfred Loisy, "L'Evangile et L'Eglise" (1902). En este libro, Loisy afirma que intenta apoyarse únicamente en los hechos históricos, lo cual lo lleva a concluir que el reino que Jesús predicó tiene únicamente un sentido escatológico, y a cuestionar la divinidad de Jesucristo. Al año siguiente, en "Autour d'un petit livre" (1903), Loisy reafirma estas ideas, manifestando una postura que Ricardo de la Cierva describe como una creencia en la evolución de los dogmas, los cuales Loisy entiende como símbolos que pueden cambiar con el tiempo, así como las instituciones, los ritos y los sacramentos.
Otra figura clave en el modernismo es George Tyrell, quien bajo seudónimo publicó "The Church and the future" (1903). En esta obra, Tyrell afirma que "Cristo dejó un espíritu, no una doctrina"; y sostiene que los dogmas no son más que una "aproximación necesariamente falible" a la verdad divina, y por lo tanto, son revisables. Este enfoque representa una visión historicista de la Iglesia, sugiriendo que las enseñanzas de la Iglesia y sus doctrinas pueden cambiar con el tiempo y deben ser reinterpretadas a la luz de nuevos desarrollos históricos y culturales.
La jerarquía de la Iglesia, al reconocer la amenaza de estas ideas, reaccionó rápidamente. Ya después de la publicación de "L'Évangile et L'Église", el arzobispo de París y otras autoridades eclesiásticas declararon la incompatibilidad de tales pensamientos con la fe católica. Sin embargo, la publicación de otros libros en la misma línea y la creciente difusión de estas ideas subrayaron el peligro que representaban para la fe.
En respuesta a esta situación, el magisterio pontificio emitió el decreto "Lamentabilis", publicado con la aprobación de Pío X el 3 de julio de 1907. Este documento contenía una lista de 65 proposiciones que se declaraban contrarias a la fe católica, abordando principalmente dos cuestiones: el problema bíblico y el dogmático.
Sin embargo, el Papa consideró que no era suficiente condenar los errores; era necesario también explicar la causa de esos errores y establecer los medios para evitar que causaran daño a la Iglesia. Este es el propósito central de la encíclica "Pascendi Dominici gregis", publicada apenas dos meses después del decreto "Lamentabilis".
En "Pascendi Dominici gregis", después de exponer los errores asociados con el modernismo y describir cómo estos se propagan entre los católicos, el Papa San Pío X presenta una serie de remedios para contrarrestar esta amenaza. Entre las medidas propuestas, se destaca la importancia de la filosofía escolástica como fundamento de los estudios sagrados y la base sobre la cual debe construirse la teología. La encíclica también enfatiza la necesidad de seleccionar cuidadosamente a los rectores y maestros de los seminarios y universidades católicas, asegurando que la docencia se desarrolle de acuerdo con los criterios tradicionales de la Iglesia.
Además, se prohíbe la lectura y publicación de escritos modernistas o aquellos que promuevan el modernismo, y se insta a los obispos a conceder con severidad la licencia para imprimir cualquier obra relacionada.
Los obispos también deben evitar que se celebren asambleas de sacerdotes en las que se discutan cuestiones relacionadas con los obispos o la Sede Apostólica, y se prohíbe cualquier discusión que tenga sabor a modernismo, presbiterianismo o laicismo.
Una medida adicional propuesta en la encíclica es la creación de un Consejo en cada diócesis compuesto por varones probados que, cada dos meses, se reunirán con el obispo para vigilar de cerca cualquier indicio de modernismo en libros y cátedras. Este Consejo tiene la responsabilidad de prescribir de manera prudente, pero efectiva, cualquier acción necesaria para proteger al clero y a la juventud de la influencia modernista. También los obispos deben enviar un informe detallado y jurado a la Sede Apostólica un año después de la publicación de la encíclica, y luego cada tres años, describiendo las acciones tomadas para poner en marcha las disposiciones de la encíclica.
Al concluir la encíclica, el Papa San Pío X advierte que los adversarios de la fe católica probablemente usarán el contenido del documento como pretexto para calumniarla, acusándola de ser enemiga de la sabiduría y del progreso de la humanidad. Sin embargo, el Papa reafirma la intención de la Iglesia de promover con todas sus fuerzas una institución particular dedicada al fomento de todas las ciencias y de toda forma de erudición, siempre guiada por la verdad católica.
Con esta declaración, el Papa subraya el compromiso de la Iglesia con la búsqueda de la verdad y el conocimiento, siempre en armonía con la fe y la doctrina católica.
Juan Manuel Aragón
Ramírez de Velasco®

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