Benjamín Menéndez |
El 28 de septiembre de 1951 el general retirado Benjamín Menéndez pretende tumbar el gobierno de Juan Domingo Perón con un golpe fallido
El 28 de septiembre de 1951 el general retirado Benjamín Menéndez quiso tumbar el gobierno de Juan Domingo Perón. Efectivos del Ejército, la Marina y la Aeronáutica participaron de la tentativa de golpe de estado contra el Gobierno Nacional, y de su Presidente, a quien acusaban de haber llevado al país a una crisis total en lo moral, espiritual y material.
Las razones detrás del golpe eran las restricciones a las libertades cívicas, la politización de las fuerzas armadas y la reforma constitucional de 1949, que permitió la reelección de Perón. Sin embargo, la falta de apoyo de unidades militares clave y la resistencia de los suboficiales frustraron el levantamiento, y los rebeldes se rindieron tras medio día de enfrentamientos.La reforma constitucional de 1949 representó un punto de inflexión en el gobierno de Perón. Fortaleció el control del Partido Peronista y limitó los derechos de la oposición. Entre las medidas más controvertidas, la ley electoral que prohibía las coaliciones y restringía la formación de nuevos partidos, junto con el control sobre la prensa, generó un clima de descontento. La expropiación del diario La Prensa y la presión ejercida sobre otros medios convencieron a varios líderes opositores de que Perón sólo abandonaría el poder mediante el uso de la fuerza. Este pensamiento comenzó a resonar entre oficiales retirados como Menéndez, quien creía que era el momento de actuar.
En los primeros años de su gobierno, Perón había trabajado para ganarse el apoyo de los militares. En sus frecuentes visitas a las instalaciones del Ejército, resaltaron la importancia de la relación entre las fuerzas armadas y el pueblo. También eliminó restricciones para que los militares participaran en política y permitió que algunos oficiales se postularan para cargos electivos con la aprobación del Ministerio de Defensa. Además, se introdujeron mejoras salariales y beneficios económicos, como permisos especiales para importar vehículos a precios reducidos, lo que generó malestar entre algunos oficiales, quienes consideraron esto un acto de corrupción encubierta.
Los suboficiales también se beneficiaron de mejoras en sus condiciones de vida. Se construyeron barrios para sus familias cerca de las unidades militares, se otorgaron préstamos y becas para sus hijos, y se facilitó su acceso a la carrera militar. Estas concesiones aumentaron su apoyo a Perón, pero causaron irritación entre algunos oficiales, que veían amenazados sus privilegios.
Entre 1950 y 1955, el número de puestos para coroneles aumentó un 40 por ciento, y para generales un 47 por ciento, a pesar de que el número de efectivos totales no aumentó. La influencia política en los ascensos se hizo evidente tras la designación del general Franklin Lucero como Ministro de Ejército en 1949. La estructura de mando estaba controlada por generales cercanos a Perón, con la excepción del general Eduardo Lonardi, que gozaba de simpatía en la oposición. Los oficiales críticos al gobierno, en su mayoría, estaban en los institutos de formación militar.
En la Escuela Superior de Guerra surgió un grupo conspirativo que planeaba derrocar a Perón. Eligieron a Lonardi como su líder, pues era el único militar no oficialista con mando de tropas. A pesar de su reticencia inicial, Lonardi se reunió con Menéndez dos veces en agosto de 1951, pero sus diferencias sobre cómo hacer el golpe quedaron en evidencia. Menéndez quería actuar de inmediato, aprovechando la crisis económica y los conflictos sindicales, Lonardi creía que no era el momento. Además, Lonardi estaba dispuesto a preservar las leyes sociales de Perón, mientras Menéndez proponía una dictadura provisional y la abolición de la reforma constitucional de 1949.
A pesar de estas diferencias, Menéndez decidió avanzar con el golpe el 28 de septiembre de 1951. Su plan era aprovechar la ausencia de un regimiento de tanques leal al gobierno que estaba en maniobras y sublevar a la fuerza aeronaval de Punta Indio. Lonardi, que había pedido su retiro, no se sumó al golpe, pero dejó en libertad a sus seguidores para participar si lo deseaban.
El plan de Menéndez era capturar los tanques de Campo de Mayo, sublevar el Colegio Militar y unirse a las fuerzas de La Tablada. Tenía el apoyo aéreo de los aviones de Morón, que estarían listos para bombardear Buenos Aires. Sin embargo, el plan comenzó a desmoronarse cuando enfrentaron dificultades para mover los tanques debido a la falta de combustible y al sabotaje de los suboficiales. De los treinta tanques disponibles, solo dos avanzaron, junto con tres vehículos blindados y 200 efectivos a caballo.
La columna rebelde se dirigió al Colegio Militar, pero no recibió el apoyo esperado. Menéndez, tras enterarse de que las fuerzas leales habían recuperado el control de La Tablada, decidió rendirse junto con sus oficiales. Mientras, la escuadra aeronaval de Punta Indio, que se había sublevado, impidió que despegaran los aviones leales desde Buenos Aires. Perón decretó el estado de guerra interna y la CGT convocó un paro general. Una multitud se reunió en la Plaza de Mayo, y Perón pronunció un discurso desde el balcón de la Casa Rosada.
A pesar de la amenaza de bombardeo de los rebeldes, el comandante de la escuadra aeronaval decidió abortar la misión al ver la cantidad de civiles presentes en la plaza. Con la situación terrestre dominada por las fuerzas leales, los rebeldes que aún quedaban se rindieron o escaparon. El golpe fracasó, pero las tensiones entre el gobierno de Perón y ciertos sectores del Ejército continuaron, desembocando en el derrocamiento de Perón en 1955.
Juan Manuel Aragón
Ramírez de Velasco®
En los primeros años de su gobierno, Perón había trabajado para ganarse el apoyo de los militares. En sus frecuentes visitas a las instalaciones del Ejército, resaltaron la importancia de la relación entre las fuerzas armadas y el pueblo. También eliminó restricciones para que los militares participaran en política y permitió que algunos oficiales se postularan para cargos electivos con la aprobación del Ministerio de Defensa. Además, se introdujeron mejoras salariales y beneficios económicos, como permisos especiales para importar vehículos a precios reducidos, lo que generó malestar entre algunos oficiales, quienes consideraron esto un acto de corrupción encubierta.
Los suboficiales también se beneficiaron de mejoras en sus condiciones de vida. Se construyeron barrios para sus familias cerca de las unidades militares, se otorgaron préstamos y becas para sus hijos, y se facilitó su acceso a la carrera militar. Estas concesiones aumentaron su apoyo a Perón, pero causaron irritación entre algunos oficiales, que veían amenazados sus privilegios.
Entre 1950 y 1955, el número de puestos para coroneles aumentó un 40 por ciento, y para generales un 47 por ciento, a pesar de que el número de efectivos totales no aumentó. La influencia política en los ascensos se hizo evidente tras la designación del general Franklin Lucero como Ministro de Ejército en 1949. La estructura de mando estaba controlada por generales cercanos a Perón, con la excepción del general Eduardo Lonardi, que gozaba de simpatía en la oposición. Los oficiales críticos al gobierno, en su mayoría, estaban en los institutos de formación militar.
En la Escuela Superior de Guerra surgió un grupo conspirativo que planeaba derrocar a Perón. Eligieron a Lonardi como su líder, pues era el único militar no oficialista con mando de tropas. A pesar de su reticencia inicial, Lonardi se reunió con Menéndez dos veces en agosto de 1951, pero sus diferencias sobre cómo hacer el golpe quedaron en evidencia. Menéndez quería actuar de inmediato, aprovechando la crisis económica y los conflictos sindicales, Lonardi creía que no era el momento. Además, Lonardi estaba dispuesto a preservar las leyes sociales de Perón, mientras Menéndez proponía una dictadura provisional y la abolición de la reforma constitucional de 1949.
A pesar de estas diferencias, Menéndez decidió avanzar con el golpe el 28 de septiembre de 1951. Su plan era aprovechar la ausencia de un regimiento de tanques leal al gobierno que estaba en maniobras y sublevar a la fuerza aeronaval de Punta Indio. Lonardi, que había pedido su retiro, no se sumó al golpe, pero dejó en libertad a sus seguidores para participar si lo deseaban.
El plan de Menéndez era capturar los tanques de Campo de Mayo, sublevar el Colegio Militar y unirse a las fuerzas de La Tablada. Tenía el apoyo aéreo de los aviones de Morón, que estarían listos para bombardear Buenos Aires. Sin embargo, el plan comenzó a desmoronarse cuando enfrentaron dificultades para mover los tanques debido a la falta de combustible y al sabotaje de los suboficiales. De los treinta tanques disponibles, solo dos avanzaron, junto con tres vehículos blindados y 200 efectivos a caballo.
La columna rebelde se dirigió al Colegio Militar, pero no recibió el apoyo esperado. Menéndez, tras enterarse de que las fuerzas leales habían recuperado el control de La Tablada, decidió rendirse junto con sus oficiales. Mientras, la escuadra aeronaval de Punta Indio, que se había sublevado, impidió que despegaran los aviones leales desde Buenos Aires. Perón decretó el estado de guerra interna y la CGT convocó un paro general. Una multitud se reunió en la Plaza de Mayo, y Perón pronunció un discurso desde el balcón de la Casa Rosada.
A pesar de la amenaza de bombardeo de los rebeldes, el comandante de la escuadra aeronaval decidió abortar la misión al ver la cantidad de civiles presentes en la plaza. Con la situación terrestre dominada por las fuerzas leales, los rebeldes que aún quedaban se rindieron o escaparon. El golpe fracasó, pero las tensiones entre el gobierno de Perón y ciertos sectores del Ejército continuaron, desembocando en el derrocamiento de Perón en 1955.
Juan Manuel Aragón
Ramírez de Velasco®
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