Transparencia del reloj de la plaza Libertad |
Entre las instrucciones para gambetear la impuntualidad debiera figurar que se debe calcular los relojes del prójimo
Hay un asunto que molesta mucho más que la impuntualidad: es la suposición de que, como no vamos a llegar a la hora señalada, se nos debe citar media hora antes. Sería algo así como una “sobrepuntualidad”, pero a la fuerza.En la Argentina, en general mucha gente es impuntual, cree que llegar media hora tarde es estar a tiempo y una hora después, también es ”o´clock”. Quizás una mayoría piensa de esa manera, por eso, cuando se desea que la gente llegue a una determinada hora, miente que lo organizado comenzará antes y creen, de esa forma, asegurarse que llegarán a horario.El drama es que los impuntuales se avivaron y llegan una hora después de lo acordado, pues se han percatado que, de todas maneras, el horario es una vaga referencia temporal, como decir: “Venite a casa mañana a la noche”, que va desde que oscurece hasta el amanecer del día siguiente. Quien se presente mientras el sol todavía permanece escondido, sabrá que no le erró a la convocatoria.Otro problema no menor es usted, amigo y yo. Que somos puntuales. Nos dicen una hora y calculamos nuestro tiempo para llegar cuando nos dijeron. Ignoramos el lugar en que vivimos, quizás con un olvido esperanzado en que esta vez sí estarán todos a tiempo. Como la última vez que vino Atahualpa Yupanqui a Santiago. Hacía como quince minutos que estaba tocando y un palurdo, de esos que nunca faltan, llegó tarde. Atahualpa dejó de tocar la guitarra, lo miró, esperó a que se sentara, preguntó: “¿Ya está?”. Y siguió en lo suyo. El impuntual quedó en evidencia, pues todos nos dimos vuelta a mirarlo, obviamente.
Por eso molesta cuando dicen: “Pasá, todavía hay tiempo, esperemos que lleguen todos”. No papito, pasado el horario que me dijiste no quiero esperar a nadie, no te falté el respeto a vos ni a los demás invitados llegando justito, ¿por qué debo dejar que el resto me haga burla presentándose a la hora que se le canta el reverendísimo coto?
De joven aguaitaba, total, calculaba que me sobraba vida. Ahora que el tiempo para adelante es cortito, no espero a nadie. Hace unos diez años me invitaron a un recital en Radio Nacional. A las 7 de la tarde, me dijeron, estuve a esa hora. No había llegado ni el loro. Dos minutos después estaba en la calle, sin saber qué hacer, porque había programado pasar una hora ahí.
Entre las instrucciones para gambetear la impuntualidad debiera figurar que se debe calcular los relojes del prójimo y siempre tener un plan “B”.
Llegar, buscar un organizador, preguntarle a qué hora empieza el asunto y si responde: “Dentro de un rato”, decirle: “Pero aquí dice a las 9 y son las 9”. Si le dan una excusa, no oírla y decirle simple y sencillamente: “Amigo, me voy, sé que no le importa, pero ya tendrán noticias mías cuando les haga propaganda por las redes de internet, avisando que esta empresa es una de las peores basuras que le sucedieron a la provincia”. Otra buena explicación sería: “Dígale al laureado escritor que no lo abochornaré con mi presencia, pues él sabe de la íntima relación sexual que me unía a su abuela, su madre, su hermana y su esposa, a veces todas juntas y en fila, en ocasiones una por una”.
Después vaya a tomar un helado por ahí, dé vueltas del perro en la plaza o vuelva a su casa a ver los Pitufos por la televisión, pero no regrese al lugar de los hechos, por las dudas, ¿vio? Si unos días después se topa con el personaje principal del acto que comenzó tarde, laméntese profundamente: “No sabes cuánto siento que no te hayan dado el galardón que tanto merecías” y luego de palmearle la espalda, mándese a mudar, déjelo con la palabra en la boca.
En sociedades que no respetan el horario de los demás, no vale la pena hacer vida de sociedad. Es preferible vivir en una cueva, saliendo a cazar cuando se tiene hambre, antes que esperar a que los demás tengan a bien despertarse, lavarse, desayunar, ponerse la gorra, agarrar la escopeta, comprar los cartuchos. Hasta eso se volaron todos los pajaritos.
Buey solo bien se lame. A horario, por supuesto.
©Juan Manuel Aragón
Maquito, 5 de noviembre del 2022
👏👏👏Es hora de que a los puntuales se nos respete. Aclaro siempre cuando hago una invitación, que la hora que pongo es la hora exacta, no me gusta esperar, ni que me hagan esperar. Aunque sea para tomar un café. Mi límite son 10 minutos ( pensando que puedes haber tenido un problema cuando estabas llegando) pasado ese límite me voy, aunque sea que quedamos en encontrarnos a tomar café.
ResponderEliminarPerdón escribí mal. No me gusta que me hagan esperar ni hacer esperar a la persona que me aguarda. Es una cuestión de respeto por el otro.
ResponderEliminarBah ...! Que descubrimiento...o no sabes que Einstein, se inspiró en Sgo. para enunciar su famosa ley de la relatividad...si...en Sgo. el tiempo es relativo...y en todos los ámbitos...
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