El libro de Orwell |
Los espantosos programas de la televisión argentina debieran -por sí mismos- convencer a la gente de lanzarse de cabeza a la lectura: siempre es tiempo de volver al viejo hábito de agarrar un libro
Hubo un tiempo en que los zoológicos cumplían una función educativa: era mostrar a los chicos, los animales que solamente conocían en figuritas: el león, el zorro, la corzuela, la jirafa. Después se empezó a cuestionar el hecho de tener enjaulados, animales que debían vivir en sus propios ambientes. La experiencia a algunos chicos les causaba una sensación contradictoria, por un lado, se alegraban de haber visto un tigre, por el otro averiguaban a las maestras si estar en el zoológico no iba contra su propia naturaleza.Creció la tendencia contraria y se desmantelaron muchos zoológicos del mundo, entre ellos el de Santiago. Las películas documentales de animales los retratan exactamente como son, en su ambiente natural, casi sin molestarlos. Se ven desde sus grandes desplazamientos y cacerías, hasta detalles ínfimos, el león cerrando el ojo porque lo molesta una mosca, el zorro corriendo un ratón, la corzuela comiendo un tímido pastito, la jirafa en cámara lenta dándole una patada a una molesta hiena. Y mucho más, por supuesto. Para qué un zoológico entonces, si en la tele se los ve mucho mejor.Pero, lo que son las cosas, ¿no?, a alguien se le ocurrió que mezclar lo peor de los zoológicos y las filmaciones, podría funcionar como programa de televisión. Y lo hacen con gente. Sí amigo, muchachos y chicas se prestan voluntariamente a encerrarse en una jaula y dejarse filmar durante algún tiempo más o menos largo. Varios meses, o sea.Pasan ese lapso sin tener noticias del exterior, sin trabajar, sin comunicarse con sus seres queridos, sabiendo que son observados por cientos de miles o quizás millones de telespectadores, aburridos en su prisión, sin nada más que hacer que mirarse los unos a los otros, pelearse, amigarse, volverse a pelear. E, increíblemente, y al revés de lo que cualquier alma sensata podría suponer, gana el que más tiempo logra permanecer.
El canal que pasa este engendro, hace todo lo posible para que quien triunfe en esa competencia del dolce far niente, se haga famoso. Fama que obtuvo quizás a fuerza de estar bien comido, abrigado, protegido contra la intemperie… y quieto, dejándose mirar como un león holgazán, perezoso y mal entretenido.
A pesar de que tengo aparato de televisión en casa y de vez en cuando la miro, siempre esquivo esos canales escandalosos, repletos de noticias falsas, mujeres de la calle haciéndose pasar por honestas señoras de su casa e íncubos (y súcubos) brutales intentando imponer su ya legendaria ideología de la perversión más bestial, la de subvertir la naturaleza humana imponiendo como normales y deseables, conductas que van contra la pureza del hombre.
¿Puede tener un detalle más atrozmente inhumano este zoológico para gente? Siempre se puede caer más bajo, amigos. Si algo tiene la moral de la perversión es que se perfecciona día a día y de tiempo en tiempo inventa nuevos desatinos. El programa se llama Gran Hermano, nombre ideado por George Orwell para designar a la, digamos “Inteligencia Superior”, que dominaría el mundo, al menos en la novela “1984”, momento en que ese ser estaría fungiendo en el mundo.
El papel de ese odiado ser, en la realidad del programa de televisión, lo cumple el telespectador, que es quien vota para que, cada tanto tiempo, uno de los enjaulados abandone el encierro. En una de esas, el mismo espectador que quizás se opondría a tener a un mono en una jaula de cuatro metros por cuatro, vota para seguir viendo su programa favorito de humanos encerrados.
Usted podría objetar que se trata de una experiencia voluntaria y por lo tanto no habría nada para objetar. Pero la estupidización colectiva caló tan hondo en los corazones de la gente común, que ya es normal que se desee aquello que va contra uno mismo de manera intrínseca. Y es posible que, dentro de un tiempo, de este lado y del otro del televisor, se vean cosas aún peores.
El pobre cartonero, el sufrido oficinista, el empeñoso albañil y hasta el empresario visionario, encienden y ven la televisión como una manera de “desenchufarse” de sus problemas diarios. En vez de tomar un libro que, de yapa los haría felices de una manera más sana, encienden el aparato maldito para embrutecer la cabeza en sus momentos de ocio.
Oiga, leer se convirtió en un arduo trabajo para mucha gente, tan arduo que las únicas letras que ve después de pasar por la escuela, son los carteles que dicen “Despensa Pilarica”, “Hotel de Rico Mac Pato”, “Prohibido estacionar” o “No hay más localidades”. A veces los deletrean con mucha dificultad.
El mundo moderno se ha especializado en quemar el cerebro, el cerebelo y el bulbo raquídeo de la humanidad, con una insistencia repetida una y mil veces, todas las horas, todos los días, semana tras semana, hasta formar cientos de muletillas que se graban en el inconsciente de cada uno y se hacen costra. No es solamente la televisión, también es internet en sus múltiples formas de diversión a toda hora, las pocas radios que sobreviven y no se prendieron, los diarios no, porque, ¿no se dijo ya en esta nota?, nadie lee la etiqueta del paquete de arroz que va a comer, mucho menos un periódico.
Sería utópico creer que desde una página perdida entre millones de las que pululan en internet, se iniciará una contrarrevolución que ataque la estupidización de los medios de comunicación. Pero alguna vez alguien debe comenzar, aunque su clamor se pierda en el desierto farragoso de los teléfonos móviles de unos cuantos amigos.
¿Ha leído la República de Platón, Shunko, Martín Fierro, Poema conjetural, El Quijote? Son textos entretenidos, fáciles, que dejan algo en el alma de quienes los repasan. Hay muchísimos más, esperándolo ¡vamos!, ¡no deje pasar la oportunidad!
©Juan Manuel Aragón
Me pareció muy buena la analogía entre un zoológico y lo que se muestra en esos "reality shows", que en realidad de reality no tienen nada.
ResponderEliminarEn primer lugar, el tipo de gente que reclutan está lejos de representar al ciudadano común, sobre todo en el conteo neuronal. En segundo lugar, hay varios reportes que describen cómo la producción va orientando a esta gente a sobrecargar ciertas reacciones, a generar ciertas otras y a impostar la mayoría de los sucesos que se desarrollan en cada capítulo. Todo por atraer y mantener la atención de una audiencia que hace muchos años ha perdido todo interés por la calidad de lo que consume, sobre todo por no tener que aplicar pensamiento crítico sobre nada, sino sólo consumir el paquete que le dan, como viene.
Hace años la Enciclopedia Británica emitió un sintopicón de "Los grandes libros del mundo occidental", compuesto de tomos de las obras más trascendentales de la historia del occidente, desde los filósofos griegos, pasando por el iluminismo y finalizando con los pensadores de principios del Siglo XX.
Esa colección viene con una guía que orienta a leerlos por partes, como un plan de ilustración de largo plazo.
Pienso que esa colección Ie sería muy útil a toda persona que quiera entender mejor desde donde venimos y hacia dónde pareciera que vamos, e incluso entender por qué está pasando lo que está pasando hoy en el mundo,
Me parece un despropósito hasta de hablar de esa basura de programa,porq no idean algo constructivo,,nunca ni lo mire
ResponderEliminar