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MENTIRA Straw furioso

Portada de la revista Gente, 1982

El que fuera ministro del Interior británico durante el proceso de extradición de Augusto Pinochet, dice que se enojó cuando se levantó caminando de la silla de ruedas

“Me puse furioso cuando vi a Pinochet levantarse de su silla de ruedas al llegar a Chile después que lo liberé por motivos de salud. Sentí que yo y el sistema británico habíamos sido engañados”. Esto mintió descaradamente, sin ponerse colorado Jack Straw, que fuera ministro del Interior británico, aludiendo al caso aquel, cuando liberaron al viejo dictador chileno, tras una encerrona que le impuso el nuevo sistema legal planetario derechohumanístico, tuerto y cínico.
El diario La Nación del sábado, al que nadie acusará jamás de defender intereses argentinos, muestra una suave incredulidad al narrar que en 1999 Straw “tuvo que abordar una de las situaciones más complejas del gobierno de Tony Blair”. Recuerda que Baltasar Garzón había solicitado la extradición de Augusto Pinochet, que en ese momento era senador vitalicio de Chile. 
El anciano general estaba en Londres haciéndose ver con el médico. Y Garzón, el juez español aprovechó el principio de jurisdicción universal para pedir que se lo juzgue en España por 94 denuncias de tortura de ciudadanos españoles, el asesinato en 1975 del diplomático español Carmelo Soria y conspiración para cometer tortura.
Qué problema para los ingleses, amigo. Un aliado incondicional en la Guerra por la Recuperación de las Malvinas era pedido por un juez de otro país, cuando se hallaba de amable visita en su tierra. Como que, justo cuando está un tío suyo almorzando en su casa, viene la policía a buscarlo y usted debe decidir si lo entrega, porque firmó que entregaría a esos personajes, o lo deja ir libre porque está enfermito, pobre.
Si se hubiera hecho una encuesta en la Argentina, en aquel momento, es casi seguro que habría triunfado la opción del Sí: “Lo van a devolver a Chile, los piratas tienen códigos que respetan si quieren seguir saqueando a las naciones del mundo”.
La teoría de los Derechos Humanos planteó en ese momento una dura opción a los ingleses. Tenían al tío viejo en la casa, ellos habían hablado en contra de todo lo que había hecho el pariente en el pasado, pero resulta que también les había echado una cuarta cuando tuvieron ese problemita con los vecinos. “¿Qué hacemos?”, pensaban. “¿Lo largamos y quedamos como gente que defeca en los cacareados Derechos Humanos o lo entregamos a España y quedamos como malos bucaneros que no ayudan a sus amigos?”.
Eligieron largarlo. Previamente dijeron que el viejito estaba mal, no iba a aguantar un juicio en España. “Oiga, no se sabe si aguanta un viaje en avión y usted quiere juzgarlo”, dice que le dijeron a Garzón, palabras más, palabras menos. Luego de que lo dejaron ir, para mostrar al mundo que los ingleses son gente de bien y premian a sus aliados, el viejito llegó a Chile, se levantó de la silla de ruedas y caminó curado, restablecido, sano y fuerte. Y Jack Sraw, sabía que eso pasaría, qué tanto gregré para decir Greta.
Como que el 2 de marzo del 2000 le dieron el permiso para volver a Chile y el pobre viejito tuvo el descaro de morirse recién el 10 de diciembre del 2006. Tipo fuerte había sabido ser, ¿no?
Miren lo que dice Straw ahora: que le pareció una burla a la decisión de liberarlo, que al llegar a Chile se apeara de la silla de ruedas y caminara hacia la multitud de simpatizantes que lo aguaitaban.
El Johny se habría ahorrado la sorpresa y el desagrado si antes hubiera tenido el tino de preguntar a cualquier argentino de a pie, qué es lo que iba a pasar. Primero, cuando comenzó el toletole, los argies le habrían advertido: “No se gasten en tratar de convencer que creen en los derechos humanos, lárguenlo de una buena vez, si todos sabemos que es uno de ustedes”. También les podrían haber dicho que todo eso de los Derechos Humanos es una construcción mental ideada en los países centrales, como Reino Unido, para sojuzgar de manera más cómoda a las naciones periféricas, como nosotros.
¿Usted cree que el gobierno de entonces del Reino Unido perdió un solo voto por haber liberado a Pinochet? Desengáñese amigo. Los ingleses son piratas desde al menos doscientos años antes que Guillermo Béresford invadiera Buenos Aires. Unas semanas después de la Primera Invasión Inglesa, en 1806, cuando desfilaron por Londres los carruajes con las riquezas que nos habían saqueado, ningún inglés levantó la voz para decir: “Pero, eso es robado, deberíamos devolverlo un día de estos”. ¡Minga!

Leer más: Internet: las frases cortas, contundentes, de una lógica infantil y más o menos expresadas, aunque sea en un español dudoso, han ganado el lugar que antes ocupaban los libros

En la entrevista hay más perlitas de Straw:
“Thatcher recordaba que Pinochet fue extremadamente colaborativo proveyéndonos inteligencia durante la Guerra de Malvinas, y creía que, aunque había cometido algunos excesos, debíamos ignorarlos en favor del interés británico. Y aunque ella ya no estaba en funciones, y era una exprimera ministra de otro partido, tenía una enorme popularidad y gran ascendencia sobre los legisladores conservadores.” (Ah, eran “excesos” nomás, como los de Jorge Rafael Videla), mire usté.
“En aquel momento ya era pública y bien conocida la colaboración de Pinochet en la guerra.” (Chocolate por la noticia).
“En enero de 2000, cuando ya era inminente su extradición, recibimos una delegación de la embajada chilena que nos presentó un informe médico que decía que estaba en un estado de salud tan delicado que no podría soportar un juicio. Entonces yo corría el riesgo de enviarlo en un avión a España, que no pudiera enfrentar el proceso, y luego ser enjuiciado yo por mi decisión.” (Ya ve, amigo, lo engañaron sus propios servicios de inteligencia).
“Me enojé mucho cuando luego vi cómo habíamos sido engañados.” (Jejejé, quién le va a creer).
“De todas maneras sé que en aquel momento el gobierno español de José María Aznar tampoco quería que Pinochet fuera llevado a España.” (La Madre Patria a muerte con la Argentina, ¿sí? Vení, contame).
“Me puse furioso. Sentí que yo y el sistema británico habíamos sido engañados. De todas maneras, le recuerdo que Pinochet murió en Chile sin que avanzara ninguna de las causas judiciales en su contra ni siquiera en su propio país.” (Nunca prosperaron porque, digan lo que digan, sigue siendo un prócer para casi todos los chilenos, sobre todo por la actuación de su país en la Guerra de las Malvinas).
©Juan Manuel Aragón
A 11 de septiembre del 2023, rotonda de Frías. Esperando El Puntano

 

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