Majada, foto de Rody Beltrán |
En largos paseos solíamos hablar del significado de algunas palabras: esa vez salimos a campear una majada y la conversación derivó en asuntos interesantes
Después de una gran tormenta salimos a campear una majada de cabras que quedó extraviada en el monte. El chango aprovechó, como hacía en esas ocasiones, para hacerme unas consultas, creyendo erróneamente, por supuesto, que yo sabía mucho y de varios asuntos. ¿Qué es un tipo churo?, me preguntó mientras taloneaba su mancarrón, un oscuro con un lucero en la frente, al que, justamente, llamábamos Lucero.Le dije que creía recordar que, para Domingo Bravo, padre y maestro de todos los quichuistas que vinieron después es, en primer lugar, el amante. Y por extensión el mozo lindo, el chango agraciado, el simpático, el servicial. Le expliqué que es un término todavía hoy usado en Tucumán, Salta y Jujuy, quizás en Catamarca, pero inexplicablemente, muy poco empleado en Santiago, aunque se conoce bien qué quiere decir.“¿Es un sinónimo de baquiano?”, me volvió a preguntar. Después de pensarlo un buen trecho le respondí que sí, como que se puede decir de uno que es churo para tirar el lazo o, ponele, para carnear un vacuno o trenzar riendas. Pero no es tan frecuente este sinónimo.Me recordó la “Zamba del mamao”, que cantaban Los chalchaleros, cuando dice: “Vos querís que me vaya // pero de churo nomás, // mei de seguir quedando // solito con mi suerte…”. En esa parte parece que al autor se le trabucaron las palabras porque nadie se queda en ningún lado porque es churo, sino de puro empecinado, caprichoso o testarudo. Pero el verso precisaba una palabra de dos sílabas y ahí estaba churo, que sonaba más folklórica que terco, digamos.
La mañana estaba linda y reflexionamos sobre un hecho curioso: en las composiciones tradicionales ´verdaderas´, las recopiladas por Juan Alfonso Carrizo, Orestes Di Lullo, Andrés Chazarreta, Julián Cáceres Freire, no hay una ansiedad por usar términos folklóricos. Como que las composiciones antiguas y sin autor, no temen a las palabras llamadas cultas o difíciles. Pareciera que los modernos compositores en cualquier parte de su poesía deben incluir un término campestre, casi como una boba obligación.
Se confunden, además, porque alguien les dijo que el hombre de campo es sencillo y creen que sencillez es lo mismo que estupidez y por eso hacen composiciones tan de bobalicones como la que dice: “Cuando chacareras comienzo a cantar, cuál ha de ser, cuál ha de ser” (esta, pelotudo). Había tontos en todos los pagos, pero ninguno tanto como para pensar así.
Seguimos adelante. En la Tuna Huajcha, donde pensábamos hallar la majada, no había ni señas, encaramos para el lado del camino del Pozo de la Hermosinda. Recordamos entonces que el femenino de churo es churita, no chura y churitay viene a ser mi churita. Quien sí emplea muy bien esta otra palabra es Carlos Carabajal, autor de la letra de la Sachapera, una chacarera que de entrada nomás la nombra: “Churita mi buena moza // balanceando la pollera // bailando es la más donosa // morenita santiagueña. // Con la chacarera doble // se curan todas las penas”. Es vocablo que se usa mucho en Santiago y es tanto la mujer bonita como la hacendosa, guapa, amable, cordial, afable, agraciada o, como dice la composición, la donosa.
Era cerca del mediodía cuando decidimos apearnos un rato bajo unas talas grandes y comer unos avíos que llevábamos. Ahí se nos presentó otra duda: alhaja. ¿Qué es una mujer alhaja? ¿Es la mujer bonita y con muchas cualidades o también tiene algo más? En Aguatera del Zanjón, Atahualpa Yupanqui entrega varias pistas al comienzo, cuando expresa: “Aguatera de El Zanjón. // ¡Alhaja niña morena! // fuego de selva en los ojos // y música en las caderas”. También se la representa “Yo te he mirado, bailando // en la carpa de la fiesta. / Con tu vestido floreado //y un moño rojo en la trenza”. La describe de manera cabal: “Huarminita de los montes // virgen runa de la selva. // Arena, sol, algarrobos, // y un cántaro en la cabeza”. Da la idea de mirarla como algo más delicado que una mujer churita. Esta es también fina, pero lleva en sí la idea de la niña que se está haciendo mujer. Al final le hace la promesa de que si alguna vez la vuelve a ver “He de saludarte al paso // aguatera santiagueña// mientras cantan los coyuyos // en el rigor de la siesta”. No la desea, no quiere amores con ella ni tenerla entre sus brazos, sólo saludarla al paso. Tampoco cruzará unas palabras con ella, de tan delicada que es o la supone.
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Es decir, una mujer alhaja o alhajita está hecha sólo para ser mirada. Es ajena más que lejana, no por propiedad sino por delicadeza, como esas joyas a las que uno sabe que no tiene derecho, sobre todo por la proporción, porque no hay derecho a que un gaucho vaya al baile con un Rólex, no porque no pueda tenerlo, sino porque no guarda coherencia con su ser.
Alhaja también se usa en sentido contrario, le hice notar. ¿Cómo es eso?, preguntó. Cuando se dice: “Alhaja tu pintor”, muchas veces es para notar que no es diestro en aquello que le hacían propaganda como si hubiera sido un experto. O también para hacer notar la deshonestidad o la falta de escrúpulos de alguno a quien antes se alabó.
En eso íbamos discurriendo cuando en el plan de un bajo que hay entre la casa que supo ser de Valoy Soria y los cercos de los Bracamonte, de pura suerte el perro cabrero salió a torearnos y hallamos la majada.
Volvimos despacito arreando las cabras, haciendo una cortada para ganar tiempo. Con suerte estaríamos de vuelta a la hora del mate. Ojalá que hayan hecho tortilla en la casa, le dije al chango. Calculó que sí, porque la tarde anterior había llevado leña para el horno.
©Juan Manuel Aragón
A 17 de octubre del 2023, en Yanda. Preparando un gallo
Habría que aclarar que mientras Churo o Chura es un vocablo quechua (que entiendo que en el altiplano peruano-boliviano tambien se usa para decir "rulo o caracol), mientras que "alhaja" es un vocablo árabe, y por lo tanto de uso moderno, no ancestral, en el lenguaje popular.
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