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Indeterminada gente |
Algunas posibles razones por las que los periodistas también se refieren a “la gente” y no se creen parte del resto
“Si alguien me dice señor //Agradezco el homenaje // Mas, soy gaucho entre el gauchaje/ / Y soy nada entre los sabios// Y son pa' mi los agravios // Que le hagan al paisanaje”
El payador perseguido, Atahualpa Yupanqui
Ya no son solamente los políticos los que usan la expresión, también los periodistas se regodean con sus propias palabras cuando pronuncian “la gente”. Para ellos “la gente no va a aguantar tal cosa”, “la gente va a pensar tal otra cosa”, “la gente saldrá a la calle cuando suceda lo de más allá”. Como si ellos, los periodistas, fueran parte de un mundo mágico que no sufre, no vive, no goza igual que cualquier hijo de vecino. El Diccionario Panhispánico de Dudas, sostiene que “En el español general, este sustantivo femenino se emplea como nombre colectivo no contable y significa 'persona´”. Y persona, a su vez, designa a un “individuo de la especie humana” o “cristiano”, como decían los criollos de antes (eso que viene allá ¿es animal yeguariz o cristiano?, preguntaban).En la televisión, en las radios, en las noticias que circulan por los telefonitos, los periodistas se preguntan retóricamente “qué va a pensar de esto la gente” o sostienen directamente que “la gente seguramente reaccionará de tal manera al oir tal noticia”. Y los pececitos de abajo, nombrados de esa manera, casi siempre como una injuria solapada, miran y piensan: “Pero qué sabes vos qué opino o voy a opinar”.Los periodistas consideran al parecer, que son entes superiores a la raza humana que necesariamente no están a la altura de los demás sino en un escalón superior, quizás junto a los políticos, como si quisieran también ser parte de ellos. Quizás se sienten parte del juego político, sobre todo desde que comenzaron a tomar partido violentamente, antes que ser testigos en primera fila de lo que ocurre en los intersticios del poder. Tanto conversar con diputados, senadores, subsecretarios, ministros, jueces, fiscales, abogados defensores, al final se suponen una parte fundamental de ellos.Quizás el espejo les devuelve la imagen de Bernardo Neustadt, que ponía y sacaba ministros, promovía lo que para él eran jóvenes valores, defendía leyes, decretos, resoluciones a como diera lugar, con una falta de escrúpulos digna de causas más elevadas. Y no se ven reflejados en la personalidad de, entre otros, Néstor Ibarra, que jamás vendió su palabra para quedar bien con este, ese o aquel sector de la vida política de los argentinos.
Hay palabras que definen a quien las usa o a quien se las adjudican, una es “gente”. Los grandes tiburones de la televisión cuando quieren alabar a uno y no hallan más palabras, sostienen que es “un señor”. El aludido nunca protesta porque cree que lo están enalteciendo, no se dan cuenta de que es el mismo término que usan para calificar a cómicos de la legua, payasos de poca monta o célebres prostitutas a quienes al nombrarlas exageran diciendo “¡señooora!”.
Por eso también, hay que reconocer que cuando en una conversación común y corriente de los pescados que habitan el fondo del río, entre el limo y el barro en que se forman las cosas, se quieren referir a alguien como una persona íntegra, honesta, cabal, decente, virtuosa, lo resumen en pocas palabras: “Pasa que Fulano de Tal es gente”. Tal calidad es el ser o no ser del momento actual. De aquel lado de la pantalla, señores que pontifican sobre todas las materias habidas y por haber bajo el Cielo y sobre las estrellas también. De este lado, usted, amigo, mojarrita común y corriente, que sufre porque, por más que hace números va a llegar a fin de mes crocante de seco y que todos los días cuando vuelve del trabajo oye cómo en la televisión creen insultar su inteligencia llamándolo como algo que tiene por un elogio: gente.
Entonces dice: “Soy gente, a mucha honra”.
Juan Manuel Aragón
A 4 de abril del 2024, en Santa Catalina. Mirando a lo lejos.
©Ramírez de Velasco
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