![]() |
Sangüi de milanesa del mercado Armonía |
“En vez de pedirle que rezara Avemarías y Padrenuestros, lo conminó a que hiciera una obra de caridad para borrar sus pecados”
Dijo que tenía un pedido. Contó que había ido a visitarlo un cura, llevado por una hija. Recordó quizás con pesar que no había vuelto a comulgar desde que tomó la Primera Comunión y que el sacerdote que le acercaron era uno de esos modernos.—Vino un cura moderno buena onda, todo bien, oquei, con una remera blanca, no vestido de cura, como corresponde —describió.—¿Y?
—Ya que me estoy por morir, quería un cura en serio, no esto.
—¿Qué te ha dicho?
—Que estoy fuerte como un toro, que no me voy a morir, que ya pronto voy a salir del hospital, todas macanas.
Sabía que estaba muriendo y justo le llevan ese tipo con muy buenas intenciones, pero que no sabía de qué se trataba su trabajo. Trabajo que no era precisamente mentir a los enfermos sino llevarles consuelo, pero en forma de sacramento no de consolación de vieja beatita de misa de siete.
—Quería alguien que me diera esperanzas sobre lo que hallaría del otro lado y no ñoñerías modernistas.
Le pregunté qué quería que hiciera.
Me contó que antes de tomar su primera comunión se confesó con un cura, que le dio una penitencia, pero no la había cumplido. En vez de pedirle que rezara Avemarías y Padrenuestros, lo conminó a que hiciera una obra de caridad para borrar sus pecados. Y que por una cosa o por otra nunca había cumplido. Es decir, creía haber dado alguna limosna por ahí, suponía que a algún amigo había ayudado e incluso que lo hizo con desconocidos, pero nunca se propuso hacer una obra de caridad solamente para acatar ese mandato sino por otras razones. Ahora, dadas las condiciones en que estaba, ya no podría hacerlo.
—¿Vos puedes cumplir con esa penitencia que me falta? —pidió.
—Bueno, no hay problema.
—Porque si hay algo del otro lado, no quiero llegar sin esa expiación cumplida. Tengo muchos pecados en la mochila, demasiados, pero al menos ese quiero que quede purgado. Por eso pido ´perdónanos nuestras deudas´ cuando rezo, porque son cuentas que van a quedar sin pagar. Pero quiero que, si hay un juez del otro lado, no halle esa mancha en mi infancia. ¿Vos lo vas a hacer? —suplicó.
Respondí que sí, qué otra me quedaba.
El otro día, después de cobrar el sueldo, fui al mercado, me senté en el bar de la Lily y aguaité a que llegara uno pidiendo monedas. Lo invité a sentarse, le pedí un sanguche de milanesa y tinto, para asentar. No comí nada, era temprano. No tenía hambre.
Al día siguiente finó el amigo.
Después del velorio, el entierro, el pésame a los parientes, ya en casa, pensaba, ¿habrá sido suficiente?, ¿será así como se cumplen las penitencias? Si hay Cielo y si es que llego alguna vez, lo tendré que averiguar. De paso veo qué sucedió con el amigo.
A veces pienso que tal vez lo hice zafar sobre la raya.
Y me brota una sonrisa triste por el amigo que solamente quería la extremaunción y le llevaron un cura de esos modernosos, maricones.
Juan Manuel Aragón
A 18 de junio del 2025, en Bajo Alegre. Tanteando los pomelos.
Ramírez de Velasco®
—Ya que me estoy por morir, quería un cura en serio, no esto.
—¿Qué te ha dicho?
—Que estoy fuerte como un toro, que no me voy a morir, que ya pronto voy a salir del hospital, todas macanas.
Sabía que estaba muriendo y justo le llevan ese tipo con muy buenas intenciones, pero que no sabía de qué se trataba su trabajo. Trabajo que no era precisamente mentir a los enfermos sino llevarles consuelo, pero en forma de sacramento no de consolación de vieja beatita de misa de siete.
—Quería alguien que me diera esperanzas sobre lo que hallaría del otro lado y no ñoñerías modernistas.
Le pregunté qué quería que hiciera.
Me contó que antes de tomar su primera comunión se confesó con un cura, que le dio una penitencia, pero no la había cumplido. En vez de pedirle que rezara Avemarías y Padrenuestros, lo conminó a que hiciera una obra de caridad para borrar sus pecados. Y que por una cosa o por otra nunca había cumplido. Es decir, creía haber dado alguna limosna por ahí, suponía que a algún amigo había ayudado e incluso que lo hizo con desconocidos, pero nunca se propuso hacer una obra de caridad solamente para acatar ese mandato sino por otras razones. Ahora, dadas las condiciones en que estaba, ya no podría hacerlo.
—¿Vos puedes cumplir con esa penitencia que me falta? —pidió.
—Bueno, no hay problema.
—Porque si hay algo del otro lado, no quiero llegar sin esa expiación cumplida. Tengo muchos pecados en la mochila, demasiados, pero al menos ese quiero que quede purgado. Por eso pido ´perdónanos nuestras deudas´ cuando rezo, porque son cuentas que van a quedar sin pagar. Pero quiero que, si hay un juez del otro lado, no halle esa mancha en mi infancia. ¿Vos lo vas a hacer? —suplicó.
Respondí que sí, qué otra me quedaba.
El otro día, después de cobrar el sueldo, fui al mercado, me senté en el bar de la Lily y aguaité a que llegara uno pidiendo monedas. Lo invité a sentarse, le pedí un sanguche de milanesa y tinto, para asentar. No comí nada, era temprano. No tenía hambre.
Al día siguiente finó el amigo.
Después del velorio, el entierro, el pésame a los parientes, ya en casa, pensaba, ¿habrá sido suficiente?, ¿será así como se cumplen las penitencias? Si hay Cielo y si es que llego alguna vez, lo tendré que averiguar. De paso veo qué sucedió con el amigo.
A veces pienso que tal vez lo hice zafar sobre la raya.
Y me brota una sonrisa triste por el amigo que solamente quería la extremaunción y le llevaron un cura de esos modernosos, maricones.
Juan Manuel Aragón
A 18 de junio del 2025, en Bajo Alegre. Tanteando los pomelos.
Ramírez de Velasco®
Muy bueno. Bien santiagueño.
ResponderEliminar