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Señales a buscar |
En esta nota hallará alguna explicación para conocer a fondo a alguien mirando dos lugares de su casa
Mi madre recomendaba, cuando se llegaba a una casa por primera vez, fijarse en el baño (también llamado tualé), y en la biblioteca. En esos lugares vas a saber cómo vive una familia, cómo es su higiene, si son descuidados para vivir y su manera de pensar y de encarar las cosas, decía. Hasta los 20 o 30 años le hice caso: llegaba y, si me dejaban un ratito en el living, me fijaba en los libros que tenían, al rato pedía ir al baño y ya tenía una somera radiografía de toda la familia.
La biblioteca en sí decía mucho: si los libros estaban desordenados, mal puestos o había algunos también en la mesa del comedor, significaba que los usaban a cada rato. Si estaba bien puestita, con los textos acomodados al milímetro era que ahí no se leía tanto. Si la tenían en un rincón, con los libros con polvo encima, esa gente quizás la había heredado y la tenía por tenerla nomás.
Después, claro, venía el asunto de qué libros atesoraban, qué se leía o, al menos qué habían considerado los dueños de casa que era necesario tener como consulta. Muchas eran eclécticas, como si sus dueños hubieran buscado tener varias campanas sobre una misma realidad, otras se inclinaban para un lado u otro de los infinitos platos que tiene la balanza del pensamiento y había poesía, cuentos, historia, psicología, diccionarios, en fin. Las había más de izquierda, más de derecha o con ambas tendencias reflejadas en sus obras o sus autores.
Cuando me mudé a esta casa y pude al fin, tener mi biblioteca en el living, pronto me percaté de que la pared sólo me alcanzaba para dos cuerpos de una biblioteca pequeña. Guardé los libros que no uso tanto, en placares del living y del patio. Cada vez que viene alguien y se pone a curiosear entre mis libros, antes de que diga nada, le aclaro que tengo más y le muestro que están guardados. No vaya a ser que crea que está en la casa de un palurdo que no lee.
No presto mis libros. A lo sumo si tengo dos ejemplares iguales, regalo uno a quien sé que lo va a aprovechar. Quienes los llevan prestados, luego se olvidan del préstamo. Es como que sienten el súbito impulso de leerlos, pero luego lo ponen en el asiento de atrás del auto, al llegar a la casa se olvidan, lo agarran los chicos y lo destrozan o luego se lo queda el muchacho del lavadero. Y chau, no vuelve más.
Si alguien me pide prestado uno, le digo: “Mil disculpas, no puedo, le prometí a mi padre que ese texto no saldría jamás de la biblioteca”. Pero si es alguien importante, suponga usted que viene el Papa, el Presidente, el Gobernador a casa y se pone a hojear un libro, antes de que me lo pida, se lo envuelvo y se lo regalo. Porque a personas importantes, se supone que no se las va a molestar con pedidos de devolución. Ellos, además, le darán un uso mejor del que le daré yo, pues quizás les sirva para un grave asunto de gobierno que beneficiará a toda la comunidad, dicho esto sin el más mínimo atisbo de sorna.
¿Que qué pasa si en una casa no hay biblioteca? Al principio pensaba que eran lugares en que los dueños tenían pudor de mostrar al mundo cómo pensaban y por lo tanto la tenían en otro lugar de la casa. Pero últimamente ya nadie lee, la gente considera que los libros son basura, supone que el telefonito le dará todas las respuestas que anda buscando y quizás sea verdad. Ya ni busco bibliotecas en las casas, sé que en pocas hay.
Pero nadie me privará de tener en otra consideración a los conocidos que en un lugar principal de la casa instalaron un altar del saber, fabricado con los más maravillosos inventos que ha hecho la humanidad, el abecedario y el papel.
Sin esos dos elementos hoy seguiríamos en las cavernas, dibujando chanchos del monte en las paredes.
©Juan Manuel Aragón
Sin palabras muy bueno
ResponderEliminarTal cual ! Yo no presto mis libros.la biblioteca te da un perfil de la persona exacto
Puse nombre
ResponderEliminarMuy buena nota! Pienso igual, respecto a lo que sucede. Con mirar el baño y la biblioteca de una casa, puedes conocer quienes la habitan. Un hogar no es un museo ni un muestrario, ese pequeño desorden de libros fuera de lugar o papeles, cuadernos y lapicera a mano, indican que en ese hogar se vive, se estudia, se educa, o se acostumbra a leer.
ResponderEliminarNo esperaba lo del baño jajaj
ResponderEliminarAsí es amigo. Tal cual. Una buena radiografía. Hoy en día en general no se prevee un lugar para la biblioteca. Es con del pasado. Una lástima.
ResponderEliminarMuy buena nota , me haces reír con lo del baño.
ResponderEliminarHola Juan Manuel, muy acertado tu artículo.
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