Retrato de Dora Maar, Pablo Picasso |
Una arraigada creencia moderna —en algunos sectores de la sociedad— supone que es verdad que existen los muertos vivos del vudú haitiano: bueno, no es cierto
Las películas de cowboys estuvieron de moda muchísimos años, todo un género maravilloso, en general con gente con una puntería envidiable, con la que acertaban a un indio en el centro de la frente, con un rifle y siempre desde un caballo que llevaban a la vareada. Empezaron en el cine en blanco y negro y llegaron con salud hasta bien entrada la década del 70. Eran tan populares esas cintas, que incluso se filmaron en Italia, España y en Santiago del Estero, como que Nano Gigli hizo una de propaganda de Baby King.Pero nunca nadie creyó que, al otro día de ir al Petit, al Renzi, se le aparecería un cowboy en la puerta de la casa. Ni que, de repente, habría indios invadiendo las ciudades. Amigo, ¡era cine! Hubo varias cintas sobre vampiros también, pero a nadie le salió Drácula de atrás de un eucalipto del parque para morderle el cuello.Es más, si alguien estudia en serio a los cowboys o a los vampiros de verdad, entonces verá que tienen poco que ver con el estereotipo del cine. Lo que aparece en la pantalla es mentira, lo mismo que las novelas, la pintura, la fotografía y los tremendos boleros, entre otras manifestaciones artísticas. Son ilusiones, presentaciones en un contexto distinto, a veces con muchos recortes, guiños y sobreentendidos que les dan una apariencia de realidad.El arte es espectacular, en el sentido que apela a un espejo para mostrar una parte de la realidad. Ese espejo es el ojo o la sensibilidad del artista, que deforma lo que ve, siente, oye o vive, de una manera particular y lo embellece o lo muestra de una forma distinta. Pero, va de nuevo, nadie sale a la calle esperando ver a una señora parecida al retrato de Dora Maar de Pablo Picasso. ¿Por qué?, porque es arte, amigo.
Pero el cine hace surgir la locura de gente que cree en que una película de ficción es parte de la realidad. Como las de zombis, que provienen de una incomprobable tradición haitiana que sostenía la posibilidad de que hechiceros vudú devolvieran la vida a los muertos, para convertirlos en esclavos.
Una fantasía total. Pero bajo su premisa se filmaron varias películas clase B o cine de bajo presupuesto. A veces era la que pasaban primero en el cine, cuando daban dos, un relleno, digamos. Es también un eufemismo para no decir que eran malas. También hubo algunas buenas superproducciones, por supuesto. Eran malas películas, pero seguían siendo ficciones o, como lo hemos dicho, mentiras.
La creencia en que hay zombis y en cualquier momento van a invadir el mundo, se extendió como reguero por ciertos sectores de la cultura norteamericana y, como siempre en los últimos tiempos, se puso de moda en la Argentina y en Santiago, cómo no.
Luego de la última gran película famosa de los zombis, existe incluso un temor generalizado de que invadan el mundo, empezando por Estados Unidos, que es donde siempre suceden estas maravillosas catástrofes. Que parten de la imaginación de guionistas de Hollywood, por supuesto. Ignoran a Haití de la misma forma que obviarían a Santiago para contar la leyenda de la Telesita… ambientada en Nueva York.
Está bien, luego de la cinta de los zombis hubo una enorme campaña de publicidad para vender remeras, llaveros, máscaras, de la misma manera en que se vendían revólveres de juguete y sombreros para los chicos que veían las del oeste norteamericano. Pero nadie creía en la amenaza de una invasión de cowboys en Santiago.
Por alguna extraña razón, una tara moderna quizás, un virus nuevo, una deficiencia colectiva en la educación, ahora hay gente propensa a creer en esos macaneos gloriosos, no solamente en Estados Unidos sino también aquí, como si contagiarse también las peores estupideces de allá estuviera de moda.
Imagine a un yanqui, ahora que tenemos turistas de todas partes: lo para en la calle para preguntarle dónde queda el museo de la Telesita porque vio la cinta de Martin Scorsese en el Michigan Theatre, del condado de Van Buren, Estados Unidos. Usted seguramente pensaría que anda más perdido que cebolla en ensalada de fruta, y luego lo mandaría al museo de la sachaguitarra en Atamisqui, que es lo más parecido que tenemos. Si no tiene enque, entones recomiéndole el Centro Cultural del Bicentenario, el patio del Indio Froilán, Upianita, sentarse en la plaza Libertad a ver cómo pasa la vida, cualquier cosa.
Pero aclárele que no habrá invasión de Telesitas, ni aquí ni allá.
Por las dudas.
©Juan Manuel Aragón
Muy bueno
ResponderEliminarArq lopez ramos
Me comentaron que en el interior ahy algo como un museo o monumento que se llama El Come Anca y que se está reproduciendo, no vaya ser que la invasión comience de Sgo del Estero y seamos los primeros en ver a nuestras leyendas por las calles de la ciudad . Hace poco una escritora Santiagueña escribió un libro sobre las leyendas santiagueñas con pictogramas y ahí está el Come Ancas en 4to lugar. Me causó curiosidad por que nunca había sentido nada de esa leyenda. Alguien sabe ? me podrían comentar ?
ResponderEliminarYo sí había sentido sobre ellos, no es una leyenda y andan por las calles en multitudes más numerosas que los zombies. Son producto de los políticos que eligieron y los pronuncian sin la "n"
EliminarY si pasa....
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