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MEMORIAS Un estado desolado

El Viejo

“Recuerda que el hombre hablaba cotidianamente con los dioses y respetaba y acataba su voluntad durante toda su vida”

“Ser viejo no es lo que era, la ancianidad se ha convertido en un estado desolado”, dice el hombre. Le responden que no ha de ser tan así, algunas cosas buenas deberían venir con la vejez, quizás está exagerando un poco. Responde que lo que quiere explicar es otra cosa, más allá de lo que los otros miran, pero no ven.
Explica que durante milenios los viejos se han quejado porque los jóvenes no hacían caso de los consejos de los mayores, creían que con su fuerza bastaba para vencer todos los obstáculos. En ese entonces los veteranos de la tribu daban consejos sobre los lineamientos a seguir por la comunidad, ellos habían tenido músculos fuertes y sabían cómo reaccionaban ante cada avatar de la existencia, los jóvenes apenas miraban un poco más allá del propio cascarón.
De todas maneras, el mundo no cambiaba mucho, porque también durante miles de años todos habían vivido en un paisaje determinado, sometiéndose a los rigores de la naturaleza de la misma forma y defendiéndose de las mismas alimañas con iguales armas que los antepasados. El mundo de unos y otros era esencialmente el mismo.
Hasta que un día, hace más o menos ciento cincuenta años, el asunto cambió. ¿Por qué?, porque los padres se movían a caballo y seguían encendiendo el fuego como hace milenios, mientras los hijos ya tenían electricidad. Y olvidaban en pocos años los conocimientos elementales que a los otros les había llevado cientos de años aprender y conservar, pero ya no podían transmitirlos, simplemente porque a las nuevas generaciones no les servían. Una forma de entre tantas, para hacer una chispa con que encender una fogata, un saber que se habían pasado de padres a hijos desde que había memoria, ya era nada.


Recuerda que el hombre hablaba cotidianamente con los dioses y respetaba y acataba su voluntad durante toda su vida. De repente, de un día para el otro, sólo porque sabe encender la luz con un chasquido de los dedos, suelta la mano a sus divinidades y se cree un dios que no debe dar cuenta de nada, a nadie. Nunca.
El viejo mira sonriente a los otros y dice que por eso ni siquiera sabe cómo dar un consejo, no a ellos, que no le importan mucho, sino a sus propios hijos, menos que menos a sus nietos. ¿Por qué? Porque ni siquiera saben de qué manera comunicarse. “Yo no sé lo que es vivir sin Dios, ellos no tienen más dioses que ellos mismos y con alguien así no solamente no tengo nada que ver, sino que creo que somos de otra especie”, dice.
Se queda callado.
Y ya no habla más.
Juan Manuel Aragón
A 3 de octubre del 2024, en San Javier. Visitando a Tito Jiménez.
Ramírez de Velasco®

Comentarios

  1. Una frase del poeta Belga Emile Cammaerts, que suele atribuirse al filósofo G.K. Chesterton dice : “Cuando un hombre deja de creer en Dios, no es que ya no cree en nada, sino que empieza a creer en cualquier cosa”. El artículo expresa esa realidad con el claro ejemplo de la reflexión del anciano. Y eso se nota claramente en la sociedad de hoy, que al haberse pactado de la creencia en los valores y principios morales judeo-cristianos, que resultaron en el desarrollo superlativo de la cultura occidental, ha pasado a abrazar otras creencias y profesar su fe en fanatismos ideológicos cuál sí fueran nuevas religiones. Y es así como en la actualidad se pretende de imponer cultos ideológicos basados en género, raza, alimentación, clima, etc., profesados con inusitado fanatismo.
    En cuanto al valor intrínseco de la sabiduría anciana, que también es hoy desperdiciada y descartada, tengo el honor de ser miembro de la academia de ingeniería de La Argentina, que dejándome a mi de lado, está integrada por profesionales de extensa trayectoria laboral, de investigación y académica.
    El nivelnde experiencia y conocimiento técnico, operacional e institucional de los.miembros de la academia es inmenso, son los brujos de la tribu, y sin embargo son permanentemente ignorados por los gobiernos cada vez que intentan aconsejar u orientar a la administración de turno sobre medidas de gestión que se impulsar desde los poderes del estado.
    Estoy seguro que pasa lo mismo con todas las ramas de la ciencia y es penoso que ocurra.
    Tal vez sea necesario que la sociedad y los gobernantes vuelvan a creer en los principios que hicieron grande y desarrollado a occidente, incluyendo recuperar la confianza en la experiencia de quienes han acumulado los conocimientos que necesitamos para salir adelante.

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  2. Lo describe perfecto J. B. Alverdi en su libro El Pensamiento.

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