Ir al contenido principal

HISTORIA NATURAL Bicho verde y movedizo

Lagartija verde

“Fueron milenios en los que hubo avances y retrocesos en el primer fin del mundo después de Pangea”


Siempre fui así, movedizo, nerviosito, en un momento estaba en un lugar y al siguiente había desaparecido, ráfaga verde perdiéndome entre los verdes matorrales que suelen regalar las ardientes siestas de verano a Santiago del Estero. Estoy aquí desde antes de los españoles, antes que los indios y mucho antes de los grandes quirquinchos con colas pinchudas que corrían libres por estos andurriales.
Andaba dando vueltas por el mundo cuando también lo habitaban los inmensos dinosaurios, especies desaparecidas de la faz de la Tierra, no por un supuesto meteorito o dos, sino porque así estaba dado. Eran tantos los herbívoros y tan feroces los carnívoros, que primero los unos terminaron todo el pasto disponible y después los que quedaban se comieron los unos a los otros. Bueno, no fue tan así, pero en resumidas cuentas y para no entrar en detalles, tomemos como que sí.
No fue un proceso rápido sino milenios en los que hubo avances y retrocesos en el primer fin del mundo después de Pangea, hasta que llegó un momento en que quedaban muy pocos: el golpe de gracia fueron los grandes, inmensos incendios, a veces provocados por un rayo, otras ocasiones por el calor o vaya uno a saber por qué.
De repente nos dimos con que quedábamos muy pocos, las hormigas, los mosquitos, las tortugas, mis primos los reptiles de toda clase, los cocodrilos y unos cuantitos más que todavía hoy siguen sobreviviendo. Y nosotros. Entonces, de a poco empezamos a ver otro tipo de animales, inmensos como la ballena, pequeños y adorables como los picaflores, de formas raras como el elefante o el mismísimo caballo y la cebra.  Y al final el hombre.
Por supuesto que le estoy haciendo un rapidísimo resumen de una existencia que comenzó cuando prácticamente no había vida en el universo entero. En el medio tuve mis épocas de bonanza y de escuálida pobreza, de soledad de claustro y de multitudes de animales haciéndome compañía. Pero siempre tuve presente que sobreviviría, a pesar de mis alegres colores, un rabo que a veces es más largo que el resto de mi cuerpo, mi belleza agreste y mi indestructible ego.
En las siestas santiagueños soy el ramalazo brillante que, en un momento mira al caminante desde una orilla del bosque, y al siguiente ha desaparecido por el otro lado, como si no hubiera pasado nada. Me dicen ututu en Santiago, soy ututo en Tucumán y lagartija para el resto del mundo. Existo porque mi cuero no vale medio centavo para nadie, no se extraen remedios de mi cuerpo, no es una proeza cazarme y a muchos mis brillantes colores les dan impresión, se asquean gracias a Dios.
De vez en cuando los chicos del campo, en las tórridas siestas en medio del monte, se disponen con ahínco, a cazarme, por el solo gusto de hacerlo, porque no tienen otra ocupación o están aburridos. Pocas veces nos hacen daño, somos mucho más bichos que lo imaginado. Venimos de varios mundos detrás de este, hemos visto pestes, hambrunas, sequías, inundaciones, bosques inmensos que se perdieron y desiertos que florecieron en el mismo lugar, así que un chico con una honda, no tiene mucho daño para hacernos.
Somos los duendes verdes de las siestas santiagueñas, solamente nos recuerdan para graficar el calor, soñamos un mundo verde debajo de un pobre pastizal santiagueño, leves torbellinos de todos los colores, multiplicando las maravillas de la vida y sus misterios. Somos el aliento del sol cuando aprieta a las tres de la tarde, brillando sobre el cielo más azul de Santiago. Somos la vida que sigue siendo a pesar de todo, el espacio y el tiempo de la niñez de muchos que nos vieron correr en medio de los bobadales, felices ellos, felices nosotros.
Estaremos aquí cuando todo se acabe, como estuvimos siempre y seguiremos estando cuando la vida comience de nuevo y la historia renueve la esperanza en los corazones de los que sobrevivirán a la próxima extinción masiva.
Digo, pero ojalá nadie se extinga de nuevo.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. Disfruté del relato.....gran inspiración.

    ResponderEliminar
  2. Hermosa la reflexión del ututu, me gustó su presentación ante quienes no lo conocen! Siempre me sorprendes con los temas que abordas en tus cuentos, Juan Manuel! Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. ¡Que bueno Juan Manuel! Me transportas a la infancia en el campo de mi abuelo, donde disfrutábamos mirando, corriendo detrás de alguno y sintiendo lástima al ver las catitas que cayeron del nido. De grande, ¡se acabó la novedad! Sólo miraba para ver alguna cascabel, que abundaban por otra parte . Pero ya, sin la novedad de la primera edad.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

AÑORALGIAS Santiago querido

La Secco Somera lista (a completar), de lo que hay todavía en la ciudad mágica habitada por los santiagueños, sus sueños y saudades Algunas cosas que antes sabía haber en Santiago y no hay más, se perdieron para siempre, consignadas en este sitio para que al menos quede su recuerdo. Esta lista la publiqué hace algunos años en Feibu y los amigos la completaron. 1 Helados “Kay”, más ricos no hay. 2 El auto Unión, (con motor de dos tiempos, como la Zanella). 3 Las heladeras Vol-Suar. 4 Las prohibidas del Renzi (¡Coca!, cuánto amor). 5 La bilz de Secco (la de ahora no es lo mismo, qué va a ser). 6 El Santa Ana, El Águila, empresa Robert, el Manso llegando desde el fondo del saladillo. 7 Cheto´s bar. 8 El peinado batido de las mujeres. 9 El jopo (ha vuelto, pero como mariconada). 10 La nueva ola y los nuevaoleros. 11 El Tuco Bono. 12 El departamento Matará. 13 Panchito Ovejero vendiendo billetes de lotería. 14 La Porota Alonso. 15 La Gorda de Anelli. 16 Tala Pozo. 17 Mi tata. 18 Panadería L

LEYENDA El remís con chofer sin cabeza

Imagen de Facebook de David Bukret Un misterioso auto circula por las calles de Santiago y La Banda: un caso que está dando que hablar en todos lados Un hombre detiene su motocicleta en el parque Aguirre, lleva una mujer atrás, son las 3 de la mañana. Se apean debajo de un eucalipto, justo cuando empiezan a besarse aparece un auto, un remís que los encandila y se queda parado, como esperando algo. Ella pega un grito: “¡Mi marido!”, suben de nuevo a la moto y se van. Antes de irse, el hombre observa que en el remís no hay nadie, parece vacío, pero ya ha acelerado, a toda velocidad y no se va a detener. Ha pasado varias veces, según cuentan los parroquianos en el café con nombre y apellido, en una historia que va pasando de mesa en mesa, repitiéndose todos los días con más detalles. Las mentas hablan de un remís que aparece de manera impensada, no solamente cuando detecta traiciones amorosas, sino que asustó a varios muchachos que andaban trabajando de noche en casas que no eran las suya

EVOCACIÓN El triste final de la Dama de Hierro

Mercedes Marina Aragonés El recuerdo para quien el autor de esta nota llama Dama de Hierro, algunas anécdotas y la apreciación sobre una personalidad controvertida Por Alfredo Peláez No fue el final que posiblemente soñó en sus años de poder y esplendor. Cuando el nombre Nina paralizaba hasta el más taimao. Se fue en silencio, casi en puntas de pie, como vivió sus últimos años. Muy pocos lloraron a Marina Mercedes Aragonés de Juárez, la dama que supo ser de hierro, en tiempos idos. Seguramente coqueteó en esos años con un funeral al estilo Evita, con su féretro en el salón principal de la Casa de Gobierno, o en el Teatro 25 de Mayo, y largas colas de santiagueños para darle el último adiós. Pero solo fueron sueños de diva. Nada de eso ocurrió. Los diarios santiagueños apenas se hicieron eco de su fallecimiento. Al fin y al cabo, más importante eran los 470 años del pago que ella intento domesticar a rienda corta y chicote. Quedarán miles de anécdotas que la tuvieron como protagonista.