Nostradamus |
La gente que de verdad tiene esos sueños premonitorios y los cuenta antes de que suceda el augurio, no tiene muy claro por qué lo saben
El chiste del adivino es viejísimo. Llega un cliente a su negocio y le pregunta: “¿Qué anda necesitando?”. Y el otro responde: “Dígame usted”. No habría necesidad de explicarlo, salvo porque todos los días se dan casos de gente que supuestamente sabía exactamente lo que sucedería en un determinado lugar, pero se lo guardó y no lo dijo por alguna causa banal. Sí che, vení contame.Los clarividentes de toda clase, son quienes andan por la vida diciendo: “Yo se los dije”, “si me hubieran hecho caso”, “lo supe desde siempre”, “tuve un presentimiento”, “¡no!, si parece que soy brujo”, “apenas lo vi, me di cuenta”, “tengo un sexto sentido, pero no le hice caso”, “esa persona no me gustó desde el principio, pero”.Son todas pamplinas que se actúan para el gallinero, pues quienes estaban en el asunto, saben que, de haber tenido una sola duda sobre la situación, la habrían manifestado. Quizás algo los alertó de lo que sucedería, pero de una manera difusa y como vieron que el resto no veía lo que ellos, se quedaron callados. Lo que sucede en casi todos los casos, es que nadie sabía lo que se venía.Cuando vino el coronavirus nadie sabía lo que estaba por llegar, nadie tenía una puta idea, el mundo venía bien y no se iba a desviar de su camino, no tenía por qué. ¿Quién se imaginaba un apagón masivo de quince días y un reinicio como el que siguió?
Hay quienes sostienen que Nostradamus lo predijo, pero el tipo escribía tan retorcidamente sus cuartetas que se entienden de una forma o para el lado de los tomates y todas serán correctas. Dicen que temía que la Iglesia lo persiguiera para acusarlo de hereje. Por eso omitió palabras clave, les agregó frases enigmáticas, con apócopes, metátesis, que es cambiar una palabra por otra parecida y anagramas: el cambio de un término por otro con las mismas letras.
Los adivinos que son consultados por algunos medios de prensa todos los años, buscando títulos como “Fulanito de Tal predice un buen año para los piscianos”, no dijeron una palabra sobre lo que se venía, no lo anunciaron, no lo previeron, no dieron señales, no lo señalaron. Nada.
La gente que de verdad tiene esos sueños premonitorios y los cuenta antes de que suceda el augurio, no tiene muy claro por qué lo saben. Quizás sea que el inconsciente acomoda las cartas que todos tenemos, pero no tenemos cómo ver. En una de esas, de una misteriosa manera, alguien olió la muerte de una persona querida, el regreso de un hijo, la catástrofe de un familiar. Pero no hay nada de mágico en esos hechos.
Si su perro sabe desde dos cuadras antes, que usted está llegando es que lo oyó con su finísimo oído, lo olió o sintió el ruido de su auto, don, que es distinto al de todos los demás, incluso de su misma marca y modelo. No hay magia en eso. Ni intuición perruna.
En la gente es como si el inconsciente fuera sumando: dos más dos es igual a cuatro, más seis es diez, menos dos es ocho y de repente, larga lo que sabe porque justo soñó eso que iba a pasar o lo supo sin saber cómo. Para su mente estaba ahí, sólo tenía que salir.
Como esos a quienes se les plantea un hipotético caso: qué harían si les fuera dado leer el diario de mañana, pero solamente les mostraran una noticia. Muchos sostienen que mirarían la nota principal de portada o los artículos sobre deportes. ¿Qué leería yo, pregunta? Me fijaría en el número que figura a la cabeza en la tómbola y si estoy seguro de que es el diario del día siguiente, le jugaría hasta el calzoncillo.
Pero no va a suceder.
Una pena.
©Juan Manuel Aragón
PS. Haga el favor, abajo en los comentarios escriba el número que saldrá en la tómbola hoy. Si le acierta, no olvide de ir a cobrarlo.
Muy bueno Juan.
ResponderEliminarY en la quiniela el que juega por necesidad pierde por obligación. Pero como tantos obligados hay que jugar al dinero a ver si regresa. Y tendremos las intuiciones de animales pero nos cuidamos por la vergüenza de lo.racional
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