Maestra de campo, su poema
El 19 de diciembre de 1935 nació Luigi Landriscina, Luis Landriscina, en Colonia Baranda; Chaco. Es un humorista, actor y cuentista, con un estilo narrativo y un humor basados en los usos y costumbres regionales del país. Trabajó en cine, teatro, televisión y radio. También hizo automovilismo deportivo y periplos.Es el séptimo de ocho hermanos, hijo de Luigi Landriscina, agricultor, y Filomena Curci, quienes tras casarse emigraron de Italia hacia l Argentina (primero el padre, porque la madre estaba embarazada de Isabel). Ella arriba con Pascual, de dos años, e Isabel, de diez meses. Posteriormente Rosa nace en Lanús. Los cinco parten para Chaco y Clara nace al llegar.A los 20 meses de edad murió su madre al dar a luz a su hermano Nicolás, y pasó a ser criado por sus padrinos, Margarita Martínez y Santiago Rodríguez.
Cursó la escuela primaria en Villa Ángela y Resistencia, y de joven se destacó por su habilidad como narrador de historias populares y costumbristas, siempre con una pincelada de buen humor.
En 1962, contrajo matrimonio con Guadalupe Mancebo, y ese mismo año nació su primer hijo, Gerardo Dino.
En 1964, formó parte de la delegación de la provincia del Chaco en el Festival de Cosquín, cuando recibió el premio Revelación como cuentista y recitador. Ese galardón fue el inicio de su carrera artística que le ha valido reconocimiento nacional e internacional.
En 1966, se instala en la ciudad de Santa Fe para participar junto a un gran elenco del programa de inauguración de Canal 13. Al poco tiempo hizo un programa dominical en sus estudios, que se llamaba "De todo con Landriscina", con mucho éxito en el litoral argentino. Ese año en Santa Fe también nació su segundo hijo Fabio Adrián, y a partir de 1967, se radicó en Buenos Aires.
Hoy vive en Santa Ana, balneario del departamento Colonia, en Uruguay.
Su poema "Casi gringo" es un resumen autobiográfico pleno de sentimientos: "Yo soy del Chaco argentino, // nacido en esta región, // soy tan hijo de esta tierra // que me siento emparentado // al quebracho colorado // y al capullo de algodón”.
Uno de los aspectos más perdurables de su arte ha sido su interpretación del personaje Don Verídico, creado en 1962 por el libretista y humorista uruguayo Julio César Castro (Juceca).
"Juceca" escribió varios libros de cuentos con Don Verídico, que, a través de presentaciones en vivo, televisión, teatro y cine convirtió al personaje rural en uno de los más famosos exponentes del humor simple, desconfiado y emotivo; y también escribió otros libretos que Landriscina supo contar durante casi 25 años.
Maestra de campo
Luis Landriscina
Por la pereza del tiempo
el otoño estaba tibio,
ya que en el Chaco, el verano
es como dueño del sitio.
Y a veces demora en irse
sin importarle el destino.
Por eso es que aquella tarde
cuando bajó en la estación
del lerdo tren en que vino
su cuerpito era una brasa
por nuestro clima encendido.
Y se quedó en el andén
como asustada y con frío
por ser mucha juventud
pa´terreno tan arisco.
A más mujer, buenamoza
y en pago desconocido.
Y allí se quedó parada
en vago mirar perdido por,
por querer disimular
su temor a estar tan sola
y sin saber el camino.
Pero al momento nomás,
las toscas manos de un gringo,
callosas de tanto arar
y de pelearlo al destino
se acercaron bondadosas
y con ternura de niño
le dieron la bienvenida
en nombre de la escuelita
que hace mucho la esperaba
triste en el medio del monte
pa que alegrara a sus hijos.
Subieron al viejo carro
de aquel colono sufrido,
y comenzaron a andar
entre una nube del polvo
por el reseco camino.
Cuando llegaron al rancho
la noche ya había encendido
sus farolitos del cielo
y el canto triste del grillo,
y fue por eso tal vez
que entre las cuatro paredes
de aquel su humilde cuartito
una angustiosa tristeza
entraba a clavar cuchillos
como queriendo matar
esa noble vocación
que en su pecho había nacido.
Pero llegó la mañana
y el sol con todo su brillo
desdibujó las tinieblas
que habían querido torcer
las huellas de su destino.
Y aunque llorando por dentro
masticando soledad
en aquel lejano sitio
puso firmeza en el paso
y fue a buscar el amor
de aquel puñado de niños
que hace mucho la esperaba
en la escuelita de campo
clavada en Pampa del Indio.
Y desde entonces su vida
se hizo horcón de guayacán
se hizo paredes de adobe
se hizo terrón para el quincho
y armó con todos sus años
aquel rancho para el alma
con un letrero invisible
que decía en letras de amor
"Aquí hay saber y cariño".
Y fueron 30 los años
y fueron muchos los niños
que luego se hicieron hombres
y mandaron a sus hijos.
Ella, ella no pudo tenerlos
porque la flor de su vida
se marchitó entre los montes
y nunca llegó el amor
a golpear en la ventana
de su rancho de cariño.
cuando bajó en la estación
del lerdo tren en que vino
su cuerpito era una brasa
por nuestro clima encendido.
Y se quedó en el andén
como asustada y con frío
por ser mucha juventud
pa´terreno tan arisco.
A más mujer, buenamoza
y en pago desconocido.
Y allí se quedó parada
en vago mirar perdido por,
por querer disimular
su temor a estar tan sola
y sin saber el camino.
Pero al momento nomás,
las toscas manos de un gringo,
callosas de tanto arar
y de pelearlo al destino
se acercaron bondadosas
y con ternura de niño
le dieron la bienvenida
en nombre de la escuelita
que hace mucho la esperaba
triste en el medio del monte
pa que alegrara a sus hijos.
Subieron al viejo carro
de aquel colono sufrido,
y comenzaron a andar
entre una nube del polvo
por el reseco camino.
Cuando llegaron al rancho
la noche ya había encendido
sus farolitos del cielo
y el canto triste del grillo,
y fue por eso tal vez
que entre las cuatro paredes
de aquel su humilde cuartito
una angustiosa tristeza
entraba a clavar cuchillos
como queriendo matar
esa noble vocación
que en su pecho había nacido.
Pero llegó la mañana
y el sol con todo su brillo
desdibujó las tinieblas
que habían querido torcer
las huellas de su destino.
Y aunque llorando por dentro
masticando soledad
en aquel lejano sitio
puso firmeza en el paso
y fue a buscar el amor
de aquel puñado de niños
que hace mucho la esperaba
en la escuelita de campo
clavada en Pampa del Indio.
Y desde entonces su vida
se hizo horcón de guayacán
se hizo paredes de adobe
se hizo terrón para el quincho
y armó con todos sus años
aquel rancho para el alma
con un letrero invisible
que decía en letras de amor
"Aquí hay saber y cariño".
Y fueron 30 los años
y fueron muchos los niños
que luego se hicieron hombres
y mandaron a sus hijos.
Ella, ella no pudo tenerlos
porque la flor de su vida
se marchitó entre los montes
y nunca llegó el amor
a golpear en la ventana
de su rancho de cariño.
La escuela, la escuela
le había pedido
hasta ese sacrificio
que se quedase soltera
porque precisaba intacto
todo el amor que tuviera
para entregarlo a los chicos.
le había pedido
hasta ese sacrificio
que se quedase soltera
porque precisaba intacto
todo el amor que tuviera
para entregarlo a los chicos.
Y en eso, en eso de darlo todo,
un tibio día recibió
en una nota oficial
algo que la estremeció:
después de mucho esperar
el concejo le anunciaba
que había sido jubilada
en premio por su labor.
¿Era premio o era castigo?
Mil veces se preguntó.
No se vaya señorita,
quédese a vivir aquí,
si nosotros la queremos
por qué se tiene que ir.
Esas voces y unas manos
que se agitaban sin ruido
fueron únicos testigos
de aquella amarga partida.
Ella entraba en el olvido
allí dejaba sus años
allí dejaba su vida.
La polvareda del sulky
y manitos color tierra
fueron su único homenaje
en aquella despedida.
¡Adiós señorita Rosa!
¡Adiós maestra de campo!
En usted a todos les canto
los maestros de mi tierra
no sé si mi estrofa encierra
y expresa lo que yo siento,
pero tan solo pretendo
oponer a tanto olvido
mi simple agradecimiento,
ya que la Patria les debe
el más grande y merecido
de todos los monumentos.
El poema es uno de los tantos botones de muestra del profundo conocimiento de las cosas del país que siempre mostró Landriscina en sus cuentos y en sus pocos pero siempre muy buenos poemas.
©Juan Manuel Aragón
un tibio día recibió
en una nota oficial
algo que la estremeció:
después de mucho esperar
el concejo le anunciaba
que había sido jubilada
en premio por su labor.
¿Era premio o era castigo?
Mil veces se preguntó.
No se vaya señorita,
quédese a vivir aquí,
si nosotros la queremos
por qué se tiene que ir.
Esas voces y unas manos
que se agitaban sin ruido
fueron únicos testigos
de aquella amarga partida.
Ella entraba en el olvido
allí dejaba sus años
allí dejaba su vida.
La polvareda del sulky
y manitos color tierra
fueron su único homenaje
en aquella despedida.
¡Adiós señorita Rosa!
¡Adiós maestra de campo!
En usted a todos les canto
los maestros de mi tierra
no sé si mi estrofa encierra
y expresa lo que yo siento,
pero tan solo pretendo
oponer a tanto olvido
mi simple agradecimiento,
ya que la Patria les debe
el más grande y merecido
de todos los monumentos.
El poema es uno de los tantos botones de muestra del profundo conocimiento de las cosas del país que siempre mostró Landriscina en sus cuentos y en sus pocos pero siempre muy buenos poemas.
©Juan Manuel Aragón
El genial don Luis Landriscina!!!!
ResponderEliminar