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CIENCIA Siete Mares y las maravillas del mundo

La Nóblex Siete Mares

En un tiempo las radios fueron un maravilloso artilugio que traía la modernidad: abría la cabeza a realidades distintas al otro lado del mundo

La Nóblex “Siete Mares” fue quizás el primer aparato tecnológico del mundo moderno que hubo en casa, después de la olla Marmicoc, por supuesto. Maravilla de la ciencia, pues servía para oir la Eleveonce y Radio Nacional de Santiago del Estero, y cualquier otra emisora alrededor del ancho mundo.
Traía un mapita y una especie de reloj que permitía, poniéndole la hora local, saber qué hora era, en ese mismo instante, en Pakistán, Barcelona, las Islas Maldivas, El Cabo. Uno sabía si allá eran las 8 de la noche, las tres de la mañana, el mediodía, a la misma hora que Santiago dormía la siesta. No solamente eso, con un poco de suerte se podían sintonizar radios de lugares lejanísimos, en idiomas completamente desconocidos, en olas que traían clarita la transmisión y luego la perdían. Era suficiente para considerarse un moderno viajero sin valijas ni pasaporte, en un mundo que, aunque no lo sabíamos, venía cambiando a galope tendido.
De noche la radio se poblaba de innumerables voces de países cercanos y lejanos. Le cuento una infidencia, me encantaba oir las transmisiones de fútbol de los brasileños, quizás porque me hacían reir esas expresiones de un idioma que parece hecho en joda. Pero, corrías apenas un toquecito el dial y podías estar oyendo una música extraña y bella, quién sabe de qué país, hasta que se iba del todo.
No había silencio posible en las noches de la “Siete Mares”, ahí nadie se callaba, todos tenían algo para decir, para mostrar. El mundo entero se ponía a los pies de cualquiera para que oyera su música, supiera de sus costumbres, entrara a su realidad latente de todos los días.
Oyendo emisoras lejanísimas cualquiera sabía que “Radio Caracol” no era una metáfora de quien lleva su casa, su habla por todo el mundo, sino que tenía un significado tan pedestre como “Cadena Radial Colombiana”, que lo tiró. Radio Nacional de España tenía unos programas magníficos, con informativos que explicaban su realidad política, social, económica de una manera simple y sencilla, como si la estuviera contando el gallego de la otra cuadra.
Por otra parte, las locutoras de la Argentina eran damas con voz preciosa, mucha sapiencia y comentarios siempre atinados, los locutores, caballeros con conocimiento de la vida, atildados, atentos, cultos. Y a ninguno jamás se le escapaba una palabrota. Pero eso era en todo el país, radios de San Juan, Neuquén, Jujuy, Misiones, tenían una presencia distinta, un lujo haber vivido en ese tiempo para sintonizarlos y aprender, por supuesto.
Como le dije, éramos niños, por ahí en la onda de 19 metros, se oían los radiofaros, como para quedarse pensando en el barco o el avión que los tendría sintonizados para no pegarse contra la costa o no encallar en algún banco de arena; es decir, mientras uno terminaba de hacer los deberes para la escuela, por ahí el capitán de un buque de pesca en altamar, a esa misma estaba oyendo lo mismo. Era emocionante cavilar en asuntos así, amigo.

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Todavía recuerdo el día que trajeron la radio a casa. No había nadie y la recibió mi padre que abrió la caja, la enchufó y trató de encenderla, hasta que renunció: no entendía para qué era cada botón. Cuando llegamos, dijo:
—No funciona, no la he podido prender.
Mi hermano menor le movió un botoncito colorado que tenía abajo medio al costado y mágicamente empezó a funcionar. Mi padre quedó con la boca abierta y dijo algo así como que los jóvenes veníamos, ya entonces, con una inteligencia superior, nacíamos sabiendo cómo hacer que funcione una radio.
Otra cosita, en ese tiempo daba gusto oir cualquier radio de la Argentina, porque si sus dueños o su personal tenía alguna inclinación o simpatía política, se intentaba al menos que no se note y nadie se percataba, todas parecían uniformes, en el sentido de que no eran groseras a la hora de manifestar lo que pensaban. Por eso en todas desfilaban políticos de uno y otro partido y gente que opinaba de una u otra manera. No como ahora que los unos van a unas y los otros a las otras. Todos iban a todas y en todas se sentían en casa, porque les preguntaban bien, sin mala intención, sin tratar de hacer que pisen el palito.
Pero, me estoy yendo de tema. Porque en esas radios aprendíamos a ver que el mundo era de todos los colores y tenía formas que no hubiéramos imaginado ni en nuestros sueños más estrafalarios, no era como ahora, que unos medios de comunicación son blancos y otros negros, todos tenían lo suyo.
Si querías oir música, Radio Nacional, ibas derecho ahí sabiendo que a cualquier hora del día pasarían lo mejor de cada género, las transmisiones de fútbol de Eleveonce, con Rogelio Jorge Llapur, eran las mejores del país, tanto, que muchos tucumanos las oían, así fueran de partidos que no les interesaban, sólo porque les gustaba la voz y la forma de relatar los partidos. A mi abuelo le gustaba la LV12 de Tucumán, que al mediodía anunciaba “Jabón La Mariposa, da la hora” y sabíamos que debíamos almorzar, además y no tenía problemas en tener una propaganda que dijera, con suma incorrección política: “Los niños juegan, y juegan y juegan, van de paseo, van a la escuela, con los zoquetes y con las medias, Ciu-da—dela”.
Digo, todo ese infinito cosmos se abrió para muchos con un simple aparato receptor de radio, porque en la imaginación de cada uno caben ideas que no es posible expresar de manera simple.
Quizás el presente sea hijo de aquellas artificios que llegaban al consumo popular como un prodigio de la ciencia puesto al servicio de la humanidad que, dicho sea de paso, se encaminaba a paso redoblado hacia relaciones más aéreas, difusas, móviles, volátiles, líquidas, Pero es otra historia, me parece.
Juan Manuel Aragón
A 10 de julio del 2024, en el Vinalar. Agregando carbón al trebe.
Ramírez de Velasco®

Comentarios

  1. Cristian Ramón Verduc10 de julio de 2024, 8:05

    "¡Ah, tiempos! Si era un orgullo..." escuchar radio. ¡Qué calidad, señor!

    ResponderEliminar
  2. Y radio Colonia que era de Uruguay!!

    ResponderEliminar
  3. Locutor de radio era una profesión que tenía una alta exigencia de preparación y formación, además de educación y conocimiento general geopolítico.
    Hoy cualquier improvisado se declara conductor de programa o locutor con sólo tener un espacio en internet, y ante la competencia, las radios y canales contratan también gente formada de oido o por google, que se quiera poner ante una cámara o micrófono.

    ResponderEliminar

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