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SOLEDAD Dulce compañía

Hernán Figueroa Reyes, Solitario
Somero análisis de una situación que se repite en la vida de mucha gente, los que están solos y eligen una vida que no es la del común de los mortales

Vivir solo cuando es voluntario, no es malo. En algunos casos es altamente conveniente. Estar con uno mismo todos los ratos libres del día no es necesariamente una circunstancia adversa. Uno se acostumbra a los sonidos del propio silencio, siente sus pasos en cada rincón de la casa y decide darse al ocio, al trabajo, a la lectura o a la cuenta de los latidos del corazón.
Es tener las riendas de las compañías de los otros, darse cuenta de cuándo buscarse con ellos y en qué momento retirarse sin hacer ruido al cerrar la puerta. Si la calle está a pocos pasos de la casa, hay que saber qué banco de plaza elegir para sentarse a leer un buen libro, tranquilo, oyendo el canto de los pájaros, el rumor de la calle.
Por un lado, la vida moderna muchas veces entrega soledad no deseada, a manos llenas, en un mundo repleto de ruidos y por el otro ofrece pobres paliativos para llevarla adelante: la televisión, la bebida, los animales eufemísticamente llamados mascotas, las compañías pagadas, el juego u otras clases de onanismos más o menos aceptadas.
Pero solamente está solo el que está solo, es decir el que no busca compañía, el que no anda mendigándola por todas partes y por alguna razón, no la encuentra. Para hacer de la soledad un estado del alma, y también del cuerpo, hay que proponérselo y practicarla durante un tiempo más o menos prolongado. Dicen que deja de ser turista quien vive un año o más en un lugar que no es su domicilio habitual. Entonces, la soledad, para ser tal, podría decirse que debe durar al menos 365 días. Si no, sería un aislamiento temporario, un retiro o hacer turismo en el propio cuero.
El hombre refinado disimula su soledad, no hace ver a los demás su situación, la esconde. Sabe que el resto del mundo tiene su estado como algo necesariamente indeseable y al enterarse, le propondrá soluciones fáciles, frívolas: buscarse un amor, hacer un deporte, bailar, asistir a lugares con mucha gente, practicar filatelia, hacer amistades en las paradas de colectivos, en la antesala de los médicos, en los ascensores. El verdadero solitario rechaza esas insinuaciones simplemente porque no sufre su estar siendo sin nadie al lado, tampoco lo disfruta o lo goza, lo tiene como algo normal. Así vino rodando la taba de su vida, y qué.

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La sombra de la sombra de los antepasados siempre va con el solitario, a veces haciéndole una compañía molesta. Es el estar tranquilamente valiéndose de sí mismos, de quienes no desean un ejército para hacer frente a sus recuerdos, saudades y melancolías. Se bastan solos para poner el alma como escudo y dar la pelea a sus fantasmas, sus miedos, sus cavilaciones, sus grandes dudas y sus pobres certezas.
No es la soledad la que lo define sino el hombre el que pone sentido a su propio contexto sin compañía. Es una tortuga que cuando quiere sale del cascarón, visita a un amigo, se junta con otros, asiste a un bar a conversar con sus contertulios, pero en el fondo sigue solo. Y nadie diría, de sólo verlo, que en la casa no lo espera nadie, ni una mujer ni hijos ni un perro. Nadie sabe que en ese instante lo mantiene vivo un estado de razonable bienestar.
No está solo el que trabaja.
No está solo el que crea.
No está solo el que descansa.
No está solo el que piensa.
No está solo el que medita.
No está solo el que lee.
No está solo el que ora.
Estar solo no es ser alguien taciturno.
Estar solo no es andar ensimismado.
Estar solo no es verse triste.
Estar solo no es un vivir doliente.
Estar solo no es gritar apenado.
Nunca está solo el que reza.
Nunca está solo quien teme a Dios.
Nunca está solo el que espera a Dios.
Nunca está verdaderamente solo quien se ha preparado para enfrentarlo.
©Juan Manuel Aragón
Árbol de Manogasta, 10 de agosto del 2023

Comentarios

  1. Muy bueno!!
    Algunos hemos aprendido a ser "capitán de muestra alma", como dice el poema Invictus, escrito por el poeta inglés William Ernest Henley (1849-1903) en 1875.

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  2. Muy bien escrito Juan. Pusiste en palabras una realidad a la que no es fácil ver ni llegar. 🙏🙌🌷

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  3. Qué hermosas palabras! Ojalá muchos aprendan que vivir solo es disfrutar de otras cosas, y no tiene trazos de angustia ni de tristeza sino de gozar de la música, un buen libro, la escritura, y los pensamientos enriquecedores.

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