Bernardino Rivadavia |
El 21 de diciembre de 1822 Bernardino Rivadavia suprime las órdenes religiosas, pues veía en ellas un peligro para sus ideas liberales
El 21 de diciembre de 1822 Bernardino Rivadavia suprimió las órdenes religiosas, pues veía en ellas un peligro para sus ideas liberales.La historia dice que el 5 de febrero de 1821 había arribado a Buenos Aires el viajero inglés Alexander Caldcleugh, que en 1825 publicó en Londres un libro de memorias y observaciones sobre sus viajes por América del Sud. Allí dice:
“Un asunto que ha merecido mucha atención a Rivadavia es la situación de la Iglesia y su disciplina. Es bien sabido que durante la dominación española en América del Sud, la Iglesia y las órdenes monásticas poseían inmensas propiedades. El rey era jefe de la Iglesia, y tal potestad le había sido delegada por el Papa en la época de la conquista. Como consecuencia, correspondían al tesoro real los diezmos y otros recursos eclesiásticos que el Rey en España no podía reclamar para sí.En América abundaban los conventos de monjas y frailes. Si exceptuamos a los jesuitas –y desde la expulsión de éstos los franciscanos encargados de la enseñanza (según Caldcleugh), los otros religiosos eran inútiles y representaban los zánganos de una sociedad naciente.
Cuando comenzó la Revolución, en el país no había servicios religiosos del obispo de Buenos Aires, pues era sufragáneo de la sede de Lima. El gobierno se declaró cabeza de la Iglesia, invocando curiosas razones, suministradas por los ministros eclesiásticos a quienes se pidió dictamen. En 1815 se le pidió al Papa que arreglara la situación de la Iglesia, y su Santidad se rehusó a hacerlo.
La primera iniciativa de Rivadavia al subir al poder, fue cortar las alas al clero y cercenar su influencia. Creía que las congregaciones religiosas conspirarían contra sus planes como lo habían hecho en los países católicos.
Puso un límite al ingreso de órdenes religiosas y prohibió que entraran a la provincia sin una autorización del gobierno. Después envió a la Cámara de Representantes una serie de proyectos para llevar adelante sus designios. Al mismo tiempo preparaba los espíritus para la reforma mediante una propaganda de prensa y provocó animadversión contra los malos hábitos de las órdenes religiosas.
Entonces nombró una Junta que se incautó de las rentas de todos los conventos y formó un padrón de los enclaustrados. Después abolió los diezmos y quedó establecido el nuevo régimen de la Iglesia: desde entonces sería gobernada por un Deán con sueldo de dos mil pesos y cuatro presbíteros con sueldo de mil seiscientos pesos.
A los religiosos enclaustrados ya no les fue permitido hacer votos hasta la edad de 25 años y aun así con expresa licencia del gobierno.
A fines de 1822, presentó a la Cámara un proyecto para que ningún convento pudiera albergar más de treinta enclaustrados ni mantenerse con menos de dieciséis. Al aprobarse debieron cerrarse varios conventos. Se dispuso también, que los religiosos de las casas suprimidas recibieran un estipendio de doscientos cincuenta pesos cuando tenían menos de cuarenta y cinco años y trescientos pesos cuando sobrepasaban esa edad.
Quedaban autorizados para establecerse en el lugar que eligieran. Las capillas de las casas suprimidas fueron convertidas en iglesias parroquiales y provistas de todo lo necesario para que los oficios religiosos se celebraran con esplendor hasta entonces desconocido.
Los únicos monasterios autorizados eran en 1821 los franciscanos, mercedarios y predicadores; como conventos, los de Santa Catalina, con treinta miembros, y el de capuchinos. Los nombres de los religiosos secularizados fueron dados a la publicidad en la Gaceta del gobierno. Muchos fueron compelidos a abandonar sus conventos. Esta medida fue muy osada, aunque se llevó a cabo con pocas protestas…
©Juan Manuel Aragón
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