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2006 ALMANAQUE MUNDIAL Elecciones

Daniel Ortega y su sepora esposa Rosario Murillo

El 5 de noviembre del 2006 Daniel Ortega triunfa en las últimas elecciones generales limpias de Nicaragua

El 5 de noviembre del 2006 triunfó José Daniel Ortega en las últimas elecciones generales limpias de Nicaragua. Asumió el 10 de enero del 2007 y mantiene el poder desde entonces. Desde el fin de la revolución sandinista, en 1990, había gobernado la derecha y esta elección, con el 38 por ciento de los votos significó la primera presidencia de un partido de izquierda dentro de la democracia institucional nicaragüense y la segunda vez que Ortega llegaba a la presidencia de su país.
Nicaragua fue gobernada históricamente por partidos de centroderecha o derecha. Desde los tiempos de los antagonismos entre Demócratas y Legitimistas, pasando por los períodos de conservadores y liberales, este bipartidismo estructuró la política nacional, con excepción del breve período revolucionario sandinista entre 1979 y 1990. A partir de las elecciones del 2006, el escenario político se polarizó entre el Frente Sandinista, liderado por Ortega, y las fuerzas antisandinistas agrupadas bajo la denominación de Fuerzas Democráticas.
Tras la derrota electoral de Ortega ante Violeta Chamorro en 1990, siguieron dieciséis años dominados por gobiernos conservadores. Durante este período, Ortega perdió en tres ocasiones consecutivas contra distintos candidatos. El bipartidismo se consolidó entre el Partido Liberal Constitucionalista y la Alianza Liberal Nicaragüense, aunque esta alianza se fracturó poco después de expulsar al Frente Sandinista del poder.
A su vez, el Frente Sandinista también experimentó divisiones internas, con el Movimiento Renovador Sandinista atrayendo a una parte significativa de sus potenciales independientes.
En enero del 2000, se pusieron en marcha reformas electorales como resultado de un pacto entre el Partido Liberal y el Frente Sandinista, redefiniendo las reglas del juego político. Entre las principales modificaciones, se reduce el porcentaje necesario para ganar una elección presidencial del 45 al 40 por ciento. Esta ley electoral estipulaba que un candidato debía obtener al menos el 40 por ciento de los votos para ganar en primera vuelta. Pero también podía ganar con un 35 por ciento de los votos siempre que mantuviera al menos un 5 por ciento de ventaja sobre el segundo candidato más votado. La ley también introdujo la posibilidad de una segunda vuelta en caso de que ningún candidato alcance el umbral requerido en la primera instancia. Además, cualquier partido que obtuviera menos del 4 por ciento de los votos en una elección general corría el riesgo de perder su estatus oficial.
El resultado de las elecciones del 2006 no solo reconfiguró el mapa político de Nicaragua, sino que también tuvo repercusiones significativas a nivel regional. En un contexto hispanoamericano en el que varios países optaban por líderes y partidos de izquierda, la victoria de Ortega consolidó una tendencia regional conocida como la "marea rosa". Este fenómeno político reflejaba un cambio hacia gobiernos que promovían políticas sociales más inclusivas y una mayor autonomía frente a las potencias extranjeras.
El triunfo electoral del 2006 también generó intensos debates tanto a nivel nacional como internacional. Sus críticos señalan preocupaciones sobre el retroceso democrático y el resurgimiento de prácticas autoritarias asociadas con el período sandinista anterior. Sin embargo, sus partidarios destacaron su compromiso con la justicia social y la soberanía nacional, defendiendo su retorno al poder como un paso hacia la revitalización de las políticas progresistas que caracterizaron la primera etapa del sandinismo.
Las elecciones del 2006 en Nicaragua marcaron un punto de inflexión en la historia política del país, que no solo redefinió el equilibrio de poder interno, sino que también resonó en toda América Hispana como parte de un movimiento más amplio hacia la izquierda política en la región.
Desde entonces Ortega acudió a los más diversos artilugios para mantenerse en el poder, incluyendo el encarcelamiento o la persecución política a todos los opositores, un enfrentamiento feroz con la iglesia católica local y el empobrecimiento del pueblo.
Juan Manuel Aragón
Ramírez de Velasco®

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