Soldados rebeldes en una calle de Hama, Siria |
Los rebeldes que derrocaron el régimen de Bashar al Asad dirigían una gestión pragmática y disciplinada en el territorio que controlaban
Por *Neil MacFarquhar
y *Justin Scheck
en el New York Times en español
Cada otoño, cuando los agricultores de las colinas zigzagueantes de tierra roja de la provincia de Idlib, en el norte de Siria, recogen sus cosechas de aceitunas, suelen encontrar al menos a un representante de la autoridad fiscal local apostado en alguna prensa de aceite.
El recaudador se lleva al menos el 5 por ciento del aceite; los agricultores se quejan de que no hay excepciones, ni siquiera en los años de cosecha escasa.Los recaudadores trabajan para el gobierno civil establecido bajo Hayat Tahrir al Sham, el movimiento rebelde que acaba de encabezar el derrocamiento abrupto de la dinastía Al Asad, que se había prolongado 54 años. El grupo islamista administra gran parte de la provincia de Idlib, en manos de la oposición, desde 2017.Medidas como el impuesto sobre el aceite de oliva, introducido en 2019, han provocado protestas e incluso, ocasionalmente, enfrentamientos armados y detenciones.
Sin embargo, el Gobierno de Salvación de Siria, como se conocía a la gestión de Idlib, persistió. Gravaba las mercancías que entraban en su territorio y generaba ingresos mediante la venta de combustible y la gestión de una empresa de telecomunicaciones. También controlaba la economía local mediante programas de regulación de licencias que se parecían mucho a los de un gobierno convencional, y demostró que era bastante hábil en la gestión de esas finanzas para incrementar sus operaciones militares y prestar servicios civiles.
El retrato del grupo rebelde que se detalla en este artículo se obtuvo a partir de entrevistas con expertos, representantes de organizaciones humanitarias y otros organismos que trabajan en el territorio bajo su control, residentes locales e informes de las Naciones Unidas o de centros de pensamiento.
Desde 2017, Hayat Tahrir al Sham y sus organizaciones afiliadas, con el objetivo de ampliar su poder, crearon un cierto nivel de estabilidad en Idlib, gobernando con pragmatismo y disciplina. Aunque el grupo mantuvo el control general, gobernó a través de una autoridad civil con 11 ministerios, lo que le permitió concentrarse en reconstruir su milicia como una fuerza más estructurada.
En Idlib, Hayat Tahrir al Sham mantuvo una fuerza de seguridad interna fuerte para enfrentarse a otras facciones militares y a los críticos internos, lo que provocó protestas periódicas contra lo que se consideraban métodos autoritarios y contra las arduas condiciones carcelarias.
La cuestión principal es si estos rebeldes, que ahora intentan formar un gobierno nacional, pueden ampliar la escala de lo que consiguieron en Idlib, una región pobre y agraria con una población relativamente pequeña.
En Idlib, los ministros que trataban con organizaciones de ayuda externas nunca podían tomar una decisión en el momento; siempre tenían que consultar con los dirigentes de Hayat Tahrir al Sham, según un representante de una organización humanitaria que pidió no ser nombrado debido a la sensibilidad de las operaciones de ayuda en la zona. Un control tan estricto podría funcionar en una gobernación pequeña, pero podría resultar difícil de manejar en un país grande.
Con sus raíces en el Estado Islámico y Al Qaeda, Hayat Tahrir al Sham modificó y moderó su propia orientación yihadista desde alrededor de 2016. Aunque impuso algunas prácticas islámicas conservadoras, no recurrieron a las restricciones impuestas por el grupo terrorista Estado Islámico cuando gobernaba partes de Siria.
Aun así, Hayat Tahrir al Sham continúa designada como organización terrorista por Estados Unidos, las Naciones Unidas, Turquía y otros países. Dado que esa designación bloqueaba el apoyo exterior manifiesto, el grupo encontró nuevas formas de sostenerse financiera y militarmente.
Imponía tasas a todo tipo de bienes y empresas, incluidos los cultivos, los cruces fronterizos, la construcción, el comercio, las tiendas y la artesanía. Además, las empresas vinculadas al grupo se beneficiaban del monopolio del suministro de combustible, electricidad, agua y recolección de basura.
“Hayat Tahijir al Sham ejemplifica la adaptabilidad en la economía de los conflictos”, dijo Mark Nakhla, director de investigación de Kharon, una firma de análisis de código abierto que asesora a las empresas sobre el cumplimiento de las sanciones contra grupos armados y otros actores hostiles.
Nakhla ha observado la trayectoria de Hayat Tahrir al Sham desde sus días yihadistas, y ha visto cómo ha pasado por lo que él denomina un “cambio de imagen estratégico” y ha pasado de depender económicamente de donantes extranjeros ricos a mantener sus operaciones militares y civiles mediante impuestos y la gobernanza local.
En gran medida, ha expulsado a los grupos más extremistas de la región de Idlib, aunque sigue combatiendo y a veces matando a sus miembros, según un informe reciente del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, un instituto de investigación en Washington.
El grupo también abandonó algunos métodos terroristas utilizados anteriormente, como los atentados suicidas contra objetivos militares, dijo Orwa Ajjoub, doctorando de la Universidad de Malmo en Suecia que estudia a Hayat Tahrir al Sham.
A lo largo de su historia, el grupo ha navegado entre los elementos prácticos y los de línea más dura en sus filas, una tensión que probablemente continuará a medida que amplíe su dominio.
“Los elementos de línea dura del grupo han sido marginados”, dijo Ajjoub. “Quieren gobernar y son islamistas, pero son muy pragmáticos y están realmente dispuestos a interactuar con las comunidades locales”.
Cuando los combatientes rebeldes se dirigían hacia el sur, en dirección a Damasco, la capital de Siria, en su ofensiva que derrocó a Al Asad, sus comandantes les daban discursos vehementes sobre la recuperación de Siria, no sobre la creación de un Estado islámico, explicó Charles Lister, director de los programas de Siria, Contraterrorismo y Extremismo del Instituto de Medio Oriente en Washington.
El entrenamiento y un sentido de cumplimiento parecían infundir un espíritu de agrupación entre los combatientes del grupo, en su mayoría jóvenes, dijeron los expertos, mientras que un pago regular garantizaba la lealtad al tiempo que minimizaba los saqueos u otros tipos de extorsión.
“Para ellos, la disciplina y el respeto son una pieza clave de su visión del mundo”, dijo Aaron Y. Zelin, experto en grupos yihadistas en el Instituto de Washington para la Política de Oriente Próximo y autor de un libro sobre Hayat Tahrir al Sham.
Recaudando fondos como un gobierno
Debido a que el gobierno nacional de Damasco intentó aislar las zonas controladas por los rebeldes en el norte, esas regiones tuvieron que depender de Turquía para obtener servicios básicos como agua, electricidad y transmisiones de telefonía celular. Hayat Tahrir al Sham creó empresas de distribución aparentemente privadas, pero los propietarios estaban estrechamente vinculados a la organización, de acuerdo con grupos de ayuda y expertos.
Sin embargo, su principal fuente de ingresos probablemente eran los derechos de aduana y otras cuotas recaudadas en el paso fronterizo de Bab al Hawa, la principal puerta de entrada al noroeste de Siria desde Turquía. El grupo no publicó cifras, pero organizaciones humanitarias que trabajan en Idlib y otras estiman que puede haber generado 15 millones de dólares o más al mes.
En algunos casos, Hayat Tahrir al Sham exhortó a los vecinos a crear empresas, incluidas algunas que competían con sus propias compañías de telecomunicaciones y energía.
Hussam Twilo, un empresario de Idlib, declaró a The New York Times que en 2016 creó una empresa, Syriana LTE, y empezó a instalar torres de telefonía celular en zonas que no tenían cobertura de las empresas establecidas. Después de que Hayat Tahrir al Sham tomara el poder, otorgó a Syriana una licencia para operar, explicó en una entrevista telefónica.
Ahora, Syriana compite sin fricciones con la empresa de telecomunicaciones Syria Phone de Hayat Tahrir al Sham, dijo Twilo.
“Su mentalidad es apoyar al sector privado”, dijo. Sin embargo, dijo que se preparaba para cambios importantes, como más impuestos, una vez que el antiguo grupo rebelde empiece a ejercer el control en todo el país.
Algo parecido a un ejército normal
En cuanto a la estrategia militar, Ahmed Hussein al Shara, el líder de Hayat Tahrir al Sham, quien anteriormente se hacía llamar Abu Mohammed al Jolani, abandonó la ideología de que su grupo debía concentrarse en fomentar una yihad global contra Occidente.
En lugar de esto, se centró en liberar a Siria de los Al Asad, un objetivo que comenzó en 2011 con los levantamientos antigubernamentales en todo el país que los grupos yihadistas pronto llegaron a dominar.
En el 2021, tomó una de sus medidas más importantes al establecer lo que se llamó simplemente Colegio Militar. Oficiales que habían desertado del ejército sirio ayudaron a moldear a sus combatientes y a otros grupos variados de milicianos de toda Siria en algo parecido a un ejército normal con una cadena de mando establecida.
“Llegaron a estar mucho más cerca de ser un ejército que un simple grupo armado”, dijo Jerome Drevon, analista principal sobre la yihad y los conflictos modernos del International Crisis Group.
Estudiaron manuales de doctrina militar occidental publicados en internet por diversas fuerzas armadas e intentaron seguir en gran medida el modelo británico, dijo.
Su principal fuente de armas era lo que capturaban de las bases militares sirias o en combates con otras milicias, y a lo largo de los años eso les proporcionó el núcleo de su arsenal, dijeron los expertos. Oficiales corruptos del régimen de Al Asad también les vendieron armas, mientras que Turquía proporcionó camiones y armas ligeras a las milicias aliadas del norte de Siria.
Algunas milicias respaldadas por Turquía se unieron a Hayat Tahrir al Sham en la ofensiva que derrocó al gobierno. Se creía que Turquía ejercía cierta influencia en las campañas militares del grupo, con al menos 10.000 soldados en la provincia de Idlib y muchos más en las inmediaciones, dijo Devon.
Ahora Turquía se perfila como uno de los principales beneficiarios del derrocamiento de Al Asad en la escena internacional.
Como cualquier movimiento guerrillero, el grupo necesitaba principalmente armas ligeras o artillería, además de vehículos de transporte, y Lister, del Instituto de Medio Oriente, dijo que el grupo fabricaba incluso sus propios vehículos blindados rudimentarios.
Los expertos estimaron que el número total de combatientes de Hayat Tahrir al Sham oscilaba entre 10.000 y 60.000. Pero la base era probablemente de entre 10.000 y 15.000, con un número similar de reservistas.
“Decidieron reestructurar totalmente su organización”, dijo Drevon. “Sus brigadas se formaron como unidades especializadas con distintas funciones, como infantería, morteros, etc. Además, estaban mucho más centralizadas”.
El avance más importante del grupo fue la creación de una unidad de drones. Los rebeldes dijeron que adquirieron algunos de los drones y otros los fabricaron ellos mismos.
Cómo gobernaban los rebeldes en Idlib
En cuanto a sus métodos de control, el grupo rebelde con frecuencia lo dejaba en manos de autoridades locales, especialmente en los pueblos controlados por minorías religiosas.
Siria es un mosaico complejo de aldeas diversas. Una nación predominantemente musulmana suní de más de 23 millones de habitantes, cuenta con minorías considerables de musulmanes chiíes, cristianos y drusos, así como de la secta alauita que dominaba Siria bajo los Al Asad. En Idlib, la población anterior a la guerra, de 1,5 millones de personas, aumentó a 3,5 millones, con desplazados de toda Siria que viven en su mayoría en terrenos de tiendas de campaña, según cifras de las Naciones Unidas.
Hayat Tahrir al Sham no utilizó los métodos brutales de grupos más extremistas para imponer la práctica islámica.
El Estado Islámico, por ejemplo, era intolerante con cualquier desviación de lo que consideraba la ley islámica. Algunos infractores eran ejecutados, mientras que a los ladrones convictos se les amputaba una mano.
Hayat Tahrir al Sham era diferente.
Comprar y vender alcohol estaba prohibido, pero los vecinos dijeron que el grupo no intentaba erradicar a los bebedores, y se permitía fumar en público. El grupo no desplegó una policía de la moral para hacer cumplir códigos sociales estrictos.
En una sociedad conservadora, sí mantuvieron a las escuelas primarias segregadas por sexos. Los rebeldes también crearon una cadena de escuelas coránicas gratuitas, llamadas Casa de la Revelación, en las que se enseñaba tanto teología como asignaturas normales, como matemáticas e inglés.
En algún momento, los partidarios de la línea dura objetaron que un nuevo centro comercial construido bajo el amparo de Hayat Tahrir al Sham era pecaminoso porque permitía que hombres y mujeres se mezclaran en público, dijo Ajjoub, el doctorando.
Sin embargo, los dirigentes de Idlib rechazaron sus argumentos.
Raja Abdulrahim colaboró con informesa desde la provincia de Idlib, Siria.
*Neil MacFarquhar ha sido reportero del Times desde 1995 y ha escrito sobre una amplia gama de temas, desde la guerra a la política y las artes, tanto a escala internacional como en Estados Unidos.
*Justin Scheck es un reportero del Times afincado en Londres.
Ramírez de Velasco®
En cuanto a sus métodos de control, el grupo rebelde con frecuencia lo dejaba en manos de autoridades locales, especialmente en los pueblos controlados por minorías religiosas.
Siria es un mosaico complejo de aldeas diversas. Una nación predominantemente musulmana suní de más de 23 millones de habitantes, cuenta con minorías considerables de musulmanes chiíes, cristianos y drusos, así como de la secta alauita que dominaba Siria bajo los Al Asad. En Idlib, la población anterior a la guerra, de 1,5 millones de personas, aumentó a 3,5 millones, con desplazados de toda Siria que viven en su mayoría en terrenos de tiendas de campaña, según cifras de las Naciones Unidas.
Hayat Tahrir al Sham no utilizó los métodos brutales de grupos más extremistas para imponer la práctica islámica.
El Estado Islámico, por ejemplo, era intolerante con cualquier desviación de lo que consideraba la ley islámica. Algunos infractores eran ejecutados, mientras que a los ladrones convictos se les amputaba una mano.
Hayat Tahrir al Sham era diferente.
Comprar y vender alcohol estaba prohibido, pero los vecinos dijeron que el grupo no intentaba erradicar a los bebedores, y se permitía fumar en público. El grupo no desplegó una policía de la moral para hacer cumplir códigos sociales estrictos.
En una sociedad conservadora, sí mantuvieron a las escuelas primarias segregadas por sexos. Los rebeldes también crearon una cadena de escuelas coránicas gratuitas, llamadas Casa de la Revelación, en las que se enseñaba tanto teología como asignaturas normales, como matemáticas e inglés.
En algún momento, los partidarios de la línea dura objetaron que un nuevo centro comercial construido bajo el amparo de Hayat Tahrir al Sham era pecaminoso porque permitía que hombres y mujeres se mezclaran en público, dijo Ajjoub, el doctorando.
Sin embargo, los dirigentes de Idlib rechazaron sus argumentos.
Raja Abdulrahim colaboró con informesa desde la provincia de Idlib, Siria.
*Neil MacFarquhar ha sido reportero del Times desde 1995 y ha escrito sobre una amplia gama de temas, desde la guerra a la política y las artes, tanto a escala internacional como en Estados Unidos.
*Justin Scheck es un reportero del Times afincado en Londres.
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