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CAOS La revancha de los motoqueros (y ciclistas)

El juez haciendo justicia por mano propia

El desquite de los más débiles en la cadena alimenticia de la calle tiene mucho para analizar

Es jodido andar en motocicleta, en bicicleta, por las caóticas, enredadas, difíciles y peligrosas calles de Santiago. Se supone que tienen (tenemos) para circular, el carril de la derecha, entre los autos estacionados y el tránsito… siempre que a alguno no se le ocurra abrir la puerta de repente la  puerta del vehículo y dejarlo (dejarnos) tirado sobre el pavimento.
Literalmente, digo, a los motociclistas los abandonan en la calle y a los ciclistas ni siquiera se paran a ver qué les hicieron. Los motoqueros y los que andan en bicicleta no tienen piel sino cuero, muchas veces se caen, se levantan y siguen. Son morochitos, ¿ha visto?, no sienten dolor y cuando se quejan exageran siempre, quieren sacar plata.
Pero si otro auto les roza el suyo, ¡uy!, hacen un escándalo de la san puta, detienen el tránsito, discuten, se enojan, llaman a la policía se pasan los teléfonos, anotan la compañía de seguro del otro y al final hasta se comprometen a tomar un vino un día de estos, porque los dueños de autos son señores, no como los que van en moto, que son menos que gente, el mote de humanos les queda grande.
Antes de seguir, una necesaria aclaración. El ciclista o el tipo de la bici es alguien que anda generalmente por necesidad, la usa como vehículo para laburar, hacer trámites, llevar la pizza. El biker es el que maneja esas bicicletas con mil cambios, pantaloncito corto, anteojos espejados, guantes especiales, circula por la Costanera y hace vida sana. El ciclista es gordo, viejo, feo, mal vestido, de gorra y pobre. El biker es lindo, joven, atlético usa casco de 500 dólares, almuerza tarta de puerros y se controla el  peso en la balanza electrónica del baño. Ahora, siga adelante la crónica, no se me lo desvíe, mire que la tirada es larga.
Los motociclistas se meten por todos lados, son como una peste que, cuando menos lo imaginas, están ahí adelante, estorbándote el paso, se colaron por un resquicio del costado y te ganaron la cuerda de salida en el semáforo. ¿Sabes por qué?, porque también están apurados, pero en todas las fucking cuadras del centro de la ciudad siempre, pero siempre, siempre, hay uno o más autos estacionados en doble fila y deben esperar hasta que se les dé la regalada gana dejar el lugar. Frente al Lawn Tenis, en el parque Aguirre, los socios del club a veces estacionan en cuádruple fila y no dejan pasar a nadie. Creen que tener la cuota al día les da derecho a joderle la vida al prójimo.
O si no, tome la calle Roca, por dar un caso. En toda su extensión la Municipalidad, con buen tino, prohibió estacionar a la derecha y dejar ese carril a los colectivos, pero todo el día hay más de media docena de vehículos por cuadra parados de ese lado. Y después de las 9 de la noche, parece que no corren las 24 horas de prohibición. Estacionan hasta en las paradas de colectivos, los pasajeros deben pasar por el medio de dos autos para subir al ómnibus porque los niños están en las confiterías tomando algo, che. No los jodan con el tránsito, ¿no ven que están descansando tranquilos con los amigos?
Dejan el auto en la parada del 120, le ponen llave y se van a tomar un café en Leblón, Tantta, San Valentín, porque los ñorse no pueden caminar dos cuadras y dejarlos bien puestitos a la vuelta, sobre la  Olaechea y menos pagar una playa de estacionamiento, pero fíjate vos, quiénes son esos que toman el ómnibus, para protestar por macanitas, decime vos.
No falta el conductor indeciso, va despacito, pegando unas frenadas brutas cada veinte metros, ni él mismo sabe si está buscando un quiosco para jugar a la tómbola, quiere toparse con un lugar para estacionar al mediodía, en la Avellaneda, sabiendo que es misión imposible o da vueltas a la manzana hasta que la mujer termine de comprar en Koketta´s, la bombacha que usará para cuartiarlo, Y uno va detrás de ese hijo de mil trescientos vagones cargados de prostis en su sucesión materna, tratando de adivinar qué mierda es lo próximo que  va a hacer , así se evita el porrazo. Para peor cuando encuentra un hueco para filtrarse, ponerse al lado y pegarle una puteada para que tenga, guarde, ahorre y se atragante, el otro  acelera y se pierde en el horizonte.
Cuando están mal estacionados si al cana municipal le dicen que es por “un cachito”, seguro que son quince minutos, si es “un rato”, es media hora, si es “hasta que termine de descargar la mercadería”, una hora clavado.
La noticia casi no tuvo repercusión en Santiago. Un cadete tucumano en moto, agredió a uno que iba a una camioneta, quizás cansado de ser un pelotudo más surfeando las peligrosas calles de la vecina capital, ochenta veces más jodidas que las de Santiago. El de la camioneta se bajó, lo agarró a las patadas y le tiró la moto por el aire. Era un juez de familia, un tal Orlando Stoyanoff. Esto ocurrió en junio del año pasado y en noviembre lo destituyeron de su cargo, más rápidos  que inmediatamente los ñañitas. No le hicieron valer el hecho de que indemnizó al motoquero ni que se arrepintió ni que un tío suyo (esto lo leí, en serio, y a muchos les dio vergüenza ajena), saliera a decir en una carta de lectores de La Gaceta, que el sobrino era buena persona y no lo haría nunca más. Igual lo corrieron al carajo. Bien hecho.
Mire, yo ando mucho en bicicleta por las calles de Santiago, muchas veces, harto de los mal estacionados, tengo ganas de apearme y romperle la luneta a cascotazos al mal nacido que puso su vehículo en doble fila, pero me contengo, por si es un funcionario judicial y se tira de malo, como el Stoyanof ese.
Pienso que los motoqueros tucumanos deben tener en un altar a los que hicieron justicia con el dueño de un auto que se bajó a pegarle a uno de ellos. Los justicieros son los legisladores Sara Alperovich, Walter Berarducci, Daniel Herrera, Dante Loza y Javier Morof, el representante del Colegio de Abogados Esteban Jerez y Daniel Leiva, vocal de la Corte Suprema de Justicia de Tucumán. Para ellos, mi sentido respeto. 
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. Cristian Ramón Verduc2 de junio de 2022, 7:58

    Faltó mencionar el caos ante cada colegio privado a la hora de entrada y salida de alumnos.

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  2. Una aclaración sobre el enfoque del artículo; las motivaciones y justificativos que se plantean para cada comportamiento y actitud descriptos no necesariamente son las correctas.....o responden a una misma causa. Sugiero tener en cuenta el cuidado que hay que tener con los análisis univariables y simplistas. Los comportamientos sociales generalmente responden a una combinación de factores.

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  3. Buenísima nota.Esto sucede en otras ciudades también

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  4. Jajajajaja!! Menos mál que yo ando a patas!

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  5. Hay mucho de resentimiento, ...de lucha de clases...allí está uno de los factores. Pero la clave está en la cultura de cada pueblo... LA VERDADERA PROMULGACION DE LAS LEYES, OCURRE CUANDO ELLAS SE CONVIERTEN EN HABITOS COLECTIVOS.

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  6. Bueno...insistiría en que no pueden andar sin luces, tanto las motos como las bicis, por supuesto, de noche.

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  7. Conozco al Soyanoff, un pelotudo muy impotante

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