Ir al contenido principal

PERIODISMO Dónde hay un mango viejo Gómez

Tita Merello canta la ranchera Dónde hay un mango viejo Gómez
“Reducen la complejidad de asuntos que tienen muchísimas aristas a las dos o tres que les interesan

Hablan de la responsabilidad del periodismo, avisan que las noticias son un bien que se entrega a cuentagotas y solamente a algunos, sostienen que hay un filtro natural hecho por los diarios en favor de sus lectores. Pero, ¡haga el favor! en Feisbuc, en Twitter, Tictoc, Instagram o en tu propio teléfono saltan las informaciones a veces varias horas antes que en la tele o en los propios periódicos. Algunas veces pasan días y semanas desde que sabes algo, hasta que recién, a las cansadas, se dan por enterados los grandes medios de comunicación. Cuando algo está dejando de ser tendencia en las redes, porque apareció otra cosa más importante, los periodistas recién se dan por notificados y lo publican cuando ya huele a viejo, a vetusto, a noticia que anteayer era una antigüedad.
Hoy todos, los chicos, los grandes, los de mediana edad, los viejos, se pasan lo que realmente les interesa por medio de los teléfonos celulares. Si no se dan cuenta de que la cosa ha cambiado e inventan algo más que intentar el formato de las páginas web, si no vuelven a lo que recomendaba Tomás Eloy Martínez, de contar una historia en cada nota, van a seguir perdiendo influencia, lectores, plata. Y van a terminar licuando el poder remanente en un mar de vaciedades con gusto a nada.
Hagan caso, contraten gente que le guste escribir, que quiera redactar historias, que se apasione por algo, de preferencia jóvenes, y que salgan a la calle todos los días. La gente no quiere que le cuenten el partido de fútbol porque ya lo ha visto en la tele, pero si mandan periodistas a los entrenamientos se van a hacer un picnic. Envíenlos a la Legislatura, pero no los días de sesión, que son muy aburridas, sino que todos los días pasilleen de un partido a otro y de ahí al siguiente, van a ver que siempre volverán cargados de noticias, que se acerquen a las reuniones de la comisión pro-templo (o cualquier otra), del barrio, que se sienten en las confiterías a oir lo que dicen los parroquianos. Hagan que sus periodistas vivan, toquen, palpen, huelan los aromas de la calle, se mezclen con la gente en las galerías comerciales, coman panchúquer en las calles. Después siempre tendrán algo interesante para contar y la gente volverá a leerlos.
No lo digo por los diarios, la radio, la televisión de Santiago, que hace mucho renunciaron a existir, a ser, convertidos en un mero apéndice de la nada, porque ya no les tienen miedo y muchos transformaron el asco en piedad, sino por los de Buenos Aires, que apuestan a la noticia con impacto sentimental, al amarillismo político, al castigo político, en los que alguien siempre halla un nuevo argumento contra este, ese o aquel y todos lo repiten durante dos semanas seguidas, siempre iguales a sí mismos, uniformes. De tal suerte que se lee el título y ya se sabe lo que dirá toda la nota.
Reducen la complejidad de asuntos que tienen muchísimas aristas a las dos o tres que les interesan, que son obviamente las que privilegian sus intereses particulares. Y se cagan en los lectores porque los creen acríticos, bobos, estúpidos y suponen que todos consumen ese moderno Tinelli llamado Joni Viale, a pesar de que los números con los que ellos mismos miden la tele les dicen que ya no lo ven ni una mínima parte de la sociedad.


Convertidos en barcos pesados sin capacidad de maniobra, cargados de mercaderías que a nadie le sirven, con un idioma viejo, burocrático, pesado, repleto de clichés extraídos de expedientes judiciales, se van hundiendo en el mar de la imposibilidad de un cambio real. Ya ni siquiera intentan una mínima compensación entre lo que la gente pide realmente y lo que están dispuestos a entregar. Van a morir en un tranquilo mar de futilidades sin esperanzas, sin sueños y sobre todo desprovistos de realidad.

Son un lugar común de los intereses desembozados de los dueños, que no siempre coinciden con el buen periodismo y menos con la autenticidad de mostrar lo que pasó, pero como pasó y no como quisieran que suceda. Las únicas noticias que les interesan son aquellas en que aprietan a los jueces para sus propios intereses, para peor con tan mala suerte que hasta en eso se les ve la costura.
Son ellos los que han impuesto que no hay una verdad sino tantas como gente hay en el mundo. Ahora el argumento se les da vuelta y "la gente", ese sustantivo colectivo que también nombraban como "los lectores", "los televidentes", los radioyentes" se da vuelta y mira hacia internet a ver qué hay, de noche clava una película en el televisor y si le han dicho que es pochoclera, mientras la ve come un sánguche de milanesa a observar qué pasa, por el puro gusto de llevarle la contra, porque no le interesa, porque sí nomás.
En vez de conservar su esencia y mejorar por ese lado lo que tenían, como quien dar una buena pelea contra internet, los dueños de la vieja prensa tradicional eligieron el empaque de creer que siguen siendo los capangas máximos de la desinformación. Se creyeron, o siempre habían creído ser los árbitros de la realidad. Hoy no se dan cuenta de que, si dicen que habrá buen tiempo, la gente sale con paraguas, no porque no les cree, sino porque vio en internet cómo venía la cosa, de primera mano.
El único problema de la falta de diarios en las casas, lo vino a solucionar este gobierno, ¿para qué querría alguien la sección de Economía del diario Clarín o la tapa del Página 12 si, con la escasez reinante no hay para qué limpiar la parrilla?
Dónde hay un asado viejo Gómez, los han limpiao con piedra pómez.
Juan Manuel Aragón
A 5 de octubre del 2024, en Sauce Bajada. Floripondeando un adjetivo.
Ramírez de Velasco®

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares (últimos siete días)

FÁBULA Don León y el señor Corzuela (con vídeo de Jorge Llugdar)

Corzuela (captura de vídeo) Pasaron de ser íntimos amigos a enemigos, sólo porque el más poderoso se enojó en una fiesta: desde entonces uno es almuerzo del otro Aunque usté no crea, amigo, hubo un tiempo en que el león y la corzuela eran amigos. Se visitaban, mandaban a los hijos al mismo colegio, iban al mismo club, las mujeres salían de compras juntas e iban al mismo peluquero. Y sí, era raro, ¿no?, porque ya en ese tiempo se sabía que no había mejor almuerzo para un león que una buena corzuela. Pero, mire lo que son las cosas, en esa época era como que él no se daba cuenta de que ella podía ser comida para él y sus hijos. La corzuela entonces no era un animalito delicado como ahora, no andaba de salto en salto ni era movediza y rápida. Nada que ver: era un animal confianzudo, amistoso, sociable. Se daba con todos, conversaba con los demás padres en las reuniones de la escuela, iba a misa y se sentaba adelante, muy compuesta, con sus hijos y con el señor corzuela. Y nunca se aprovec...

IDENTIDAD Vestirse de cura no es detalle

El perdido hábito que hacía al monje El hábito no es moda ni capricho sino signo de obediencia y humildad que recuerda a quién sirve el consagrado y a quién representa Suele transitar por las calles de Santiago del Estero un sacerdote franciscano (al menos eso es lo que dice que es), a veces vestido con camiseta de un club de fútbol, el Barcelona, San Lorenzo, lo mismo es. Dicen que la sotana es una formalidad inútil, que no es necesario porque, total, Dios vé el interior de cada uno y no se fija en cómo va vestido. Otros sostienen que es una moda antigua, y se deben abandonar esas cuestiones mínimas. Estas opiniones podrían resumirse en una palabra argentina, puesta de moda hace unos años en la televisión: “Segual”. Va un recordatorio, para ese cura y el resto de los religiosos, de lo que creen quienes son católicos, así por lo menos evitan andar vestidos como hippies o hinchas del Barcelona. Para empezar, la sotana y el hábito recuerdan que el sacerdote o monje ha renunciado al mundo...

ANTICIPO El que vuelve cantando

Quetuví Juan Quetuví no anuncia visitas sino memorias, encarna la nostalgia santiagueña y el eco de los que se fueron, pero regresan en sueños Soy quetupí en Tucumán, me dicen quetuví en Santiago, y tengo otros cien nombres en todo el mundo americano que habito. En todas partes circula el mismo dicho: mi canto anuncia visitas. Para todos soy el mensajero que va informando que llegarán de improviso, parientes, quizás no muy queridos, las siempre inesperadas o inoportunas visitas. Pero no es cierto; mis ojos, mi cuerpo, mi corazón, son parte de un heraldo que trae recuerdos de los que no están, se han ido hace mucho, están quizás al otro lado del mundo y no tienen ni remotas esperanzas de volver algún día. El primo que vive en otro país, el hermano que se fue hace mucho, la chica que nunca regresó, de repente, sienten aromas perdidos, ven un color parecido o confunden el rostro de un desconocido con el de alguien del pago y retornan, a veces por unos larguísimos segundos, a la casa aquel...

CALOR Los santiagueños desmienten a Borges

La única conversación posible Ni el día perfecto los salva del pronóstico del infierno, hablan del clima como si fuera destino y se quejan hasta por costumbre El 10 de noviembre fue uno de los días más espectaculares que regaló a Santiago del Estero, el Servicio Meteorológico Nacional. Amaneció con 18 grados, la siesta trepó a 32, con un vientito del noreste que apenas movía las ramas de los paraísos de las calles. Una delicia, vea. Algunas madres enviaron a sus hijos a la escuela con una campera liviana y otras los llevaron de remera nomás. El pavimento no despedía calor de fuego ni estaba helado, y mucha gente se apuró al caminar, sobre todo porque sabía que no sería un gran esfuerzo, con el tiempo manteniéndose en un rango amable. Los santiagueños en los bares se contaron sus dramas, las parejas se amaron con un cariño correspondido, los empleados públicos pasearon por el centro como todos los días, despreocupados y alegres, y los comerciantes tuvieron una mejor o peor jornada de ve...

SANTIAGO Un corazón hecho de cosas simples

El trencito Guara-Guara Repaso de lo que sostiene la vida cuando el ruido del mundo se apaga y solo queda la memoria de lo amado Me gustan las mujeres que hablan poco y miran lejos; las gambetas de Maradona; la nostalgia de los domingos a la tarde; el mercado Armonía los repletos sábados a la mañana; las madrugadas en el campo; la música de Atahualpa; el barrio Jorge Ñúbery; el río si viene crecido; el olor a tierra mojada cuando la lluvia es una esperanza de enero; los caballos criollos; las motos importadas y bien grandes; la poesía de Hamlet Lima Quintana; la dulce y patalca algarroba; la Cumparsita; la fiesta de San Gil; un recuerdo de Urundel y la imposible y redonda levedad de tus besos. También me encantan los besos de mis hijos; el ruido que hacen los autos con el pavimento mojado; el canto del quetuví a la mañana; el mate en bombilla sin azúcar; las cartas en sobre que traía el cartero, hasta que un día nunca más volvieron; pasear en bicicleta por los barrios del sur de la ciu...