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1817 CALENDARIO NACIONAL Aldao en el Ejército de los Andes

El sacerdote y militar mendocino

De cómo un fraile dominico se convierte en soldado capaz de cometer las peores tropelías y por qué mandó a matar a Laprida


El 21 de enero de 1817 el fraile Aldao se incorpora al ejército de los Andes. Se llamaba José Félix Esquivel y Aldao y había nacido en Mendoza, el 11 de octubre de 1785. Fue un fraile dominico y luego militar y caudillo, líder federal absoluto de Mendoza. Fue también un eficaz gobernante, y su capacidad como líder militar llegó a ser legendaria, igual que su crueldad, alimentada por la biografía que escribió Domingo Faustino Sarmiento. Una novela.
Era hijo de un capitán de ejército santafesino, Francisco Esquivel Aldao, y la mendocina María del Carmen Anzorena Nieto, y hermano de José y Francisco, militares y coroneles ambos. Se educó en el colegio de los dominicos, ingresó en esa orden, se ordenó sacerdote en 1806 y se doctoró en Chile.
Cuando volvió a Mendoza, se incorporó al Ejército de los Andes junto con sus hermanos, para hacer la campaña a Chile como capellán. En el combate de Guardia Vieja luchó con los soldados y el general Las Heras a San Martín, le propuso a San Martín, incorporarlo al Ejército como teniente del Regimiento de Granaderos a Caballo. Era grandote, fuerte y enérgico: estaba más para el uniforme que para la sotana. Hizo la campaña de Chile, combatió en Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú.
En la campaña del Perú, fue elegido para dirigir operaciones de guerrillas en la Sierra: sublevó poblaciones indígenas para quitar recursos a los realistas, apoyar al ejército patriota y hacer operaciones menores, con guerrillas. Los realistas recurrieron al terror para enfrentarlo, Aldao respondió con una gran crueldad y lo ascendieron a teniente coronel.
Volvió a Mendoza en 1824, se dedicó a producir vinos y se fue volviendo un borracho.
En julio de 1825, una revolución de religiosos católicos depuso al gobernador sanjuanino Salvador María del Carril, que hacía una reforma religiosa, como la de Bernardino Rivadavia. Carril huyó hacia Mendoza para pedir ayuda. Un pequeño ejército al mando del coronel José Aldao y sus hermanos Francisco venció a los rebeldes y Carril volvió al poder.
Se unió al ejército provincial como comandante de la frontera sur, con sedes alternativas en San Carlos y San Rafael, ganando gran prestigio entre los soldados, los paisanos pobres y los hacendados. Tuvo éxito contra los pehuenches aliados de los hermanos Pincheira, que vivían en lo que hoy es el sur de Mendoza en octubre de 1828.
En 1829 estalló la guerra civil, cuando José María Paz derrocó a Juan Bautista Bustos. Juan Facundo Quiroga pidió ayuda para reponer a Bustos, y el gobernador mendocino le envió un ejército al mando del “fraile” Aldao. Pero los hicieron sonar en La Tablada y Aldao fue herido; mientras estaba en San Luis le llegó la noticia de que los unitarios —dirigidos por Juan Agustín Moyano— habían derrocado al gobernador y arrestado a sus hermanos.
Volvió a Mendoza, firmó un tratado de paz con el gobernador Rudecindo Alvarado. Pero Moyano se negó a aceptar el tratado y enfrentó a Aldao en la batalla de Pilar, el 22 de septiembre de 1829. Al comienzo de la batalla, los unitarios ejecutaron a Francisco, su hermano, enviado a pactar la paz. La victoria quedó del lado de José Félix: cuando se enteró de la muerte de su hermano, mandó fusilar a casi todos los oficiales rendidos. Entre ellos a Francisco Narciso de Laprida, que había sido presidente del Congreso de Tucumán, el día de la jura de la Independencia argentina; también fusilaron a Moyano. A la natural crueldad unitaria, los federales respondían a veces con igual brutalidad.
Después de la victoria, tomó en sus manos todo el poder militar y político de su provincia y se dio el grado de general. Usó el poder de manera violenta: organizó contribuciones forzosas, hizo dar azotes y dictó penas de muerte a los unitarios. Organizó un ejército, con el que acompañó de nuevo a Quiroga en su guerra contra los unitarios de Córdoba. Fueron derrotados por Paz en Oncativo.
Aldao fue tomado prisionero y llevado a Córdoba. Varios jefes unitarios pidieron su muerte a Paz, pero lo mantuvo en prisión, mientras invadía las provincias que conservaban gobiernos federales, incluida Mendoza. Allí, el gobernador Corvalán y su hermano José fueron muertos por los indígenas entre quienes habían buscado refugio.
Tras la captura de Paz, Lamadrid se lo llevó en su retirada hacia Tucumán, y luego lo deportó a Tarija, Bolivia, poco antes de su derrota en La Ciudadela.
En 1832 volvió a Mendoza y le dieron el cargo de comandante general de la provincia. Hizo una campaña contra los indios del sur y al año siguiente hizo otra, combinada con la que había organizado en Buenos Aires Juan Manuel de Rosas. Entre los jefes que acompañaron a Aldao estaban los futuros gobernadores de San Juan, Martín Yanzón y Nazario Benavídez. Su parte de la campaña comenzó como un éxito, llegando al Río Colorado y fijando allí el límite sur de su provincia. Pero su retirada fue desastrosa, acechado por la sed y el hambre.
Fue jefe de los federales del oeste del país, e impuso su autoridad sobre los gobiernos de San Juan y San Luis. Cuando murió Quiroga, fue obsecuente con Rosas. Por ese tiempo ya estaba loco, ya sea por la sífilis o por un tumor en la frente que le fue tomando gran parte de su cabeza.
En 1839 comenzó una nueva guerra civil, pero no afectó a Mendoza hasta la invasión de Juan Lavalle a La Rioja, después de su derrota en Quebracho Herrado. Se hizo elegir Gobernador de Mendoza a principios de 1841 e invadió La Rioja con 2.700 hombres.​ Lavalle lo esquivó, pero el coronel Flores, segundo de Aldao, derrotó a Mariano Acha en el norte de La Rioja y Aldao derrotó al gobernador riojano Tomás Brizuela, que terminó muerto.
Lamadrid atacó hacia el sur, enviando a como vanguardia a los 600 hombres de Mariano Acha, que tomó la ciudad de San Juan.
Aldao se unió con Benavídez y volvió sobre San Juan. Pero justo a la salida del desierto lo esperaba Acha, que lo derrotó completamente en Angaco, la batalla más sangrienta de las guerras civiles argentinas, favorecido por la sed del ejército federal. Aldao regresó a Mendoza, mientras Benavídez recuperaba San Juan en la batalla de La Chacarilla. Acha fue tomado prisionero y enviado a Aldao, que se vengó de su derrota: hizo fusilar al general Acha y cortar su cabeza, colocándola en lo alto de un poste, a la vista de todos.
Unas semanas más tarde, Lamadrid ocupó Mendoza, pero el ejército dirigido por Ángel Pacheco —allí Aldao era jefe de una parte de la caballería— lo derrotó en Rodeo del Medio. La persecución luego de la batalla, dirigida por Aldao, ocasionó centenares de muertos entre los derrotados. Y terminó la guerra civil.
Después gobernó despóticamente: declaró "dementes" a todos los unitarios, nombrándoles tutores para que los "cuidasen", y confiscando sus bienes.
Su gobierno impulsó el desarrollo de la provincia; sobre todo del sur: favoreció obras de riego y el establecimiento de poblaciones en el desierto.
Sufrió una atroz agonía durante su último año y medio de vida: en la frente, sobre uno de sus ojos, apareció un pequeño bulto, al cual inicialmente se le aplicaron ineficaces remedios caseros. Cuando el tumor tenía ya casi dos centímetros y medio de diámetro, su médico personal, creyendo que se trataba de un quiste, le hizo una punción, pero, en lugar de surgir un humor acuoso, brotó sangre.
Hizo llamar de Buenos Aires al mejor médico de la Confederación Argentina: Miguel Rivera. Tenía las mejores intenciones, pero carecía de capacidad para tratar enfermedades graves: no administró ningún atenuante del dolor y además de extirpaciones del tejido tumoral visible y cauterizaciones químicas sólo le prescribió dietas mínimas que debilitaron más al paciente. Cuando Aldao estaba en las últimas reconoció que era un cáncer. Pero, aunque lo hubiera dicho desde el comienzo, en ese momento la ciencia nada podía contra el cáncer.
A comienzos de enero de 1845, Aldao delegó el mando en su ministro, Celedonio de la Cuesta, y el 19 falleció. Fue enterrado —así lo pidió en su testamento— con su hábito completo de fraile dominico y el uniforme de general, uno sobre otro.
©Juan Manuel Aragón

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