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Villa Maco |
Qué quiere decir una palabra, quiénes llevan su nombre, cómo se la interpreta y por qué sus vecinos no quieren llamarse así
La palabra villa etimológicamente quiere decir casa de campo, granja, o también lugar poblado. Viene del sánscrito weik, que era la casa principal, la sede del clan. Otra derivación de la palabra fue hacia el griego oikos, que es casa. Y de ahí también derivan economía, ecología, ecosistema, ecuménico. Su significado, según el diccionario es “casa de recreo situada aisladamente en el campo” o también “población que tiene algunos privilegios con que se distingue de las aldeas y otros lugares de menor importancia”.En Santiago hay dos villas muy conocidas. Villa La Punta, en el departamento Choya y Villa Nueva Esperanza, cabecera del departamento Pellegrini. Pero hay muchas más, ahí están Villa Matoque, Villa Ojo de Agua, Villa Zanjón, Villa Mailín, Villa Salavina, Villa Robles, Villa Río Hondo, Villa Silípica. La casa principal de Tinajeras, en el departamento Jiménez, hoy al costado de la ruta 34, cuando era un lugar bajado directamente del Paraíso, se llamaba “Villa las Delias”.Hay muchos lugares más, bautizados así ya sea por sus dueños, por los vecinos, por algún interesado o por la picardía popular. Como Villa Antarca, el lugar al que van a descansar todos los hombres cuando se mueren. Antarca en quichua es un adverbio que significa “acostado de espaldas” o, como dicen los policías en su idioma: “Decúbito dorsal”.
La falta de una industria poderosa, que atraiga de repente a miles de obreros llegados de todas partes, provocó que en Santiago casi no hubiera las que en Buenos Aires se llamaron villas de emergencia o villas miseria. Son asentamientos informales con una densa proliferación de viviendas precarias, casi siempre en tierras que originariamente no son propiedad de sus ocupantes. Se trata de urbanizaciones hechas por los propios dueños de casa informales, casi siempre producto de usurpaciones de tierra urbana vacante.
Las principales villas del Gran Buenos Aires nacieron en el primer cuarto del siglo pasado, algunas son hoy ciudades importantes, cabeceras de partidos con una alta densidad de población.
En Santiago no hay quien no tenga parientes viviendo en Berazategui, Lomas de Zamora, Villa Luzuriaga, la Matanza, Longchamps, Lanús, y tantos otros nombres que resuenan aquí con la imparable fuerza de la repetición televisiva, que todos los días muestra algo bueno o malo que sucede en esos pagos. Justo donde dicen que viven los santiagueños que se fueron a buscar mejor suerte (y casi siempre la encontraron, si se va a decir todo).
Muchos empezaron a vivir en lo que entonces era una villa miseria, en una habitación de cartones, plásticos, chapas y hoy tienen, en ese mismo lugar, su señora casa, frente a la cual hay una calle pavimentada, con electricidad, cloacas, gas natural, servicio de cable de televisión, escuela, iglesia y plaza. Ninguno, ni los de aquí ni los de allá, se olvida de que eso era una villa miseria.
Duraznito
La villa trajo aparejada una cultura de las orillas, marginal y en algunos puntos hasta carcelaria, con sus propios códigos, su vocabulario, sus costumbres, su violencia. De tal suerte que hay hasta un género de la música llamada tropical que ensalza esos valores, la “cumbia villera”. Por caso, una letra de los “Pibes Chorros”, dice: “Se borró Duraznito de la villa // se llevó toda la plata del blindado // esa que nos habíamo' afanado // la otra noche en la General Paz”. Hay otras letras peores, pero para muestra basta un sorbo.
El caso es que Santiago se expande hacia el sur. Hay muchas casas, que aquí les dicen fincas, algunas de residencia permanente, otras para uso de fines de semana. Suelen tener galerías amplias, asador, pileta de natación, amuebladas y decoradas con buen gusto, amables, cómodas, ideales para el descanso cerca de la naturaleza, al menos mientras la ciudad no se siga expandiendo. A la mañana suele haber mucho bullicio, provocado por cientos de charatas que cantan su alegría por el nuevo día, alegres y felices.
La nueva Costanera de la ciudad, se extendió 10 kilómetros hacia el sur del Natatorio, con lo que se dejó en suelo firme una amplia porción de la ciudad, que permanece todavía inculta, entre el Camino de la Costa de Maco, Atahona y Chumillo. Hace poco se inauguraron en las cercanías, unos barrios inmensos en los que ya está viviendo muchísima gente.
Por la Costanera, antes de llegar al final, alguien compró un inmenso terreno y le puso de nombre “Villa Maco”, con lo que no solamente es probable que pierda unos cuantos posibles compradores, que no querrán vivir en una villa, sino que también quizás involuntariamente bautizó como “villeros” a quienes viven sore el Camino de la Costa.
Los vecinos sostienen que había muchos otros nombres hermosos para jerarquizar el lugar en que viven, como para que les bajen el precio también a ellos. Dicen que tienen para elegir “Aires de Maco”, “Lomas de Maco”, “Algarrobos de Maco”, “El Charatal de Maco”, “Montes de Maco”, o cualquier otro.
Valga esta nota como informal solicitud a quienes están loteando esos terrenos: bautícenlo de otra manera, no ofendan a sus vecinos, ayúdense solitos a vender un poco más.
En serio.
Juan Manuel Aragón
A 9 de febrero del 2025, en Los Núñez. Bajando al pesebre.
Ramírez de Velasco®
Ilustrativo y muy atinado, Juan Manuel!!!
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