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PREMIO La mano izquierda

Sin pan y sin trabajo. Ernesto de la Cárcova

Qué hacer cuando una persona llama a la puerta para pedir comida, cómo actuar ante semejante oportunidad que ofrece la vida


Hay asuntos que revuelven el alma y la ponen blandita, fofa. ¿Nunca le han golpeado la puerta pidiéndole alguito para comer? Una llamada de desesperación. Quien lo hace ha perdido toda expectativa de conseguir una migaja de pan revolviendo la basura y no quiere techo, casa, colcha, dignidad o caridad sino solamente alguito para comer, así el estómago le deje de hacer ruido.
Es una de las situaciones más desesperantes que es dable experimentar en la vida: haberse quedado sin nada para llevar a la boca y tener hambre. Para tocar el timbre en la casa de un desconocido hay que reconocer internamente que se ha fracasado en la misión más elemental de la vida primero, y luego de algunas cavilaciones, vencer la vergüenza de andar pidiendo por la calle, ¡uf!
¿Cómo actuar? ¿Correr a la heladera, sacar un cacho de mortadela, un picadillo o una milanesa que quedó de anteayer, ponerla en un pan y entregarla como último recurso? Puede ser, no está mal, nadie recriminará nada si lo hace. Pero hay opciones más caritativas, como las que haría un buen cristiano. La primera sería hacerle un lugar en la mesa y si en la casa almuerzan cuatro, bueno, que ese mediodía haya cinco. Pero cabe la posibilidad de que le hayan tocado el timbre a las 6 de la tarde. ¿Le dirá que vuelva más tarde para cenar o qué hará con el hombre que espera en la puerta?
Va una idea, doña.
Digalé, por favor, que espere un rato que usted ya viene. Vaya a la carnicería del barrio y pida una costeleta bien gruesita, de dos dedos de ancho, que pase largamente de los 300 gramos. Vuelva a las voladas. Haga pasar al hombre y sienteló en la cocina. De paso converse con él como si fuera un viejo amigo del marido.
No lo humille preguntándole cómo fue que llegó a esa situación, haga todo con naturalidad, porque usted le debe a él esa comida, digamos. Hable del tiempo, de los hijos, de la vida, no deje que crea que usted le está haciendo un favor porque, como se verá al final, es al revés, usted le debería dar las gracias por la oportunidad que le está dando.
Leer más: Una noticia anda circulando por la ciudad, quizás se trate de una anécdota verdadera, pero bien podría ser uno de esos juegos de ingenio que pasan de boca en boca
Luego ponga la plancha en la hornalla hasta llevarla a la temperatura de rojo vivo. Salpimente la carne y úntela con abundante manteca. Póngala al fuego unos minutos y aproveche para preguntar si le gusta bien cocida o vuelta y vuelta. Mientras el humo invade la cocina, siga hablando y prepare una ensalada de lechuga, tomate, huevo, zanahoria, cebolla y queso de rallar, bien pulsuda o sea.
Preguntelé si quiere yantar la carne en la cocina nomás, como se agasaja a los amigos, o en el comedor, que es para las visitas. No olvide convidarle un buen vino, gaseosa o un jugo si tiene a mano. Converse de música, de artes, del trabajo que dan los hijos, las maestras que no son como las de antes. Cuando termine la costeleta, delé un postre rico, fruta o queso y dulce a elección.
Y al final viene lo principal: cuando el tío se haya marchado, borre prolijamente las huellas de lo que hizo como si hubiera cometido un horrendo crimen. No permita que alguien se entere de lo que hizo: ni el marido ni los hijos ni los vecinos ni nadie tiene por qué saberlo. No deje una miguita que la denuncie ni grasa en la plancha ni sucios los cubiertos. Y trate de olvidar el suceso más rápido que inmediatamente.
Es decir, no debe cometer el error de alabarse, ni tomarse fotos con el hombre ni andar publicándolo en Feibu. ¿Por qué? Bueno, porque: “Tú cuando ayudes a un necesitado, ni siquiera tu mano izquierda debe saber lo que hace la derecha: tu limosna quedará en secreto. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará”. No lo digo yo sino san Mateo, en su Evangelio, capítulo 6, versículos 3 y 4.
©Juan Manuel Aragón

De postre
Desde que se murió Pablo Trullenque las letras de las chacareras no tienen ley de fieritas, los changos creen que juntan al Súpay con el rancho y la chinita y ya está.
Finiolex

Comentarios

  1. Las situaciones idealizadas suenan bien y llaman a la conversión, aunque son las de menos probable ocurrencia. Las mismas dejan las buenas acciones limitadas a la espera de una fortuita e improbable circunstancia que nos ponga a alguien con una necesidad en nuestro camino. Al mismo tiempo, deben darse las condiciones de poder atender a la persona, que la persona tenga una legítima necesidad, y que esté anuente a la propuesta.
    Hay una mayor probabilidad de que ante una necesidad de ese tipo, las personas busquen ayuda en centros comunitarios, instituciones religiosas y organizaciones caritativas, que no sólo est!n mejor capacitadas y preparadas para dar ese tipo de atención, sino que lo pueden hacer de manera más eficiente y proveyendo ayuda integral en otros aspectos.
    Conozco a quienes dedican su día a la misión de atender esos sitios, el wsfuerzo que realizan, las grandes necesidades que tienen y lo limitado de su presupuesto. Siempre la demanda los supera.
    Lamentablemente rara vez reciben ayuda del gobierno porque son la competencia de su acción social deficiente, porque desnudez la incapacidad y el partidismo en su accionar, y porque no da votos. Pará un político, esos recursos son mejor invertidos si se gastan en una vianda o un choripán en un acto de campaña, al que concurren partidarios que nunca tienen necesidades o urgencias alimenticias de ese tipo.
    Creo preferible, en vez de esperar una situación fortuita, apoyar regularmente con fondos y tiempo propio a las entidades de beneficencia e iglesias que tienen comedores populares y que dan ayuda a todo el que toca a su puerta. Concurrir un s!Bado, Domingo, o día de semana a ayudar en la cocina o en la limpieza, los profesionales donar una hora de su profesión de odontología, contadores, plomeros, médicos, ingenieros, etc. pará la ayuda integral y el mantenimiento del lugar.
    Lamentablemente quienes llegan a la situación de urgencia tienen un alto grado de desbalance en muchos otros aspectos, sobre todo emocionales, y un centro de ayuda está mucho más preparado para manejar esos casos que doña Rosa sola en su casa, o con niños pequeños, quienes pueden quedar expuestos a riesgos innecesarios por su buena intención.

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