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Dicen sus versos diez de los más representativos poetas de la provincia, en un libro de cuidada edición
“Hay algo que se reedita en ´Voces de Santiago´, que devuelven la tarde, las huellas, los vientos, las soledades y la desnudez de sus autores me conmueve los recuerdos, hechos caminos, desde lejos; por allí nos refugiamos en las nuevas voces con la herencia viva del canto”, dice Ernesto Rojas.¡Alto!, deténgase, ¿de qué está hablando? De la antología “Voces de Santiago del Estero”, que ha reunido en un volumen de 94 páginas, la poesía de los que quizás sean los vates más representativos de un tiempo de Santiago del Estero. Carlos Alberto Artayer, Nancy Giménez, Stella Maris Incola, Sandra López Paz, Nieves Teresita Maldonado, Margarita Elisa Montero, Alfonso Nassif, Thiago Nassif López, Melcy Ocampo y María del Carmen Pilán, entregan algo de su producción en un texto de cuidada factura, bajo la responsabilidad de ediciones Villa María.Rojas, el compilador de la antología, dice: “Recorrer su geografía hace de este viento norte argentino la siembra permanente de su historia para no caer en el abismo” y agrega: ”La Salamanca para esos pactos celebratorios donde el alma queda ahí en el baile con el Súpay a cambio de riquezas, mitos que trascienden y que con el tiempo los va transformando; las flores de los tunales, los algarrobos que se hacen poesía a cada paso que damos”.
Más adelante justifica: “Esta antología enciende las voces santiagueñas para que el proceso poético aborde al hombre con su pena, su alegría y la esperanza de un sol que atraviese un futuro con una nueva luz en su nostalgia”. Y culmina: “Instante para devolver al Universo del asombro”.
Leer un libro antes de su presentación es ver la ecología del hijo en el vientre de la madre, anticipándose al milagro presente en el asombro de quienes después lo buscarán para llevarlo a su casa, leerlo, atesorarlo, prestarlo, nunca olvidarlo. O, como en mi caso, conversar imaginariamente con los autores, a la mayoría de los cuales conozco personalmente, buscando huellas de sus voces oídas en conversaciones perdidas, en cada uno de sus versos.
La poesía santiagueña de los últimos 50 años, se sacudió la carga de las hachas, el color de la tierra y el verde pálido del bosque. Se volvió sobre la personalidad de sus autores y, lo que perdió de costumbrismo lo ganó en conocimiento del universo, entendido como el corazón de cada uno hecho todos.
Báh, digo. Leer poesía ensancha el alma, la ilumina, le da fuerzas para seguir adherida al cuerpo. Acabo de recibir el libro de la mano de una de sus autoras, Magui Montero y lo leí de un tirón, reconociendo versos leídos en otros libros, descubriendo los nuevos y, como siempre, maravillándome con el resto.
Fue impreso en Gráfica del Sur, Juan B. Justo 5951, Córdoba, con diseño de María Eugenia Bollo, ilustraciones de Hugo Argañarás. Se hicieron 100 ejemplares. El copyright es del Grupo Paco Urondo.
Cuando sea la presentación, si me entero, pego un chiflido a los amigos para que vayamos.
©Juan Manuel Aragón
Más adelante justifica: “Esta antología enciende las voces santiagueñas para que el proceso poético aborde al hombre con su pena, su alegría y la esperanza de un sol que atraviese un futuro con una nueva luz en su nostalgia”. Y culmina: “Instante para devolver al Universo del asombro”.
Leer un libro antes de su presentación es ver la ecología del hijo en el vientre de la madre, anticipándose al milagro presente en el asombro de quienes después lo buscarán para llevarlo a su casa, leerlo, atesorarlo, prestarlo, nunca olvidarlo. O, como en mi caso, conversar imaginariamente con los autores, a la mayoría de los cuales conozco personalmente, buscando huellas de sus voces oídas en conversaciones perdidas, en cada uno de sus versos.
La poesía santiagueña de los últimos 50 años, se sacudió la carga de las hachas, el color de la tierra y el verde pálido del bosque. Se volvió sobre la personalidad de sus autores y, lo que perdió de costumbrismo lo ganó en conocimiento del universo, entendido como el corazón de cada uno hecho todos.
Báh, digo. Leer poesía ensancha el alma, la ilumina, le da fuerzas para seguir adherida al cuerpo. Acabo de recibir el libro de la mano de una de sus autoras, Magui Montero y lo leí de un tirón, reconociendo versos leídos en otros libros, descubriendo los nuevos y, como siempre, maravillándome con el resto.
Fue impreso en Gráfica del Sur, Juan B. Justo 5951, Córdoba, con diseño de María Eugenia Bollo, ilustraciones de Hugo Argañarás. Se hicieron 100 ejemplares. El copyright es del Grupo Paco Urondo.
Cuando sea la presentación, si me entero, pego un chiflido a los amigos para que vayamos.
©Juan Manuel Aragón
Gracias por compartir Juan no leí nada de autores Santiagueño de 0oesia
ResponderEliminarMuchas gracias por la atención de haber realizado esta hermosa nota!
ResponderEliminarAh, la poesía. Me acuerdo que los changos me decían "Alfonso Nassif no es poeta. Alfonso es poeto". Y se reían recordando las andanzas del amigo
ResponderEliminarRealmente una hermosa nota, me encanto, gracias
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