El autor |
En 1887 nació el salteño Juan Carlos Dávalos, cuyos poemas y relatos encantaron a una generación de lectores argentinos y sudamericanos
El 11 de enero de 1887, nació Juan Carlos Dávalos, “Don Sanca", en San Lorenzo, Salta. Poeta y escritor, uno de los más influyentes de Sudamérica durante el siglo XX.A los 16 años fundó el periódico “Sancho Panza” con David Michel Torino. Fue funcionario público, profesor, director de la academia de letras argentina, director de los Archivos Provinciales de Salta y de la biblioteca local.Su obra figura entre las más importantes piezas de literatura argentina y americana del siglo XX. Junto con Jorge Luis Borges, Pablo Neruda y otros, fue parte del siglo de oro de la literatura sudamericana. Es padre de Jaime Dávalos, también poeta y músico y abuelo de Julia Elena Dávalos, conocida cantante folklórica.Su madre fue Isabel Patrón Costas, hija de Domingo Patrón Escobar e Isabel Costas y Figueroa Güemes, hija de Francisco Manuel Costas Frías y de Catalina Luisa Figueroa Güemes, hija a su vez de Francisca Güemes, hermana de Martín Miguel de Güemes.
Pasó casi toda su vida en Salta. publicó un extenso trabajo cercano a su hogar y la vida en los cerros de su provincia. Escribió poemas, obras de teatro, ensayos y cuentos cortos, entre los cuales "El viento blanco" tiene un lugar privilegiado en muchos lectores de toda América. Los casos del zorro son fábulas infantiles con personajes autóctonos como el quirquincho, el cóndor, el zorro, el yaguareté. Son divertidas historias con moralejas.
Falleció el 6 de noviembre de 1959.
Entre sus poemas los más conocidos son De mi vida y de mi tierra, Cantos agrestes, Cantos de la montaña, Otoño, Salta, su alma y sus paisajes, Últimos Versos.
En prosa se leen y celebran aún hoy Narrativa: Salta, El viento Blanco, Airampo, Los buscadores de oro, Los Gauchos, Los casos del zorro ,Relatos lugareños, Los valles de Cachi y Molinos, Estampas lugareñas, La Venus de los Barrial, Cuentos y relatos del norte argentino, El sarcófago verde y otros cuentos, La Cola Del Gato.
Escribió teatro también como Don Juan de Viniegra Corazones, Águila Renga, comedia política, (con Guillermo Bianchi), La tierra en armas (con Ramón Serrano).
A algunos de sus poemas le pusieron música. A Serapio Guantay (con música de José Juan Botelli), Ay madre (Gustavo Leguizamón), Hogar (Julio Cesar Isella), Mensaje, Ruego, Silueta fueron musicalizados por Felipe Boero.
De entre sus poemas, La leyenda de Coquena debía ser aprendida de memoria por los chicos de Jujuy, en la década del 60 y lo hacían con gusto, por la música de sus versos.
La leyenda de Coquena
Cazando vicuñas anduve en los cerros.
Heridas de bala se escaparon dos.
-No caces vicuñas con arma de fuego,
Coquena se enoja - me dijo un pastor.
-¿Por qué no pillarlas a la usanza vieja,
cercando la hoyada con hilo punzó?
¿Para qué matarlas, si sólo codicias
para tus vestidos el fino vellón?
-No caces vicuñas con arma de fuego,
Coquena las venga, te lo digo yo.
¿No viste en las mansas pupilas oscuras
brillar la serena mirada del dios?
-¿Tú viste a Coquena?
-Yo nunca lo vide,
pero sí mi agüelo - repuso el pastor;-
una vez oíle silbar solamente,
y en unos tolares, como a la oración.
Coquena es enano; de vicuña lleva
sombrero, escarpines, casaca y calzón;
gasta diminutas ojotas de duende,
y diz que es de cholo la cara del dios.
De todo ganado que pace en los cerros,
Coquena es oculto, celoso pastor;
si ves a lo lejos moverse las tropas,
es porque invisible las arrea el dios.
Y es él quien se roba de noche las llamas
cuando con exceso las carga el patrón.
En unos sayales, encima del cerro,
guardando sus cabras andaba el pastor;
zumbaba en los iros el gárrulo viento,
rajaba las piedras la fuerza del sol.
De allende las cumbres de nieves eternas,
venir los nublados miraba el pastor;
después la neblina cubrió todo el valle,
subió por las faldas y el cerro tapó...
Huyó por los filos el hato disperso,
y a gritos, en vano, lo llama el pastor.
La noche le toma sentado en cuclillas,
y un sueño profundo sus ojos cerró.
Cuando el alba tiñe - limpiando los cielos-
de rosa las abras, despierta el pastor.
Junto a él, a trueque del hato perdido,
Coquena, de oro le puso un zurrón.
No más en los cerros guardando sus cabras,
las gentes del valle vieron al pastor;
Coquena dispuso que fuese muy rico.
Tal premia a los buenos pastores el dios.
©Juan Manuel Aragón
Muy bueno. La leyenda de Coquena me ha llevado a la infancia.
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