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Jack el Destripador |
El 9 de noviembre de 1888 es hallado el cuerpo de María Juana Kelly, última víctima de Jack el Destripador
El viernes 9 de noviembre de 1888 fue hallado el cuerpo de María Juana Kelly, última víctima de Jack el Destripador. Así le decían —le siguen diciendo— asesino de al menos cinco mujeres en o cerca del distrito Whitechapel del East End de Londres entre agosto y noviembre de 1888. El caso es uno de los misterios sin resolver más famosos del crimen inglés.Se le han atribuido especulativamente una docena de asesinatos entre 1888 y 1892 a Jack el Destripador, pero sólo cinco de ellos, todos cometidos en 1888, fueron vinculados por la policía a un solo asesino.Las cinco víctimas “canónicas” son María Ana Nichols (cuyo cuerpo fue encontrado el 31 de agosto), Anita Chapman (encontrada el 8 de septiembre), Isabel Stride (encontrada el 30 de septiembre), Caalina, “Kate” Eddowes (encontrada el 30 de septiembre), y María Juana Kelly (encontrada el 9 de noviembre).Según la suposición común de la época, las víctimas eran prostitutas y todas Kelly, fueron asesinadas mientras ejercían su oficio en la calle. Luego esa creencia se dio por sentada en los libros sobre los crímenes, que normalmente ofrecían conjeturas sobre la verdadera identidad de Jack el Destripador e informaban detalles gráficos de los asesinatos que cometió,aunque muchos de estos libros se basan en afirmaciones y documentos fraudulentos.
En el libro, Las cinco: las vidas no contadas de las mujeres asesinadas por Jack el Destripador, publicado en 2019, la historiadora social británica Hallie Rubenhold argumentó que Nichols, Chapman y Eddowes no eran prostitutas; Stride había recurrido a la prostitución sólo ocasionalmente, durante períodos de pobreza desesperada y sufrimiento emocional (pero no hay evidencia que demuestre que había estado trabajando cuando fue asesinada); y que la única prostituta verificable entre las cinco era Kelly.
En opinión de Hallia Rubenhold, la noción de que Jack el Destripador era un asesino de prostitutas era consecuencia de los prejuicios misóginos y de clase característicos de la época victoriana.
En cada caso, a la víctima se le cortaba el cuello y el cuerpo generalmente era mutilado de una manera que indicaba que el asesino tenía al menos algún conocimiento de anatomía humana. En una ocasión, se envió por correo a la policía la mitad de un riñón humano, que pudo haber sido extraído de una víctima de asesinato. Las autoridades también recibieron una serie de notas burlonas de una persona que se hacía llamar Jack el Destripador y afirmaba ser el asesino.
Se hicieron esfuerzos denodados y a veces curiosos para identificar y atrapar al asesino, pero fue en vano. Se levantó un gran revuelo público por el fracaso en arrestar al asesino contra el ministro del Interior y el comisario de policía de Londres, quienes dimitieron poco después.
El caso ha mantenido su influencia en la imaginación popular, en parte porque los asesinatos en serie eran mucho más raros en ese momento que en la actualidad.
Jack el Destripador ha proporcionado temas para numerosas obras literarias y dramáticas. Quizás la más notable fue la novela de terror The Lodger, publicada en 1913 de Marie Adelaide Lowndes, que inspiró numerosas películas, incluida The Lodger: A Story of the London Fog, de 1927, de Alfred Hitchcock.
Los sospechosos citados con más frecuencia son Montague Druitt, abogado y profesor interesado en la cirugía del que se decía que estaba loco, desapareció después de los asesinatos finales y luego fue encontrado muerto; Michael Ostrog, criminal y médico ruso que había sido internado en un asilo debido a sus tendencias homicidas y Aaron Kosminski, judío polaco y vecino de Whitechapel, conocido por tener una gran animadversión hacia las mujeres (particularmente las prostitutas) y que fue internado en un asilo varios meses después del último asesinato.
Varios londinenses notables de aquel tiempo, como el pintor Walter Sickert y el médico William Gull, también han sido objeto de tales especulaciones. Los lugares de los asesinatos se han convertido en el lugar de una macabra industria turística en Londres.
©Juan Manuel Aragón
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