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1995 CALENDARIO NACIONAL Atentado

Vídeo del horror
El 3 de noviembre de 1995 explota la Fábrica Militar de Río Tercero, Córdoba, atentado ocurrido durante el gobierno de Carlos Menem, comprobado por la justicia argentina

El viernes 3 de noviembre de 1995 explotó la Fábrica Militar de Río Tercero, Córdoba. Fue un atentado durante el gobierno de Carlos Saúl Menem, que destruyó el establecimiento y parte de la ciudad, ocasionó la muerte de siete personas, hirió a más de trescientas y dañó la salud mental de la mayor parte de la gente de la ciudad.
Cerca de 20 años después, en el 2014 el Tribunal Oral Federal 2 de Córdoba, dictó una sentencia; condenó a cuatro funcionarios de Fabricaciones Militares, todos ingenieros y militares retirados, a penas de trece y diez años de prisión, por el delito de estrago intencional, agravado por la muerte de personas. Los jueces dijeron también que la explosión fue para encubrir el contrabando de armas a Ecuador y Croacia realizado entre 1991 y 1995.
Fue un crimen atroz, un perfecto atentado llevado adelante por el Estado. Llama la atención hasta hoy, el hecho de que la sociedad siga tomando con total naturalidad que un gobierno argentino haya sido capaz de matar argentinos para encubrir el delito de enviar armas a un país que estaba en guerra con una nación amiga.
A las 9 menos cinco de esa mañana, empezaron en la fábrica militar “Río Tercero” una serie de explosiones que siguieron durante todo el día, a raíz de las cuales murieron siete personas ajenas a la planta, ya que ninguno de los 400 empleados presentes durante el siniestro resultó muerta.​ Se lesionaron trescientas personas, la mayoría estaba fuera de la planta,​ en la que hubo un solo herido grave.
La fábrica quedaba a doscientos metros del límite del área urbana, por eso las explosiones afectaron a la ciudad: decenas de casas quedaron en ruinas y cientos fueron dañadas, lo mism que los automóviles; toda el área urbana quedó regada de esquirlas, escombros y municiones de guerra. Las partes más afectadas fueron los barrios aledaños a la fábrica: Escuela, Las Violetas, Libertador, Cerino.
Los siete muertos, Romina Torres, Laura Muñoz, Aldo Aguirre, Leonardo Solleveld, Hoder Dalmasso, Elena Rivas de Quiroga y José Varela, eran ajenos a la fábrica, lo mismo que casi todos los heridos.​Miles de personas huyeron con lo puesto de la ciudad hacia los pueblos vecinos, se instalaron en plazas y casas de vecinos solidarios, que los apoyaron con comida, agua y acceso a los teléfonos para hablar con sus seres queridos.​
La población padeció masivamente los síntomas físicos y mentales propios de una guerra, sobre todo los niños.​ Comenzaron más de diez mil demandas por daños y perjuicios contra el Estado argentino, que estableció un fondo de 80 millones de dólares para atender las indemnizaciones, con un tope por persona de 50 mil dólares. El gobierno de Menem estaba acostumbrado a tarifar el dolor, como que indemnizó a los detenidos durante la dictadura militar por causas políticas y a los familiares de los muertos y desaparecidos.
Ese día a las 5 de la tarde, Menem fue a Río Tercero y ofreció una conferencia de prensa, en la que informó que las explosiones se habían iniciado por accidente. Cuando el periodismo preguntó si podía tratarse de un atentado, Menem respondió: “Le estoy diciendo que no, descártelo totalmente, es un accidente… Se trata de un accidente y no un atentado. Ustedes tienen la obligación de difundir esta palabra”. El gobernador de Córdoba, Ramón Mestre, ratificó la afirmación de Menem: “Descarto totalmente la posibilidad de que se trate de un atentado. Esto ha sido un lamentable accidente y hay que entenderlo de esa manera”.
A pesar de que parecía apresurado suponer que era un accidente y que muchos hechos sospechosos indicaban que debía investigarse la hipótesis de que hubiera sido intencional, la instalación que hizo Menem de la “teoría del accidente” dominó la investigación judicial y los medios de comunicación durante varios años.
Los jueces del Tribunal Oral Federal 2 de Córdoba reconstruyeron la mecánica de las explosiones valorando las pericias y testimonios presentados en el juicio.
“El estrago se desencadenó a partir de tres explosiones sucedidas en el interior de la fábrica. Las dos primeras sucedieron simultáneamente en el tinglado de la Planta de Cargas y la segunda, de mayor intensidad, se produjo en los depósitos de Expedición y Suministros.​ Las dos explosiones desencadenaron a su vez el estallido de decenas de miles de proyectiles de guerra acumulados en los polvorines de la fábrica, que causaron extensos daños que se extendieron a gran parte de la ciudad, especialmente los barrios aledaños (Escuela, Las Violetas, Libertador, Cerino)”.
Los jueces también consideraron que personas no identificadas, con conocimientos sobre explosivos, entraron a la fábrica durante la noche del 2 o la madrugada del 3 de noviembre, fueron a la Planta de Carga y a los depósitos de Expedición y Suministros "con la misión de acondicionar los elementos iniciadores del fuego, como asimismo disponer los detonadores y reforzadores necesarios para provocar horas más tarde las letales explosiones".​
La Planta de Carga en la que se produjeron las dos explosiones iniciales, había sido reactivada tres años antes, pero sin reactivarse la Portería de seguridad. Tampoco había una adecuada seguridad en el perímetro de la fábrica, con varios puntos en los que el alambrado estaba roto. Además, la noche previa a la explosión, el teniente coronel Oscar Quiroga, subdirector a cargo de la fábrica por ausencia del director, ordenó que no se estacionaran vehículos particulares frente al predio, una práctica común de los vecinos.
En los días anteriores a la explosión, se acumularon en la Planta de Carga cantidades excesivas de trotyl y cajones con proyectiles de cañones de 105 milímetros; no era habitual ni seguro que estuvieran ahí. Hubo trabajadore, personal jerárquico y el sindicato que se quejaban y solicitaban que los explosivos fueran llevados a un lugar seguro.​
También fue inusual que la semana anterior a la explosión, tanto el director (el coronel Cornejo Torino), como el subdirector (coronel Quiroga) se ausentaron de la fábrica para viajar a Buenos Aires.
Los incursores no pasaron del todo desapercibidos; fueron vistos u oídos por vecinos, policías y obreross de la fábrica.
Cerca de las 9 menos 10 de la mañana, en el tinglado de la Planta de Carga, un tambor de trotyl se prendió fuego, luego siguieron otros.​ Había cerca de 200 tambores en dos grupos separados, el mayor de ellos con trotyl y el menor con hexolita, más proyectiles sin espoleta. Pocos minutos antes, el supervisor Emilio Ostera vio a una persona sospechosa vestida de soldado al lado del tambor, sin ninguna razón. Ostera y otros operarios intentaron apagar el fuego, pero entonces se produjo la explosión, cuya onda expansiva lo arrojó a 80 metros de distancia, causándole graves lesiones.
A las 9 menos 5 de la mañana explotaron al mismo tiempo los dos grupos de tambores, dejando dos cráteres inmensos.​ La pericia química oficial dijo que las llamas no hubieran producido la explosión del trotyl y la hexolita, para que sucediera debió haberse utilizado un detonador y un reforzador.
Las explosiones tenían un diferencial de poder, de tal manera que la menor contrarrestó parcialmente a la mayor, con el fin de enviar la onda expansiva hacia el este. Fueron dispuestas de tal modo que la onda expansiva fuera hacia el sur-este, un sector que en ese momento no tenía empleados ni obreros trabajando, pues era día de pago y estaban cobrando sus salarios en el oeste del predio, o estaban en el comedor, también ubicado al oeste, debido que a las 9 de la mañana comenzaba el horario de descanso.
Cinco minutos después de las dos explosiones simultáneas en la Planta de Carga, se produjo otra explosión, mucho más grande, en los depósitos de Expedición y Suministros, ubicados unos 200 metros al Sur, sin relación con aquellas.​ El estallido fue en cinco depósitos que tenían aproximadamente cien mil toneladas de municiones para morteros, cañones, fusiles y pistolas, ubicados sobre la calle Arenales, frente al barrio Las Violetas, y causó los mayores daños.​
La pericia contable halló que en la Fábrica de Río Tercero había menos municiones que las que estaban registradas en los libros, concluyendo que faltaban entre 23.405 y 49.000 proyectiles, según el inventario que se tomara, que equivalían a un tercio y dos tercios del total.​
Los condenados, coroneles Cornejo Torino y González de la Vega, aceptaron que la explosión no pudo haber sido accidental. El primero sostuvo que se había tratado de un sabotaje o una grave negligencia, motivado en una protesta sindical,​ y el otro sostuvo lisa y llanamente que había sido una operación para encubrir el contrabando de armas a Croacia y Ecuador.​
Sin dudarlo, se trató de un crimen, como le llaman “de lesa humanidad”, ideado, trazado y cometido para encubrir otro delito, como contrabandear armas en flagrante contradicción con los postulados de la política exterior del país. Empero los verdaderos responsables, es decir Menem y más de un ministro, gozaron de impunidad mientras vivieron o la siguen disfrutando, los que quedan, hoy en día.
©Juan Manuel Aragón

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