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Maximiliano |
El 6 de julio de 1832 nace Maximiliano, archiduque de Austria y emperador de Méjico, a quien llevan a ser rey de un país con otra realidad
El 6 de julio de 1832 nació Fernando Maximiliano José María de Habsburgo-Lorena, en Viena. Fue archiduque de Austria y emperador de Méjico, un hombre cuyo ingenuo liberalismo demostró no estar a la altura de las intrigas internacionales que lo habían puesto en el trono y a las brutales luchas dentro de Méjico que llevaron a su ejecución. Murió el 19 de junio de 1867, cerca de Querétaro, Méjico.Hermano menor del emperador Francisco José, sirvió como contraalmirante en la marina austríaca y como gobernador general del reino lombardo-veneciano. En 1863 aceptó la oferta del trono mejicano, creyendo falsamente que el pueblo de ese país americano lo había elegido rey; de hecho, la oferta fue el resultado de un plan entre mejicanos conservadores, que deseaban derrocar el gobierno liberal del presidente Benito Juárez, y el emperador francés Napoleón III, que quería cobrar una deuda de Méjico y promover sus ambiciones imperialistas allí. Respaldado por una promesa de apoyo del ejército francés, Maximiliano zarpó hacia Méjico con su esposa Carlota, hija de Leopoldo I, rey de los belgas.Coronado emperador el 10 de junio de 1864, tenía la intención de gobernar con benevolencia paternal, viéndose a sí mismo como el protector de los campesinos indios. Apoyó las amplias reformas de Juárez (para indignación de los terratenientes), estaba decidido a abolir el peonaje, y se enfrentó a la jerarquía católica al negarse a restaurar vastas propiedades eclesiásticas confiscadas por Juárez. Sin embargo, el tesoro estaba tan vacío que tuvo que utilizar sus propios ingresos heredados para los gastos diarios.En abril de 1865, el ejército francés había apoyado con éxito a Maximiliano empujando a Juárez hacia el norte casi hasta Tejas. Pero ese mes terminó la Guerra Civil norteamericana y Estados Unidos exigió la retirada de las tropas francesas de Méjico con el argumento de que su presencia constituía una violación de la Doctrina Monroe.
Carlota se apresuró a viajar a Europa para pedir ayuda a Napoleón III y al Papa Pío IX para su marido, sólo para sufrir un profundo colapso emocional cuando sus esfuerzos fracasaron. Las fuerzas francesas se retiraron en marzo de 1867 y Juárez y su ejército regresaron a la Ciudad de Méjico. Al negarse a abdicar, sintiendo que no podía abandonar honorablemente a “su pueblo”, Maximiliano fue nombrado comandante supremo del ejército imperial por sus partidarios conservadores mejicanos.
En Querétaro, la pequeña fuerza de Maximiliano fue rodeada, sometida a hambre y finalmente traicionada hasta la capitulación, el 15 de mayo de 1867. Aunque Víctor Hugo, Giuseppe Garibaldi y muchos de los jefes coronados de Europa pidieron a Juárez que salvara la vida de Maximiliano, se negó a conceder el indulto, dado que se habían perdido miles de vidas en esta última lucha por la independencia de la dominación extranjera. El 19 de junio de 1867, Maximiliano fue ejecutado en un cerro en las afueras de Querétaro.
Cuestión (casi) personal
Para justificar el reinado de un europeo sobre los mejicanos, se arguyó que los de allá también eran “latinos” y se acuñó el vocablo “latinoamericano”, como una prueba de la continuidad de la sangre y la lengua europea. Esa palabra, “latinoamericano” durante mucho tiempo fue considerada un insulto, porque venía a evidenciar una falacia, que los franceses tenían derecho a imponer un rey en Méjico o en cualquier otro lugar de América o del mundo, báh. Algunos la seguimos considerando insultante, empero otros se acostumbraron a usarla y creen que con eso nombran a toda América, incluido el Brasil. Otros preferimos el término “hispanoamericano”, en la conciencia que la Hispania abarcaba lo que hoy es España y Portugal y nosotros sí somos su sangre, su lengua y su sentir.
Juan Manuel Aragón
©Ramírez de Velasco
Para justificar el reinado de un europeo sobre los mejicanos, se arguyó que los de allá también eran “latinos” y se acuñó el vocablo “latinoamericano”, como una prueba de la continuidad de la sangre y la lengua europea. Esa palabra, “latinoamericano” durante mucho tiempo fue considerada un insulto, porque venía a evidenciar una falacia, que los franceses tenían derecho a imponer un rey en Méjico o en cualquier otro lugar de América o del mundo, báh. Algunos la seguimos considerando insultante, empero otros se acostumbraron a usarla y creen que con eso nombran a toda América, incluido el Brasil. Otros preferimos el término “hispanoamericano”, en la conciencia que la Hispania abarcaba lo que hoy es España y Portugal y nosotros sí somos su sangre, su lengua y su sentir.
Juan Manuel Aragón
©Ramírez de Velasco
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