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CUENTOS Para pensar

Ilustración

Lluvia


Mauricio González Faila*
Llevaba horas mirando el techo, daba vueltas en la cama y a izquierda y derecha el gris de la pared lo volvía más triste. Nunca pensó que aquello hubiera sido tan difícil de superar, pues no era peor que estar sin trabajo, pero el corazón le reventaba. Aquella angustia la calmó con cuarenta cigarrillos, un kilo de pan, y una recorrida por su casa. Sólo eso.
Días antes, todo marchaba bien. Se había ilusionado con Gloria, si bien no la llamaba constantemente, pero le demostraba en la oportunidad que tenía todas sus intenciones; ella nunca respondió, o si lo hizo fue para decirle que no se ilusionara. Horacio aceptó la derrota, nunca entendió por qué el rechazo, pero se consolaba pensando en que el alma de una mujer es variable como el fuego. Fuera de eso, nada había ocupado su pensamiento.
Se levanta de la cama, observa el desorden de la mesa, los platos sucios, los gatos yendo de un lugar a otro, y la soledad que rodea su vida desde casi siempre. “Pura tontera” piensa y trata de insertarse en su trabajo: Preparar clases, consultar y releer los materiales para esa clase.
Allá, en el mundo que hay tras la ventana, sigue lloviendo, la calle embarrada, las bolsas de basura destrozadas por unos perros entretenidos bajo el agua. Se derrumba su ánimo, pero trata de convencerse que debe retomar el rumbo de su vida, que esta tormenta ya pasará. ”Metáforas”, “Fantasmas” contra eso piensa que combate, de pronto se ilumina su pensamiento y prepara la pava para el mate amargo. Se sienta a la mesa, se ceba un mate y allí organiza la clase que debe dar el jueves.
Gloria, no se había ido de su recuerdo, estaba ahí, vigilante, atenta... pero en la realidad sus charlas no habían pasado de un simple saludo, de hablar de temas de trabajo, y cuando él quería mostrarse interesado en ella, ella lo esquivaba. Como decía el maestro, esta mujer no es buena para el flirt...
...por eso hacía esfuerzos enormes para olvidarla. No soportaba más la situación, no creía en nada, ni en sí mismo, por eso no encontró otra forma de irse que dejar una carta y sacar del cajón un cuchillo para dirigirlo al cuello y sentir en carne propia el filo de aquella herramienta casera que el domingo pasado la usó para cortar la costilla que había puesto en la parrilla. Esa misma herramienta ahora lo dejaba fuera de circulación mientras los gatos paseaban indiferentes enfrente de él y la humedad se escurría entre las paredes.

Cámara
Tirado sobre una superficie que, de a ratos le resulta blanda o dura, con los ojos entreabiertos advierte una luz que lo molesta. De repente tiene un panorama del lugar: Paredes y techos blancos, el cuadro de una mujer con los dedos sobre los labios. ¿Dónde estaré? ¿Qué habrá pasado? Ordena sus recuerdos y vuelve todo al punto: Se levantó temprano como de costumbre, se bañó y después preparó el agua para su mate amargo. Tomó el ómnibus, se bajó en el lugar habitual, abrió las puertas, subió las escaleras...
...y allí el misterio; ¿Habrá sido la oscuridad del pasillo? Algo debe haber sucedido, intenta volver sobre sus pasos, pero no halla respuesta. La memoria le juega una mala pasada, pero también le dice que se olvidó de saludar a su mujer; entonces se lamenta, piensa que en adelante no olvidará ese detalle, como tampoco del cumpleaños de ella. Hurga en su bolsillo y disfruta de una pastilla de menta, se le hace presente que también debe dejar el cigarrillo. Se escuchan unos pasos, ve que la puerta se abre y llegan unos individuos de guardapolvos y guantes de plástico. Preso del miedo, sabe que no puede escapar de donde está. Los escucha decir: “¡Ah! ¿Qué hay aquí?, parece fresquito”. Una voz joven agrega: “Doctor, es normal que el cuerpo esté a esa temperatura”. Una mano toma el mandil, realiza el corte en “Y”; de hombro a hombro para terminar en el bajo vientre para extraer los órganos interiores y después realizar su pesaje. Un escalofrío recorre su cuerpo. Silencio. El tiempo se detiene. Otra mano lo toma por el cuello, lo mira fijamente y le susurra: “¡Esto es sólo el comienzo, la muerte es otra cosa! y el filo certero termina con esa vida para que sea objeto de estudio e investigación.
*Publicados por primera vez en El punto y la coma

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