La Sele |
Quién es Sele Vera, la rionegrina que se metió con el chamamé y canta vestida de gaucho
Dicen que una chica, casi una desconocida, se trepó al escenario del festival de la Salamanca y fue lo más esperado de una de sus noches. Selena Vera tiene 18 años, es rionegrina, canta “chamamé romántico”, toca la guitarra y la acompañan en el escenario otros jóvenes como ella. Tiene sus críticos, cómo no, y sus fanáticos que la adoran, la oyen encantados y saben y corean sus canciones.
Curioso, voy a Youtube a ver qué hay de ella. Mucho. La oigo un buen rato. Y sí, es chamamé tradicional interpretado por un conjunto correcto, todos con muy buena presencia. Ladra más o menos como Soledad Pastorutti en sus comienzos. Pero, mientras la otra se metía con lo más tradicional de la música argentina y sus autores más reconocidos, el de esta chica es un folklore nuevo, y perdón por el oxímoron.
Después, con el tiempo, Soledad dejó de revolear el poncho, al parecer tomó clases de canto y hasta se daba el lujo de aconsejar a jóvenes valores, en un concurso que pasaban por la televisión. Al principio también salía ataviada como gaucho y se hacía la paisanita recién bajada del colectivo en la terminal.
Capaz que “la Sele”, como le dicen sus seguidores, sea fenómeno de un verano y después pase al olvido. Puede ser. Para los expertos catadores del paladar negro de los folkloristas, es una advenediza que no sabe cantar. Claro, porque los demás nacieron sabiendo, la madre los parió en un escenario y a los dos días entonaban hasta con falsete.
Le reprochan también que no tiene carisma, como si fuera un elemento fundamental para triunfar en la música. En serio, changos, ahí están Atahualpa, antipático arriba y abajo del escenario, Eduardo Falú, Alfredo Ábalos, entre otros, más agrios que abrazo de suegra. Sin embargo, pese a entregar pocas sonrisas y tener rostros no precisamente agradables, se ganaron el fervor del público y siguen y seguirán presentes en la memoria de todos por muchos años más.
No me estoy declarando admirador de esta chica, de hecho, el chamamé me parece una música repetitiva, machacona, de tal manera que oyes uno y el resto son todos iguales. No pagaría para oírla a ella ni a Tarragó Ross. Pero entiendo que haya gente que le guste y que, si sigue cantando como hasta ahora o mejora, quizás tenga un éxito perdurable y llegue con el tiempo, a hacer lo mismo que los otros jóvenes que triunfaron con el folklore: abandonar este noble género y dedicarse al pop. Como Abel Pintos, la misma Soledad y hasta Peteco Carabajal, si me apuran un poco.
Alguna vez y por motivos laborales tuve que ir a festivales de folklore. Me aburrí como una ostra, después de la primera chacarera todas me parecían lo mismo y de hecho lo eran: acababa de ponerse de moda “La del Puente Carretero” y era una de cada tres piezas. La gente con la que había ido se divertía a más no poder. Le pregunté a uno por qué estaba tan alegre, qué le veía de lindo a eso. “¿Vos no tomas?”, me preguntó. Le respondí que no. “Bueno, no vas a entender nunca”, me respondió. Y aunque no me crean, entonces entendí.
Vuelvo a Sele Vera. Ojalá que sigan sus éxitos, que cuide ese aire juvenil durante todo el tiempo que pueda, si quiere seguir usando boina o sombrero, que lo haga, si un día cree que ya no le queda, se los saque, que cambie su repertorio y lo vaya haciendo más profundo, que los miles de seguidores de ahora se le vuelvan millones y que nunca pierda la satisfacción de hacer lo que le gusta, porque la música alegra la vida de mucha gente, la vuelve menos áspera, suaviza los momentos duros.
Y que a sus detractores se les haga la boca a un costado, que se muerdan los labios de rabia, que se les nuble la vista de la envidia porque en un verano, ella va a hacer la guita que ellos no van a ver ni de cerca durante toda su vida.
Me encantan los jóvenes atrevidos, los que intentan innovar en un arte tan jodido como la música. Si se meten con el folklore, mejor, ya he dicho que muchos de sus acordes estaban podridos de viejos en la década del 50 del siglo pasado. Si lo renuevan, le harían un favor enorme a un género que merece ser visto con otros ojos.
Nunca más el folklore de la pava negra para el mate, ¡ahora usamos termo, carajo!
©Juan Manuel Aragón
Capaz que “la Sele”, como le dicen sus seguidores, sea fenómeno de un verano y después pase al olvido. Puede ser. Para los expertos catadores del paladar negro de los folkloristas, es una advenediza que no sabe cantar. Claro, porque los demás nacieron sabiendo, la madre los parió en un escenario y a los dos días entonaban hasta con falsete.
Le reprochan también que no tiene carisma, como si fuera un elemento fundamental para triunfar en la música. En serio, changos, ahí están Atahualpa, antipático arriba y abajo del escenario, Eduardo Falú, Alfredo Ábalos, entre otros, más agrios que abrazo de suegra. Sin embargo, pese a entregar pocas sonrisas y tener rostros no precisamente agradables, se ganaron el fervor del público y siguen y seguirán presentes en la memoria de todos por muchos años más.
No me estoy declarando admirador de esta chica, de hecho, el chamamé me parece una música repetitiva, machacona, de tal manera que oyes uno y el resto son todos iguales. No pagaría para oírla a ella ni a Tarragó Ross. Pero entiendo que haya gente que le guste y que, si sigue cantando como hasta ahora o mejora, quizás tenga un éxito perdurable y llegue con el tiempo, a hacer lo mismo que los otros jóvenes que triunfaron con el folklore: abandonar este noble género y dedicarse al pop. Como Abel Pintos, la misma Soledad y hasta Peteco Carabajal, si me apuran un poco.
Alguna vez y por motivos laborales tuve que ir a festivales de folklore. Me aburrí como una ostra, después de la primera chacarera todas me parecían lo mismo y de hecho lo eran: acababa de ponerse de moda “La del Puente Carretero” y era una de cada tres piezas. La gente con la que había ido se divertía a más no poder. Le pregunté a uno por qué estaba tan alegre, qué le veía de lindo a eso. “¿Vos no tomas?”, me preguntó. Le respondí que no. “Bueno, no vas a entender nunca”, me respondió. Y aunque no me crean, entonces entendí.
Vuelvo a Sele Vera. Ojalá que sigan sus éxitos, que cuide ese aire juvenil durante todo el tiempo que pueda, si quiere seguir usando boina o sombrero, que lo haga, si un día cree que ya no le queda, se los saque, que cambie su repertorio y lo vaya haciendo más profundo, que los miles de seguidores de ahora se le vuelvan millones y que nunca pierda la satisfacción de hacer lo que le gusta, porque la música alegra la vida de mucha gente, la vuelve menos áspera, suaviza los momentos duros.
Y que a sus detractores se les haga la boca a un costado, que se muerdan los labios de rabia, que se les nuble la vista de la envidia porque en un verano, ella va a hacer la guita que ellos no van a ver ni de cerca durante toda su vida.
Me encantan los jóvenes atrevidos, los que intentan innovar en un arte tan jodido como la música. Si se meten con el folklore, mejor, ya he dicho que muchos de sus acordes estaban podridos de viejos en la década del 50 del siglo pasado. Si lo renuevan, le harían un favor enorme a un género que merece ser visto con otros ojos.
Nunca más el folklore de la pava negra para el mate, ¡ahora usamos termo, carajo!
©Juan Manuel Aragón
Coincido plenamente con sus dichos Don Ramirez de Velazco, ó nos actualizamos (nos agiornamos dirian los periodistas que saben) ó el viento y el tiempo nos llevaran como hojas secas pá los pagos del olvido.
ResponderEliminarLe doy un gran abrazo y bien hecho que aprendió a tomar vino así compriende mejor éstas cuestiones del folclore.
Divertido!!!
ResponderEliminarSabes que nunca la escuche cantar, la voy a buscar, la Sole, es lo mas
ResponderEliminarExcelente y divertida reflexión! Y siempre nos hace pensar... No conozco a la tal Sele, pero como todos los que fueron antes que ella, le espera un largo y empinado camino o quedar ahi...
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