Ir al contenido principal

RELATO El fantasma rabioso

Cementerio de La Guanaca,
foto de ilustración

“Andaban desolados los validos, los favorecidos, ciertos parientes lejanos que, de vez en cuando pegaban un mangazo”


Un lebrel de piedra custodia el mausoleo del quien supo ser mandamás de ese pueblo, al que, por un capricho de la burocracia siguen llamando ciudad. A la vera de un camino nacional e inútiles vías de ferrocarril que se oxidaban por falta de uso, el pueblo dormitaba su modorra campesina. Hasta que apareció muerto en su casa, de una certera puñalada en el corazón, el almacenero más poderoso del lugar que alguna vez fuera una capital importante, nudo que servía para distribuir riquezas al norte.
La noticia apareció en los diarios de la capital, alguien dijo haberla visto en la televisión de Buenos Aires y el pueblo se agitó con la sorpresa y el estupor primero y luego chismes que iban y venían, dimes y diretes y hasta arriesgadas teorías que surcaron sus polvorientas calles. El primer colectivo de la mañana trajo el diario con su nombre impreso en letras catástrofe en la página de “Policiales”. En vez de los diez ejemplares habituales, ese día llegó con veinte y agotó la edición.
Si bien en los últimos tiempos los muertos a cuchilladas eran pan de todos los días para el periodismo de la capital, en este caso se trataba de un almacenero conocido en todas partes, valedor de viejos políticos con injusta notoriedad lograda desde antaño, en cien mil chanchullos y la yapa, y también de los de fama por conseguir.
También tenía dos o tres queridas que mantenía a raya, a fuerza de promesas y algunos pesitos dejados como al descuido en la mesa de luz, antes de calzarse el sombrero para volver a su casa.
¿Tenía dinero? En ese momento calculaban que serviría para mantener sin trabajar a tres o cuatro generaciones de parientes. Pero, como suele suceder, luego lo fumarían, más rápido que ligero, entre hijos y nueras.
La pregunta era quién había sido el autor del crimen. De entrada, fueron detenidas dos personas que, justo a la hora en que descubrían al finado, intentaban abordar un ómnibus para huir del lugar, según se dijo. Luego se averiguó que nada tenían que ver. Más tarde se corrió la bola que había sospechosos y que se trabajaba sobre pistas firmes. A la semana apareció la noticia de que en cualquier momento podría darse a conocer los nombres de los autores. Al mes seguían las arduas investigaciones, ahora cotejando el ácido desoxirribonucleico de unas gotas de sangre halladas en la habitación de la muerte, con cuanta persona pasara por frente a la comisaría. Hasta hoy se siguen varias líneas de investigación para dar con los culpables y llevarlos ante un tribunal. Pero, maimanta.
Andaban desolados los validos, los favorecidos, ciertos parientes lejanos que, de vez en cuando pegaban un mangazo y hasta las chicas de un lugar de diversión que todos conocen, pero nadie nombra: no fluiría el dinero entre las verdes mesas del esquivo póker, nadie jugaría a sacarles las medias a las mujeres, corriendo desnudo, cual fauno gordo y risueño, por las habitaciones del único hotel del pueblo.
El silencio del camposanto custodia, con el mayor de los sigilos, los ojos abiertos y la sorpresa del comerciante aquel al enfrentar al enviado de quién sabe quiénes, pues supo, en ese postrer instante que sería ensartado de un solo puntazo, con mucha fuerza, en el centro mismo del corazón. Algunas noches, con la luna ausente, el lebrel de piedra guiña un ojo a las osamentas cuando salen a divertirse con los inocentes caminantes. Un fantasma quieto, sentado arriba de su tumba es el único que no sigue los macabros juegos de los muertos. Mastica rabia por toda la eternidad.
©Juan Manuel Aragón
Comisario Llulla, 13 de noviembre del 2022

Comentarios

  1. Interesante relato. De esporádica ocurrencia en nuestros pueblos.
    Es verdadero éste, Juan?

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

AÑORALGIAS Santiago querido

La Secco Somera lista (a completar), de lo que hay todavía en la ciudad mágica habitada por los santiagueños, sus sueños y saudades Algunas cosas que antes sabía haber en Santiago y no hay más, se perdieron para siempre, consignadas en este sitio para que al menos quede su recuerdo. Esta lista la publiqué hace algunos años en Feibu y los amigos la completaron. 1 Helados “Kay”, más ricos no hay. 2 El auto Unión, (con motor de dos tiempos, como la Zanella). 3 Las heladeras Vol-Suar. 4 Las prohibidas del Renzi (¡Coca!, cuánto amor). 5 La bilz de Secco (la de ahora no es lo mismo, qué va a ser). 6 El Santa Ana, El Águila, empresa Robert, el Manso llegando desde el fondo del saladillo. 7 Cheto´s bar. 8 El peinado batido de las mujeres. 9 El jopo (ha vuelto, pero como mariconada). 10 La nueva ola y los nuevaoleros. 11 El Tuco Bono. 12 El departamento Matará. 13 Panchito Ovejero vendiendo billetes de lotería. 14 La Porota Alonso. 15 La Gorda de Anelli. 16 Tala Pozo. 17 Mi tata. 18 Panadería L

LEYENDA El remís con chofer sin cabeza

Imagen de Facebook de David Bukret Un misterioso auto circula por las calles de Santiago y La Banda: un caso que está dando que hablar en todos lados Un hombre detiene su motocicleta en el parque Aguirre, lleva una mujer atrás, son las 3 de la mañana. Se apean debajo de un eucalipto, justo cuando empiezan a besarse aparece un auto, un remís que los encandila y se queda parado, como esperando algo. Ella pega un grito: “¡Mi marido!”, suben de nuevo a la moto y se van. Antes de irse, el hombre observa que en el remís no hay nadie, parece vacío, pero ya ha acelerado, a toda velocidad y no se va a detener. Ha pasado varias veces, según cuentan los parroquianos en el café con nombre y apellido, en una historia que va pasando de mesa en mesa, repitiéndose todos los días con más detalles. Las mentas hablan de un remís que aparece de manera impensada, no solamente cuando detecta traiciones amorosas, sino que asustó a varios muchachos que andaban trabajando de noche en casas que no eran las suya

EVOCACIÓN El triste final de la Dama de Hierro

Mercedes Marina Aragonés El recuerdo para quien el autor de esta nota llama Dama de Hierro, algunas anécdotas y la apreciación sobre una personalidad controvertida Por Alfredo Peláez No fue el final que posiblemente soñó en sus años de poder y esplendor. Cuando el nombre Nina paralizaba hasta el más taimao. Se fue en silencio, casi en puntas de pie, como vivió sus últimos años. Muy pocos lloraron a Marina Mercedes Aragonés de Juárez, la dama que supo ser de hierro, en tiempos idos. Seguramente coqueteó en esos años con un funeral al estilo Evita, con su féretro en el salón principal de la Casa de Gobierno, o en el Teatro 25 de Mayo, y largas colas de santiagueños para darle el último adiós. Pero solo fueron sueños de diva. Nada de eso ocurrió. Los diarios santiagueños apenas se hicieron eco de su fallecimiento. Al fin y al cabo, más importante eran los 470 años del pago que ella intento domesticar a rienda corta y chicote. Quedarán miles de anécdotas que la tuvieron como protagonista.