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INVENTOS El estribo

Caballero antiguo

Un elemento que después fue muy común en las monturas, no se conoció en la época de los romanos hasta después de Cristo, sus ventajas, sus implicancias


El estribo no se conocía en la antigua Roma. Lo que no deja de ser un problema para los productores de películas, pues no hay muchos jinetes dispuestos a hacer las evoluciones de a caballo que marcan los directores, prácticamente en pelo, sólo con una jerguilla y nada más.
La caballería en las tropas de aquellos tiempos en un arma casi menor. Apenas empezaba la batalla, si podían, mandaban a los hombres montados a que tiraran unas cuantas flechas, cosa de hostigar al enemigo, pero cuando chocaban las espadas, las lanzas, los caballos se volvían completamente inútiles. Imagínese a un hombre de a caballo, sin estribos, tratando de lancear a un enemigo: a veinte kilómetros por hora nomás, si tenía la desgracia de acertarle, quedaba pegado a la lanza y el caballo se le iba adelante, no tenía cómo seguir montado.
Recién con el advenimiento del estribo, parándose sobre él, es posible usar la espada de manera más segura y, sobre todo la lanza. Esta prenda entró al mundo conocido, por España, más o menos en el siglo I, cuando un grupo de árabes invadió el sur de España, eran los zenetes y traían ese adminículo en el apero. De ahí viene el nombre “jinetes”, con el que se apoda a los hombres de a caballo. Y de ahí también “montar a la jineta”, como los jockeys del hipódromo, con el estribo bien cortito.
En las películas de romanos les suelen poner al caballo una manta o una tela gruesa para que no se vea que el hombre va con estribos, pero esto se da siempre que los productores, los guionistas o el propio director advierten el error que sería ver en la película, un actor, para peor estribando largo.
Cuando se popularizaron y se hicieron comunes, más o menos para el siglo IV, posibilitaron la gloria de la Edad Media, que fue el tiempo en que la cristiandad, de la cual descendemos, tenía a Dios como meta de sus afanes, guía de sus acciones y sostén de los cabildos. Para sentirse invencibles, los hombres se pusieron encima una pesada armadura y nació la Caballería, más que un arma de una tropa cualquiera, el espíritu de un ideal católico que habría de perfumar el mundo conocido de entonces y, casi al final, se abriría hacia otros mundos, como América.
Daría para una reflexión en varios volúmenes, la constatación de cómo un sencillo invento de la humanidad, algo que quizás estaba a la mano de todos, la hace avanzar varios casilleros. Pero es posible que sobre el estribo ya se hayan redactado varios libros, tratados, mamotretos, quién sabe. Para llevar las armaduras se hicieron necesarios caballos grandes, esos que en el pago les dicen frisones, capaces de soportar semejante peso.
El noble bruto, como le dicen, ha llegado hasta estos días usado muy poco como animal de trabajo en campos y ciudades, y más como recreación o deporte. Mucha más gente va de a caballo porque juega al polo, hace salto ecuestre, corre carreras o desfila en una agrupación tradicionalista, que la que lo usa para arriar vacas, recorrer alambrados, bolear suris (contados con el índice los que saben), o llevar carritos.
Andar a caballo, ensillando sobre los riñones del animal, es una cosa. Otra muy distinta —y quizás superior —es hacer equitación. Un criollo que quiera cabalgar con montura inglesa tendrá que aprender todo de nuevo, desde el caballo, que estará amansado de otra manera, hasta el manejo de las riendas y de los estribos, la postura, el trote, todo.
Pero, más allá de los detalles, así como el invento de un desconocido árabe del norte del África cambió la faz del mundo, es posible que otros, ideados aquí nomás, a la vuelta, como el catre de tiento, el horno móvil santiagueño, sean los grandes inventos del segundo milenio del hombre sobre la faz de la Tierra desde el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Capaz que de alguno de ellos los argentinos tiran el hilo para salir de la fenomenal crisis en que se han metido, quién sabe.
Abajo hay lugar para agregar más inventos populares, desmentir todo sobre el estribo, afirmar que todo lo anterior es mentira o hacer catarsis por cualquier otra razón. Anímese total es gratis.
©Juan Manuel Aragón
A 13 de febrero del 2024, en Silípica. Rezando un Rosario

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