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Por qué algo que se usa todos los días en la cocina de todas las casas, sería peor que lo que había antes, lea la nota y entérese
Hay inventos que han adelantado a la humanidad y han hecho del mundo un mejor lugar para vivir. Entre ellos, el reloj a cuerda, la penicilina, el aire acondicionado, el lavarropas, la bayaspirina (“bayeraspirina”, decía mi abuela), el matambre a la pizza, la computadora, la pastillita azul (un capo el tipo), el teléfono de mano y tantos otros sin los cuales sería más difícil la existencia de cualquiera. Pero hay inventos de la antigüedad que no han sido superados. O lo que vino después fue peor que lo que había antes.Como el invento del cuchillo de acero inoxidable. Que nunca, jamás de los jamases, ni en los sueños más húmedos de un herrero decente, será mejor que aquel glorioso cuchillo cuyo filo se oxidaba, pero le duraba. Después de inventar el cuchillo con filo de acero inoxidable, sus creadores enfrentaron las quejas de quienes los compraron, pues había que llamar al afilador cada dos por tres, ya que se trata de una aleación mucho más blanda que el hierro que nos venía de remotas edades.Y empezaron a salir esos cuchillos con dientes, antipáticos y ordinarios, cuya marca todos tenemos en la punta de lengua cuando pensamos en ellos. Hasta la límpida, fresca y sutil cuchillada que antes uno le aplicaba en la panza a otro, se empezó a dificultar cuando apareció el arma blanca con dientes, para peor, de origen brasilero. Si amigo, del Tramontina se está hablando.
Antes, en todas las casas había piedras de afilar o molejones. A los cuchillos se les gastaba el filo de tal manera que a veces quedaban puro mango. El abuelo en la mesa, afilando un cuchillo contra otro, con ese suave chasquido agudo, antes de encarar el puchero o los chunchulis, es una tierna escena familiar que a muchos no se les borrará de la mente.
Otra cosa más, el filo de los cuchillos que se oxidaban iba quedando en la piedra o en el molejón. Se sabía que cada vez que se pasaba por ahí el utensilio, quedaba un poco más finito por efecto de su desbastamiento, con “b” larga. Ahora, cuando los cuchillos con filos de dientes se gastan, uno tiene la sospecha de que poco a poco se los ha ido comiendo, porque en el plato no quedaron los pedazos. ¿Algún médico se ha preguntado cuánto acero inoxidable aguanta el estómago de un argentino? Aquí está la pregunta, que la respondan los muy buenos gastroenterólogos santiagueños, si es que saben la respuesta.
Por qué la modernidad prefiere un invento posterior, que es claramente inferior a un arma que venía desde la más remota antigüedad sin ser modificada en su ser más intrínseco, nunca se sabrá. Porque no daba tanto trabajo afilar cuchillos. Y no se renegaba con los de cocina actuales, que no sirven ni para cortar un tomate porque se les va el filo en un santiamén.
Nadie dice que uno esté en contra de la modernidad, la bombita eléctrica, el mate con yuyos, la inteligencia artificial, los bombos de plástico, los drones cargados con bombas atómicas, las mujeres y los mujeros teñidos de violeta, azul o verde y todas esas otras cosas raras de ahora, pero se debería reemplazar lo viejo cuando lo nuevo sea mejor, amigos.
Juan Manuel Aragón
A 13 de abril del 2025, en casa. Tecleando el ordenador.
Ramírez de Velasco®
Yo hasta la fecha conservo mi faca afilada de los dos lados. Era cosa de no creer amigo, pero el mejor cuchillo nos daba el mérito para conquistar a la más linda del pago. Yo tenía varias guainas hermosas y orgullosas de mi y todo era por la fama de mi faca larga y con buena punta. Pilpinto Santo_ pa lo que guste mandar.
ResponderEliminarSos un imbécil, Pilpinto y no tienes cura
EliminarPilpinto Santos !!! Mariposa Mariposona Campestre ¡¡¡,tenés descocido el pantalon en la zona de la cola,asi lo hacés rapido sin necesidad de bajarte los lienzos....
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