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AMÉRICA Sigamos negando la evidencia

Fundación de ciudades

"Los europeos se maravillaron de encontrarlos con un modo de vida solo un poco superior al del tiempo de las cavernas"


Luego de su largo y emocionante viaje de 1492, Cristóbal Colón no pasó por el reino de Portugal, sino que regresó con los Reyes Católicos. Hay quienes dicen que le creyeron que había llegado a la India, a Catay. Otros sostienen que no le creyeron ni media palabra y le ordenaron que callase el descubrimiento: respondía con su vida por ello.
Fue en 1992, quinientos años después de aquel perdido viaje, que un avión, recién inventado en Mallorca, centro mundial de la ciencia y el arte, descubrió, de pura casualidad, ese nuevo continente. Los indios seguían sin inventar la rueda, no tenían historia porque tampoco habían aprendido a escribir, y alimentarse los unos a los otros cuando escaseaban las proteínas continuaba siendo una práctica habitual entre ellos. Tanto que tenían unos calendarios muy precisos, que usaban para comerse a los enemigos en los días ceremoniales.
Los de Santiago pescaban con las fijas, eran como flechas, pero en la punta tenían una especie de gancho, pasaban días enteros en el río lanceando el agua, hasta que, por ahí, enganchaban un bagre, un dorado, lo tiraban a la orilla y sus mujeres los iban recogiendo para dar de comer a los hambreados hijos.
Aquí puntualmente nunca habían pasado de ser unos cuantos cientos. Las inundaciones llegaron a matar ahogados a todos los que vivían a la orilla del río Dulce y lo mismo sucedió con los que se asentaron en el Salado. Pero igual nunca iban a aumentar el número, los que llegaban a adultos no vivían más de 34 años si eran hombres y 32 las mujeres. Por ahí, si uno llegaba a los 40 años, era el anciano de la tribu. Ya se sabe, no hay nada más ineficaz que la medicina de los yuyos, las brujerías y demás supersticiones.
Los europeos se maravillaron de encontrarlos con un modo de vida solo un poco superior al del tiempo de las cavernas. En las mujeres la menstruación era un fenómeno atípico, pues apenas daban a luz a un chico, ya estaban embarazadas del próximo. En los idiomas indios no existía la palabra “abuelo”, pues no se bautiza aquello que no existe o es tan escaso que no vale la pena.
Y como sabían que eran iguales, los españoles se enamoraron de algunas indias, se casaron y tuvieron hijos. Los ingleses, preocupados solamente por las riquezas, los consideraron seres inferiores y por eso no idearon una palabra para nombrar a sus hijos con las indias, pues casi no los hubo. Aquí se les llamó criollos, somos nosotros y estamos orgullosos de la sangre indígena que llevamos y agradecidos a los españoles, que no nos mataron de puro gusto, como hacían los pérfidos gringos de Norteamérica. También damos gracias por los espejitos de colores, uno de los cuales se llamaba “anzuelo” y es con lo que aprendimos a calmar el hambre, pescando de una manera no tan complicada como la fija.
Así como los españoles y el mundo entero nos señala por el maíz y la papa, que calmaron el hambre de cientos de miles de personas, les reconocemos el habernos enseñado que no debíamos comernos entre nosotros ni reducir cabezas ni desollar vivos a los semejantes ni sacarles el corazón del pecho todavía caliente ni tirar sus cabezas por los escalones de nuestras pirámides ni engordarlos para luego cenarlos ni tener especies de zoológicos de las tribus vencidas.
Y en todos los lugares de América conquistados por los españoles, de lo que ahora es Washington DC para el sur, nos hicimos sus amigos, porque nos trataron con dulzura y consideración o por lo menos mucho mejor que esos malévolos ingleses, quienes, hasta mediados del siglo XX, cuando su espíritu cuáquero se lo permitió, recién se hicieron los de creer que éramos tan humanos como ellos.
Ah, el oro, el oro, el oro. Los españoles sabían desde antes de llegar a Santiago que aquí no había oro, plata ni piedras preciosas sino solamente una gran llanura salada, inhóspita, en la que el suri corría libre, dejándose bolear a veces. Sin embargo, se empeñaron en levantar una ciudad, le trazaron un canal paralelo al río, levantaron sus templos, fundaron una universidad, sembraron sus cercos y la señalaron como el hito fundacional desde el que salieron las expediciones que prohijaron otras, tan hermosas como ella.
Pero es un sueño el que le estoy contando, porque el tal Cristóbal Colón guardó el secreto bajo siete llaves, permitiendo a los Reyes Católicos hacerse ricos vendiendo abalorios de unas misteriosas ínsulas del otro lado del mar, pero que no merecían una expedición para encontrarlas. A quién le llaman la atención los colores y las fragancias y los sabores y los soles de una tierra que no se ha cansado de parir belleza para que el mundo entero la disfrute.
De no haber sido por los españoles, andaríamos pensando en asuntos poco importantes, como cuánto pesa usted lector, qué sabor tendrán sus brazos, cómo quedará si se lo hace al horno o hervido o qué tal quedará acompañado con arroz o lechuga. ¿Quiere probar qué se siente si le sacan el corazón estando vivo, como lo hacían  los mansos aztecas con sus víctimas?
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

  1. De la realidad que describe el artículo, sobre el estilo de vida y costumbres de las poblaciones indígenas de América (que eran iguales y aún más brutales en algunas tribus de lo que es hoy USA), se desprende otra realidad. Es el concepto de "población originaria", que es el engaño más grande que estas culturas han logrado imponer.
    Si se estudia la historia cronológica de la existencia de esos grupos étnicos, se verá que por siglos se i valieron y aniquilaron unos a otros, haciendo desaparecer de la faz de la tierra a los vencidos, siempre con saña y crueldad. Es por eso que la colonización europea fue solo una mas, que encontró a los últimos conquistadores locales, que antes habían acabado con otros más originarios que estos originarios, y que la tal "originariedad" seguía para atrás en el tiempo unas cuantas veces. La única diferencia con los españoles fue que esta vez la colonización vino de otro continente (con su propia historia de colonizaciones centenarias), y que dejó vivos a los colonizados.
    Es por ello que es lamentable la ignorancia de los activistas que insisten en el tema de las reparaciones y los derechos indígenas, en un país que tiene su constitución, que debe ser única y aplicable a todos por igual. Y la gente debe también estudiar e informarse un poco más, y ya no dejarse meter el cuento.

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