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La primera gran novela de que se tiene memoria fue escrita en cuatro versiones que no se contradicen y se completan
Es seguro que lo que sigue usted lo ha oído en otra parte, tal vez hace mucho, pero no importa, porque las cosas maravillosas siempre vuelven a la memoria de quien las leyó por primera vez con ojos de niño. Se trata de una novela que, si no fuera la fuente de una fe verdadera que profesan millones de personas en todo el mundo, igualmente sería una ficción perfecta, y lo mejor es que nació más de mil años antes de que se inventara la novela como género de la literatura.Usted sabe lo que cuenta, pero vale la pena repetirlo, porque es interesantísimo. Un matrimonio de una pequeña aldea tiene un hijo en condiciones paupérrimas, en una ciudad que no es la suya y a la que ha ido porque se debía censar. Al ser judío, el chico es circuncidado, vuelve a aparecer antes de terminar de crecer cuando se pierde en el templo, al hallarlo sus padres, está conversando con unos sabios, cuando le reprochan porque se alejó de ellos, les dice que saben bien que su tarea es superior, los excede; y los padres aceptan la explicación. Luego sigue creciendo en gracia y sabiduría.Vuelve a aparecer cerca de los 30 años, se rodea de los mejores discípulos que podría haber conseguido en esa tierra casi yerma, en la orilla del mundo civilizado de entonces. De entre sus discípulos, al menos cuatro escriben, con distinta mano, exactamente lo mismo, y por eso hasta los incrédulos sospechan que, además, puede ser cierta.
El protagonista tiene una serie de incidentes, hace portentos maravillosos y casi al final se enemista con las autoridades, que lo condenan a morir en la cruz. Él se dice hijo de Dios, y aún así, acepta tener una muerte horrible, torturado, escupido, golpeado, debe cargar el madero hasta el lugar en que lo clavarán de las muñecas de las manos y de los pies. Al cabo de unas horas, se muere.
¿La novela termina mal? No señor. Porque más adelante narra que, al tercer día y, tal como estaba anunciado en otros textos anteriores y como él mismo lo había predicho, resucita. En un capítulo único, al final, se va despidiendo de su gente, deja las últimas instrucciones, le da una lección a un discípulo que no creía en su resurrección y se marcha para siempre del libro. Hay un personaje principal, otros secundarios, que entran y salen de la historia, paisajes cambiantes, aunque en un territorio no muy extenso y con estos elementos se va armando una estructura narrativa, digamos, mucho más que interesante y ágil.
Si fuera un libro publicado anteayer, más de un crítico literario de los diarios de Buenos Aires lo recomendaría diciendo, entre otras cosas: “Es fresca, muy actual, tiene una intención moralizante sin ser pesada, se lee de un tirón, recomendada para todas las edades en cualquiera de sus cuatro versiones, pero mejor en todas, pues se irá hallando una miga distinta en cada una”.
Leer aquí cómo hay que hacer para cruzar un desierto como el del Sahara
Oiga, amigo, las primeras novelas, reconocidas como tales surgieron más de mil quinientos años después, no estaban ni la mitad de bien escritas, tampoco eran muy claras y la mayoría de las veces eran un bodrio. Y no se cuenta la Ilíada y la Odisea, porque son relatos orales que fueron luego puestos en papel pues, aunque se atribuya a Homero, no fue escrita por él, entre otras cosas porque dicen que era ciego. Tampoco vale el cuento de Gilgamesh y otras tradiciones sumerias o acadias, porque se trata de tradiciones transmitidas de padres a hijos como leyendas.
Esta que se narra aquí —aunque usted ya sabe de qué se trata —fue escrita por gente que no tenía una cultura especial, no estaba rodeada de libros, no se preparó toda su vida para eso, y no le importaba, en absoluto el éxito editorial, sino dejar testimonio de lo que había visto y oído. Sin embargo, sigue siendo la obra que más ejemplares lleva vendidos, ha sido traducido a todos los idiomas, incluso a algunos que ya no se hablan más. Lo que se dice ahí devino en ritos precisos y creencias que reviven aquella narración en los lugares más recónditos de la Tierra, incluso en algunos en que está totalmente prohibido creer en lo que dice, bajo pena de muerte.
Además de esos discípulos un historiador judío, Flavio Josefo, tiene alguna referencia de la vida del personaje principal de aquella novela. De ese pequeño gran detalle se agarran los que creen, para desmentir a quienes afirman que es una gran fábula o una monumental patraña. Otros sostienen que fue reescrita unos siglos después para servir a los poderosos, cuando sus enseñanzas se hicieron la religión oficial del Estado, pero no ha de ser cierto, porque quienes se decían los depositarios de la fe de aquellos discípulos, después de sufrir una persecución atroz a mano de los mismos que luego eran sus aliados, no han de haber dejado que se le toque una coma.
Los años, los días, el tiempo, la vida, la forma de vestirse de más de la mitad de la humanidad, si no de toda, la moral, muchas costumbres, el concepto de patria, de tradición, de familia, de humildad, de honestidad, de sacrificio, de compañerismo, de amor, de religión, en fin, se cuentan o fueron impuestos por aquella novela y entre otros, un discípulo, Pablo, que pasó de principal perseguidor de los partidarios del personaje principal, a ser uno de sus primeros ideólogos. En cartas que enviaba a los que también se adherían a la nueva fe, fue el que decidió que, en vez de ser una secta judía, se abriera a los gentiles, impuso muchas reglas prácticas morales, se peleó con quienes se desviaban de las enseñanzas dejadas por el protagonista y marcó perversiones que, a pesar de ser repudiables y obscenos libertinajes, en la actualidad son tan comunes como el agua y el aire.
Todavía hoy hay quienes descreen del valor de la palabra y se niegan conscientemente a entender que ese libro transformó al hombre en lo que es o debiera ser, cinceló un fin distinto para su existencia, le enseñó a morir y le avisó que después hay otra vida, que es mucho mejor que la presente y que por ella y para ella, debemos ser mejores hijos, mejores padres, mejores esposos, mejores empleados, mejores patrones, no como una competencia contra alguien, sino para avivar todos los días el fuego que arde en el alma y que llama al Cielo.
Báh, pero este escrito se fue por una de sus ramas. Si tiene un amigo que sepa algo de lengua y literatura, pregúntele sobre el estilo de esa novela, la vida de sus autores, dónde habrían aprendido a escribir, en quién se basaron, por qué redactaron esos textos tan hermosos. Esa tarea está más allá de este humilde artículo, perdido en un blog del otro lado del mundo, esperando ser leído por no más de media docena de amigos y tal vez un amigo de ellos.
¡Salute!
Juan Manuel Aragón
A 21 de julio del 2024, en Santo Domingo. Recordando al padre Petit.
Ramírez de Velasco®
Se puede acotar que el Nuevo Testamento fue escrito entre otros, por contemporáneos de Jesús, que vivieron su historia. En cambio el Corán fue compilado más de 200 años después de la muerte de Mahoma, en base a escritos sobre la "memoria" de más de 400 "memorizadores" y escritos parciales en piedra, cuero, palma, etc. que contaban sobre los relatos del profeta.
ResponderEliminarFinalmente, más allá de que la gente crea o no en el componente dogmático asociado al Nuevo Testamento, la realidad es que toda nuestra civilización occidental se ha desarrollado en base a los principios y valores judeo-cristianos que la Biblia transmite, y que ha hecho posible el desarrollo de nuestra cultura de manera superlativa en relación a las demás civilizaciones orientales.