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CUENTO Qué hacer mientras se espera

Misterio resuelto

“Cientos de libros se han escrito sobre el asunto, entre las teorías, había una que sostenía que el culpable había sido un pariente de la realeza británica”


Por medio de estudios del ácido desoxirribonucleico que aplicaron a un chal que compraron en una subasta y que habría sido de una de las víctimas de Jack el Destripador, se descubrió que el asesino serial más famoso de la historia, era el peluquero judío polaco Aarón Kosminski, quien en vida fuera un firme sospechoso. La vieja, sentada al frente, me mira como si estuviera mintiendo, pero sigo conversando, es la única manera de acortar el tiempo en estos lugares despersonalizados, repletos de cuadros la constancia de congresos, jornadas, cursos.
Cientos de libros se han escrito sobre el asunto, entre las teorías, había una que sostenía que el culpable había sido un pariente de la realeza británica y de ahí que nunca se lo descubriera. Y hubo también quien lanzó la teoría de que había venido a la Argentina, que entonces para los ingleses, una especie de Meca del buen vivir. Lo cierto es que las crónicas recuerdan que los crímenes ocurrieron en un barrio pobre del naciente de Londres, Whitechapel. En 1888 fueron muertas cinco mujeres que se prostituían, degolladas, destripadas y abandonadas en medio de su propia sangre. Pucha, la vieja está sentada con otra mujer que lee una revista que dejaron en una mesita para que nos sirvamos. Pero a mí me gusta hacer amigos en todos lados, cosa de tener algo para contar después en casa. Mi mujer me dice que no le importa lo que diga una gente que no conozco y a la que no veré nunca más. Pero es interesante saberlo, digo, alguna vez servirá para algo tener amigos en todas partes.
Ríos de tinta han corrido desde entonces, cada tanto alguna revista de las que se llaman “de actualidad”, venía con alguna nueva teoría, un sospechoso sobre el que no se había puesto la lupa lo suficiente como para tenerlo por el autor, los subterfugios usados por el asesino para darse a la fuga sin que lo descubrieran. La vieja cuchichea con su vecina, que dejó la revista de lado y le atiende, es casi seguro que son madre e hija. Y de nuevo el caso pasó al olvido, al inconsciente colectivo de miles de lectores que alguna vez tomaron en sus manos un libro que hablaba sobre el asunto o vieron una película explicando de nuevo qué sucedió cuando pasó aquello.
Y de repente, ¡zás!, un tío descubre con una prueba química relativamente sencilla, quién fue el que mató a las cinco chicas y termina con el problema de un solo plumazo, como quien dice. Qué tantos detectives, qué tantas hipótesis, presunciones y conjeturas. Resulta que el chal de una de las víctimas tenía semen del asesino, se lo comparó con el registro genético de una descendiente de una hermana de Kosminski y ¡helas!, era él. Afuera pasa la calle, como un río de gente, yendo y viniendo desde quién sabe dónde. Chau, el con el caso resuelto, se acabó la conversación, a menos, claro, que todos se olviden y de nuevo camine la rueda de las suposiciones, las conjeturas, los cálculos, las figuraciones verdaderas y falsas.
Le digo al tipo que está a mi lado que suelo escribir en computadora. Le confieso que, si de algo me jacto para mis adentros, es de haber leído muchísimos libros. Pero en un momento de la espera se acaba el tema de conversación y tengo que seguir en el mismo lugar, ahora callado, aguardando que el psiquiatra diga mi nombre, avisando que me llegó el turno.
Entonces entraré al consultorio y le contaré que hace muchos años, en el barrio de Whitechapel, del este de Londres, hice algo horrible.
Siempre me receta pastillas para que me olvide, pero cuando se me acaban vuelvo a pensar en lo mismo. Me veo en una calle oscura de Londres, acechando una prostituta.
Juan Manuel Aragón
A 9 de septiembre del 2024, en Pozo Betbeder. Taloneando el mancarrón.
Ramírez de Velasco®

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