Hipopótamo en Zimbabwe |
Se publica este primer cuento animando a los lectores a enviar los suyos para ser publicados los domingos o fiestas de guardar
Fue antes de que Julio viajara a Italia, con la esposa, con la guita de la indemnización que le habían dado por los años que se comió en cana, a disposición del poder ejecutivo, es decir, sin juicio y sin condena, sólo porque a los milicos se les daba la gana de que siguiera preso. Cuando lo largaron, en el 83, decidió que sería escritor. Firmaba Julio Carreras (h). Pero el padre se llama Julio César y él es Julio Alberto. Un día se lo pregunté.-Si firmo Julio Alberto Carreras, no va a faltar el pícaro que se le ocurra decirme Julio A. Carreras.Acarreras. Claro, se entiende. Aca es mierda, en quichua. Comé aca es una de las expresiones híbridas quichua-castellanas, más comunes en el habla de los santiagueños. Acata micu, es en quichua comé aca. Si a micu se le agrega una y griega al final entonces -mícuy- tenemos el infinitivo. Que sería comer mierda.
Después se fue a Italia con la mujer, la Gloria, que también estuvo presa por actividades subversivas. Cayó junto con él, unos días antes del golpe, y por eso se salvó de que lo hicieran desaparecer. Lo juzgaron y lo condenaron. Por supuesto que no se salvó de que lo bolsearan y lo denigraran de lo lindo, esos milicos. Contaba después Julio, que los tanos le preguntaron a qué se debía esa hache que ponía al final de sus escritos. Y que él explicó que era necesaria para que no lo confundieran con el padre que se llamaba igual. La risa es porque la hache, según Julio, yo no sé porque nunca he estado en Italia, suena, justamente, como aca. Para los italianos, él era Julio Carreras (Aca). Lo que son las cosas de la vida.
Ya antes de Italia se había hecho inista Julio. El grupo "Ini", al que, con razón nunca me quiso afiliar tenía como mentores a unos italianos que enseñaban idiomas en una universidad de allá, no sé cuál sería, pero era bastante importante. "Ini" quería decir "infinitesimale novatrice internazionale" y era un movimiento que se basaba en la palabra escrita. Ellos se fijaban en las letras, las formas de las letras más que en lo que decían. Julio llegó a escribir un manifiesto para los inistas argentinos, que allá por el 85 o un poco después, eran muchos, según decía. Cosas así tenía Julio. A su primera novela, "Abelardo", se llamaba, la fechó "a orillas del río Limpopo", y aclaraba, "Zimbawe", como si todos no supiéramos que aparte de esa vez que había ido a Italia, nunca salió de la Argentina. Lo mismo los cuentos. Pero, después de "Quipu", le perdí el rastro.
A "Quipu" la hacíamos a pulmón, antes de que él entrara a trabajar al Liberal y yo al Nuevo Diario, la competencia. Quipu, otra palabra quichua, quiere decir nudo. Era la manera que tenían los incas de comunicarse, mandaban una ristra de piolines con nudos que significarían que las cosechas estaban bien, que había peste en los animales, vaya uno a saber. Y quipu le decían las viejas, nuestras abuelas, a un pañuelo al que le ponían la plata adentro y le ataban las cuatro puntas. Cuando iban a comprar algo, desataban el quipu y pagaban. Era como un tesoro el quipu, ya en Santiago. Siete u ocho números hicimos, hasta que, como dije, nos tomaron a cada uno en un diario. Después él puso una imprentita. Y una vez que yo estaba haciendo una revista para el gremio de los municipales de La Banda, lo fui a ver. Me la tenía que entregar un viernes a la mañana, los muchachos del gremio esperaban con la guita. Yo tenía que salir de vacaciones así que esa platita extra mal no me venía. Pero demoraba por no sé qué. Y nos pusimos a conversar. Entonces le pregunté por qué fechaba sus cuentos en el río Limpopo, que después me enteré que nace en Sudáfrica y desemboca en el Indico, después de recorrer 1.600 kilómetros en el África.
-Vos nunca has estado preso -me dijo Julio.
-Eso qué tiene que ver.
-Lo único que quieres, cuando estás preso, es verte afuera, estar libre, no aguantar la cara de los carceleros, los gritos, las interrupciones del sueño a la medianoche, los interrogatorios, el hablar bajito. Yo le escribía poemas de amor a mi mujer en papel de fumar. Y no me preguntes cómo, pero le llegaban. Y una vez uno de los muchachos trajo un mapa. Era un mapa del Africa. Lo único que teníamos para leer. Cada uno de los changos eligió un lugar para vivir hasta que lo dejaran libre. A mí me gustó el nombre del río: Limpopo. Y lo usé como si fuera mi casa. Todos los días, al levantarme, me veía en medio del río, en una canoa, mientras los elefantes bajaban a tomar agua, los cocodrilos me pasaban rozando y enormes víboras se deslizaban por entre los árboles. Y aunque no creas, Juan, cualquier cosa era mejor que estar preso. Mi lugar, durante muchos años, fue el río Limpopo. Eso sí, en Zimbawe, porque en ese tiempo en Sudáfrica los cagaban a palos a los negros y no me simpatizaban los sudafricanos.
©Juan Manuel Aragón
Publicado por primera vez en el blog
“Escritos e ideas”, el 25 de febrero del 2006.
Me encantó mí madre hablaba quichua con Zara un mujer india que yo adore qué las crío a ella y dos hermanas más .
ResponderEliminarEra un placer escucharlas muy dulce idioma!
Yo adoraba hablar con Zara y se quedaba a dormir en mí pieza muy sabía ...
Dos aclaraciones:
ResponderEliminar1) No viajamos a Italia "con la guita de la indemnización" (aunque ya la teníamos). Sino financiados completamente, tanto en los gastos de mi esposa, Gloria Gallegos y los míos. Gastos de pasajes en avión, ida y vuelta, de hotel, alimentación etcétera. Que fueron suntuosos, para nuestra frugal forma de vida corriente. Por generosidad del rectorado de la Universidad de Pescara, Italia. Con la guita de la indemnización pusimos una imprenta. Donde trabajaban cinco empleados. Todos en blanco y con obra social.
2) Mi padre no se llamaba Julio César, sino Julio, a secas. Por lo demás, simpático el cuento, y bien escrito. Felicitaciones.
Muy buena narración, y la referencia a Julito. Hermosa forma de darle claridad a los duros momentos, para desatar uno de los innumerables quipu. Un abrazo
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