Banda de música (Foto de Jorge Llugdar) |
Por qué son tan orgullosos los bandeños, cuando permitieron que su pueblo sea prolijamente destruido por tres o cuatro pícaros funcionarios municipales
Un estudio serio de la personalidad de los bandeños, debería explicar por qué se sienten tan orgullosos de la mugre y dejadez que campea en todo el ejido, desde los barrios más alejados hasta el otrora orgulloso centro del pueblo. Quizás provenga de una jactancia que fue pasando de padres a hijos, cuando se percataban de que ahí había instituciones perdidas en Santiago o que nunca habían tenido lugar en Capital, como los campesinos, los ferroviarios y sus tradiciones.Hace dos días se cumplió una efeméride importante para los bandeños, el miércoles 2 de julio de 1985, el Concejo Deliberante de esa ciudad sancionó una ordenanza creando la Banda de Música Municipal que, con el correr de los años se convirtió en nada, en humo de otro humo del recuerdo que alimentó aquel orgullo paterno, que sigue presente en la sangre bandeña, sin justificación en el presente.La Banda de Música de la Municipalidad de La Banda fue destruida adrede por los políticos que estuvieron a cargo de la comuna. Los bandeños vieron casi sin inmutarse, como les pedaceaban esta y otras instituciones y no solamente se quedaron callados, sino que siguieron votando a quienes los destruían prolija y eficientemente.La ordenanza que creó la Banda de Música, señalaba que su integración sería con personal municipal de planta permanente o supernumerarios con vocación musical que quisieran participar desinteresadamente y que gozarían de un permiso especial en los horarios de práctica.
Esta banda siguió funcionando hasta mediados de los 90. Luego de reclamos porque los funcionarios usaban los instrumentos, propiedad de la comuna, para actos partidarios, languideció en un mar de olvido y al final dejó de existir. Hoy es un recuerdo entre simpático y amargo, algo para contar a los hijos, que no creen que otra ciudad de La Banda era posible entonces. La destruyeron entre cuatro cinco pícaros, algunos de los cuales continúan en funciones.
La ordenanza prescribía que comenzaría su funcionamiento, en lo que restaba de 1985, “con la preparación del factor humano”, aprovechando los instrumentos de una banda de música anterior y los que se obtuvieran por donación, hasta tanto se incluya una partida, en 19986, para su equipamiento total. Eran los tiempos del intendente José Claudio Olivera, si vamos a decirlo todo.
En la ordenanza se estableció que se solicitaría la colaboración “ad-honorem”, del Director de la Banda de Música de la Policía de la capital o cualquier otra persona para la enseñanza y formación del conjunto.
El entusiasmo de los concejales de aquel entonces es notable, como que en el artículo 5 pide: “Gestionar ante el Batallón de Ingenieros 141 y Policía de la Provincia, la donación de algunos instrumentos que puedan ser transferidos”. También se recababa a los medios de difusión, el apoyo y colaboración de la comunidad.
Hay que decirlo, en el medio, antes de su disolución final, tuvo un breve período de recuperación durante el breve gobierno de Ángel Francisco García Piazza, pero luego los aires del odio y de la desidia ciudadana hicieron naufragar de nuevo la banda de música.
Hoy es un recuerdo que alimenta la vanidad de muchos buenos padres de familia bandeños, al recordar: “Nosotros teníamos una banda de música cuando los capitalinos ni soñaban con algo parecido”. Quizás este recuerdo, esa nostalgia, venida de alguna añoranza lejana, sea lo que sigue alimentando el famoso orgullo bandeño.
Sumidos en una ensoñación de tiempos idos, muchos salen de la casa con las anteojeras de no ver y la realidad no les muestra las calles hechas pelota, la basura desparramada por todas partes, los altos matorrales, las jaurías de perros que dan miedo, las oscuridades lóbregas de muchos barrios, las bolsas de plástico volando por todos lados, los municipales rascándose a cuatro manos.
Creen que el vals “Ciudad de La Banda”, cuya letra es de Pablo Raúl Trullenque, capitalino, los sigue pintando en la actualidad. Se niegan a ver que esas fincas perfumadas y veredas arboladas no existen más. Se perdieron en la niebla del recuerdo, reemplazadas por una inmundicia que uno de estos días los va a terminar tapando.
©Juan Manuel Aragón
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