La Mama Antula |
Qué hizo María Antonia de Paz y Figueroa para ser canonizada, dónde nació y qué significaron los jesuitas en su vida
Este artículo empezará con una verdad de Perogrullo, aunque a muchos no les guste, María Antonia de Paz y Figueroa es la primera santa argentina, porque el otro, José Miguel Brochero, es santo, no santa.Nació cerca de mi casa, al lado de lo que entonces era el convento de los jesuitas, según demostró Alberto Bravo Zamora, “Gringo”, uno de los más constantes buceadores de documentos antiguos que tiene Santiago del Estero. En un libro que publicó sobre la santa hace unos años, basándose en documentos que cualquiera puede investigar, llegó a la conclusión de que el lugar de nacimiento de la Mama Antula no fue Silípica, como afirman todos. Podría ser que quede bonito adjudicarle un lugar de nacimiento distinto al real, en el campo, como una leyenda incomprobable, pero no es cierta. Como se sabe, los jesuitas estuvieron en Santiago, en lo que hoy es el convento de Santo Domingo, pero por más que indagó y escudriñó viejos papeles, el amigo Bravo no pudo determinar si la santa nació sobre la calle Urquiza o sobre la 25 de Mayo.Un detalle que molesta cuando la nombran —o escriben su nombre— los porteños es su afán de afrancesarla, la nombran “mamá” Antula. Y no. No señor, es “mama”, con acento prosódico en la primera “a”, como se le decía a la madre en estos pagos hasta hace relativamente pocos años y en algunas partes quizás la sigan llamando.También es notable la falta de comprensión de sus luchas, sus esfuerzos, sus afanes. Se supone que fue una mujer que caminó muchos kilómetros durante su vida. Amigo, diga lo que quiera de la Iglesia Católica, pero no va a hacer santa a una mujer por sus virtudes peripatéticas, porque si así fuera cualquier maratonista actual merecería estar en un altar.
También fue un acierto de Bravo Zamora, mostrar por qué debía la Iglesia Católica, declarar santa a la Mama Antula. Al haber vivido desde que nació, al lado del convento de los Jesuitas, se hizo amiga de varios de ellos. Y admiró, sobre todo, su obra concretada a través de los ejercicios espirituales.
Recuérdese que la compañía de Jesús, recién creada llegó a América en 1567. En esta parte del imperio español, los hijos de Ignacio de Loyola se metieron con las tribus más feroces de indios y no solamente los cristianizaron, sino que les enseñaron a vivir en ciudades, de acuerdo al mundo que se les venía encima, les enseñaron artes, oficios y ciencias. Otra habría sido la suerte de la América del Sur, si hubieran continuado.
Un rey felón y un Papa, Clemente XIV, decidieron expulsarlos de estos dominios y debieron marcharse de apuro. Entretanto habían impuesto, entre otras actividades, los ejercicios espirituales, una magnífica herramienta de cohesión social. Se trataba de reuniones periódicas entre todos los hombres de una comunidad, para rezar, vivir todos juntos y reflexionar sobre los pecados cometidos por cada uno. Lo mejor era que iban todos, es decir todos (te o de o ese): los ricos, los pobres, los blancos, los indios, los negros, mezclados y, al menos por unos días, tratados de la misma manera.
Eso provocó que una sociedad que podría haber estado sumida en miles de rencillas, al menos las aminorara. El contacto de todas las clases sociales en una reunión periódica, con una cohesión muy fuerte entre sus integrantes fue lo que mantuvo al cristianismo como una fuerza imbatible durante toda la Edad Media. (Después, ya en este siglo, vino Antonio Gramsci, que se dio cuenta de esa cohesión era lo que hacía imbatible al mundo católico, aggiornó el socialismo para penetrar en esa unión hasta lograr lo que hay en este momento, una iglesia sometida a la democracia, devastada por la corrupción del alma, debilitada y avergonzada de sí misma).
Cuando se lee lo que aducen ahora sobre las causas por las que se hizo santa a la Mama Antula, dan ganas de reírse. Dicen que es porque caminó no sé cuántos kilómetros de a pie, porque ayudaba a los pobres y les daba cobijo. ¡Pamplinas! La Mama Antula, y en eso reside su grandeza y no en la curación de un enfermo que besa su estampita, quiso conservar el mundo de la maravillosa Edad Media, que huía por las puertas de los palacios españoles, corrompidos por una política absolutista de cuño herético.
Quería conservar la paz de los hombres, pero la paz verdadera, que no es el besito (¡besito!, ¡besito!), que se dan ahora en las misas, sino la verdadera, la que sólo Dios entrega como un don. Y esa, amigos, es una verdad incómoda.
Por eso la propia Iglesia Católica afirma oficialmente que “puso de moda” (textual) los ejercicios espirituales ignacianos, y “construyó uno de los edificios más antiguos de la ciudad”, como si hubiera sido una de esas mujeres que se dedican a reciclar y decorar mansiones (tipo "Casa Foa", ¿vio?) o hacer de “influencers” de Feibuc o instagrameras.
Por eso también, muchos nos alegramos profundamente al saber que había sido declarada santa, no por Santiago del Estero, porque bien podría haber nacido en Salta, Jujuy, Tucumán, la Conchinchina, sino por su tozudez en el intento de continuar con la obra que los jesuitas llevaban adelante en el alma de los cristianos, que es, al fin y al cabo, para lo que estaban en este mundo. La comida, la bebida, el techo sobre la cabeza pueden perderse mientras haya seguridad en la existencia de Dios uno y Trino después de esta vida.
La Mama Antula fue el producto más acabado en estas tierras de la Edad Media que huía por los intersticios de una Iglesia a la que no le faltaba mucho para claudicar del todo. Bueno, hay mucho más para decir, pero por hoy suficiente.
©Juan Manuel Aragón
A 26 de octubre del 2023, en el Simbol, sobre la ruta 9. Secando quesos
Excelente reflexión, política y eclesialmente incorrecta, como debe ser la verdad, hoy en dia
ResponderEliminarMás que importante aclaración sobre la ahora santa.
ResponderEliminarExcelente Informa Juan Manuel. Interesante es...ir...recopilando todas tus publicaciones para incluirlas en un Futuro Libro
ResponderEliminar