Centro de Jauja |
Una ciudad del Perú da origen a una palabra poco usada en el idioma español: vamos por ella y veamos su significado
Vamos por la palabra “Jauja”, poco usada en la actualidad, aunque merecería figurar todos los días en las portadas de los diarios del mundo entero. Se trata de una ciudad del Perú, a 175 kilómetros al este de Lima y 145 al norte de Huancavélica, sobre el río de su nombre. Tal vez las riquezas que llevaban de ella los indianos, como antes se les decía a los españoles que volvían de América, haya dado origen a la proverbial riqueza que se le atribuye a esta ciudad. De ahí, que según los diccionarios antiguos “estar o vivir en Jauja” hay significado vivir perfectamente sin necesidad de acudir al trabajo, ponderando así la riqueza de aquella población. Esa es una versión.Hay otra, que es también la misma y avisa que Jauja es un país que nunca existió, pero lo más parecido al que algunos siguen imaginando. O deseando y augurando, si se quiere hacer más deprimente la cosa.Según de dónde se lo mire, desde la cumbre o desde el llano es o el más halagüeño de los mundos reales o el más prometedor de los mundos entrevistos. En él todo va —o irá —mejor, es un país-gaseosa, desbordante de euforia y optimismo.
Jauja es la ventura, Tierra Prometida, pero sin compromisos ni riesgos personales, es la tierra que mana leche y miel, es pura promesa de tierra sin esfuerzo individual alguno.
Como palabra del castellano aparece documentada desde 1547, el año del nacimiento de Miguel de Cervantes, en los comienzos mismos del Siglo de Oro de las letras españolas: es anticipo y antesala de edad dorada, la que certifica las áureas e imperturbables certezas de la cumbre y las chafalonías augurales del llano.
El dramaturgo cordobés (de España), Lope de Rueda, describe la tierra de Jauja: “Un lugar en donde pagan a los hombres por dormir, en donde azotan a los hombres que se empeñan en trabajar. Hay un río de miel y otro de leche, y entre río y río hay una fuente de mantequilla y requesones, y caen en el río de la miel, que no parece, sino que están diciendo: ´cómeme, cómeme´. Hay unos árboles que son de tocino, y las hojas son de pan fino, y los frutos de estos árboles son de buñuelos, y caen en el río de la miel, y ellos mismos están diciendo: ´máscame, máscame´. Las calles están empedradas con yemas de huevo, y entre yema y yema, un pastel con lonjas de tocino, de modo que ellas mismas están diciendo: ´trágame, trágame´. Hay unos asadores de trescientos pasos de largo, con muchas gallinas, capones, perdices, hay muchas cajas de confituras mazapanes, merengues, arroz con leche, natillas. Y hay unos barriles de vino dulce junto a las confituras, y unas y otras están diciendo: ´cómeme, bébeme, cómeme, bébeme´; hay también muchas cazuelas con huevos y queso”. Sueño de glotones, además.
Siendo de origen americano no resulta nada extraño que se haya reproducido en nuestras tierras y que al microclima de Jauja perdure en geografías y ecologías vernáculas.
A los nacionalistas argentinos les resuena la palabra, pues Jauja fue la revista que, durante tres años, entre el 67 y el 69, del siglo pasado dirigió el sacerdote jesuita Leonardo Castellani y que acogió en sus páginas a varios grandes de la intelectualidad católica argentina.
Justamente Jauja se llama el poema con el que Castellani termina su ensayo “De Kirkegord a Tomás de Aquino”. Valga esta noteja y los versos que siguen, para que los lectores que aún no conocen al cura Castellani se adentren en sus escritos, en su teología, en su humor y en su manera argentina de decir los grandes problemas que hoy más que nunca, siguen rodeando, desde varios frentes, a la Argentina.
Jauja
Del cura Castellani
Yo salí de mis puertos tres esquifes a vela
Y a remo a la procura de la Isla Afortunada
Que son trescientas islas, más la flor de canela
De todas es la incógnita que denominan Jauja
Hirsuta, impervia1 al paso de toda carabela
La cedió el Rey de Rodas a su primo el de León
Solo se aborda al precio de naufragio y procela
Y no la hallaron Vasco de Gama ni Colón.
Rompí todas mis cosas implacable exterminio
Mi jardín con sus ramos de cedrón y de arauja
Mis libros de Estrabonio de Plutarco y de Plinio
Y dije que iba a América, no dije que iba a Jauja.
Pinté verdes los cascos y los remos de minio2
Y las vela como alas de halcón y de ilusión
Quedé sin rey ni patria, refugio ni dominio
Mi madre y su pañuelo llorando en el balcón.
Muchas veces la he visto, diferentes facciones,
Diferentes lugares, siempre la misma Jauja
Sus árboles, sus frondas floridas, sus peñones
Sus casas, maderamen del más perito atauja3.
Su señuelo hechicero de aromas y canciones
Enfervecía el cielo de mi tripulación,
Mas desaparecían sus mágicas visiones
Apenas la ardua proa tocaba el malecón.
La he visto entre las brumas, la he visto en lontananza
A la luz de la luna y al sol de mediodía
Con sus ropas de novia de ensueño y esperanza
Y su cuerpo de engaño decepción y folia.
Esfuerzo de mil años de huracán y bonanza
Empresa irrevocable pues no hay volver atrás
La isla prometida que hechiza y que descansa
Cederá a mis conatos cuando no pueda más.
Surqué rabiosas aguas de mares ignorados
Cabalgué sobre olas de violencia inaudita
Sobre mil brazas de agua con cascos escorados
Recorrí la traidora pampa que el sol limita.
Desde el cabo de Hatteras al golfo de Mogados
Dejando atrás la isla que habitó Robinson
Con buena cara al tiempo malo y trucos osados
Al hambre y los motines de la tripulación.
Me decían los hombres serios de mi aldehuela
“Si eso fuera seguro con su prueba segura
También me arriesgaría, yo me hiciera a la vela
Pero arriesgarlo todo sin saber es locura...”
Pero arriesgarlo todo justamente es el modo
Pues Jauja significa la decisión total
Y es el riesgo absoluto, y el arriesgarlo todo,
Es la fórmula única para hacerla real.
Si estuviera en el mapa y estuviera a la vista
Con correos y viajes de idea y vuelta y recreo
Eso sería negocio, ya no fuera conquista
Y no sería Jauja sino Montevideo.
Dar dos recibir cuatro, cosa es de petardista,
Jauja no es una playa-Hawaii o Miramar.
No la hizo un matemático sino el Gran Novelista
Ni es hecha sino para marineros de mar.
Las gentes de los puertos donde iba a bastimento
Risueñas me miraban pasar como a un tilingo
Yo entendía en sus ojos su irónico contento
Aunque nada dijeran o aunque hablaran en gringo.
Doncellas que querían sacarme a salvamento
Me hacían ojos dulces o charlas de pasión
La sangre se me alzaba de sed o sentimiento
Mas yo era como un Sísifo volcando su peñón.
Busco la isla de Jauja, sé lo que busco y quiero
Que buscaron los grandes y han encontrado pocos
El naufragio es seguro y es la ley del crucero
Pues los que quieren verla sin naufragar, son locos
Quieren llegar a ella sano y limpio el esquife
Seca la ropa y todos los bagajes en paz
Cuando sólo se arriba lanzando al arrecife
El bote y atacando desnudo a nado el caz.
Busco la isla de Jauja de mis puertos orzando
Y echando a un solo dado mi vida y mi fortuna;
La he visto muchas veces de mi puente de mando
Al sol de mediodía o a la luz de la luna.
Mis galeotes de balde me lloran ¿cuándo, cuándo?
Ni les perdono el remo, ni les cedo el timón.
Este es el viaje eterno que es siempre comenzando
Pero el término incierto canta en mi corazón.
Oración
Gracias te doy Dios mío que me diste un hermano
Que, aunque sea invisible me acompaña y espera
Claro que no lo he visto, pretenderlo era vano
Pues murió varios siglos antes que yo naciera
Mas me dejó su libro que, diccionario en mano,
De la lengua danesa voy traduciendo yo
Y se ve por la pinta del fraseo baquiano
que él llegó, que él llegó.
©Juan Manuel Aragón
1 Imperial, imperialista
2 Rojo anaranjado
2 Embutidor
2 Embutidor
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