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OPINIÓN Guía práctica para (no) hacer periodismo

Los niños dicen la verdad

Cómo hacer para que, ante una noticia, mucha gente quede enojada diciendo “así no fueron las cosas”


El amigo Oscar Secundino Díaz, “Cachín”, uno de los grandes periodistas que ha dado Santiago del Estero, tiene un dicho: “Si en la esquina hay un choque y al día siguiente, cuando aparece en el diario, tanto el señor que está allá, como la señora de este lado, el muchacho que iba pasando y la gente que tomaba fresco en la confitería del frente dicen que fue como la escribiste, entonces has hecho bien tu trabajo”.
Aunque cueste reconocerlo, me pasa lo contrario. Si un día se enojan los de River con mis notas y al día siguiente los de Boca, entonces creo que cumplí cabalmente mi tarea. En el caso del choque, si en un párrafo informo que el chofer del auto iba distraído y en el siguiente digo que el peatón cruzó la calle con el semáforo en verde, sabré cabalmente que voy por buen camino, pero si agrego que la gente camina de manera imprudente, los conductores andan a toda velocidad, como locos y el semáforo no se distingue bien, y se enfurecen los caminantes, los conductores y los de Tránsito, sentiré, muy en lo íntimo del corazón, que hice bien mi trabajo.
La verdad, al menos en mi concepción —y sin desmentir en absoluto lo que dice Cachín Díaz —es dejar a los dos lados de una idea enojados con la visión que ha tenido el escrito sobre esto o aquello. Si quieren sentirse bien que lean la historieta de la Pequeña Lulú, el Patoruzito o la revista Intervalo.
En los artículos que todos los días me tomo el trabajo de publicar sobre la guerra entre Israel y Gaza, algunos días consigno lo que dicen las fuentes de Israel, con notas que extraigo de sus diarios o de dos corresponsales que amablemente me tienen informado de lo que pasa, desde su punto de vista, obviamente. Otros días copio y pego noticias de diarios de Palestina, Jordania, Egipto, Turquía, que sostienen lo contrario de lo que piensan los israelíes.
Me gustaría tener también corresponsales en la Franja de Gaza o en Cisjordania, pero al parecer, poca gente de esos pagos escribe en español o no está dispuesta a enviar noticias como los israelíes.
Pero, ¿sabe qué?, todos los días alguien se queja porque las noticias del blog van para un lado o para el otro. Más o menos como los espectadores de un partido de fútbol entre River y Boca, si salen empatados, los hinchas de ambos creerán que el suyo mereció la victoria. O que los periodistas de la televisión gritaron más y mejor el gol de los otros. Si se enojan los unos y los otros, entonces estoy conforme porque me están saliendo bien las cosas, como un referí que putean las dos hinchadas.
Llama la atención, eso sí, que haya tantos simpatizantes de los palestinos y tan fanáticos, sobre todo si se tiene en cuenta que el partido ni les va ni les viene, les es ajeno. Saben que el vecino le paga una miseria a la empleada doméstica y lo consideran buena persona. No defienden a la señora que ven todos los días, pero se conduelen por la suerte de gente que vive al otro lado del mundo y que no conocen. ¿Usted lo entiende?, yo tampoco.
De alguna manera, cuando me metí en esto, digo, en el periodismo, sabía que sería como es y no de otra forma. El asunto se agravó cuando llegaron las redes de internet, porque el algoritmo malacostumbró a la gente a leer solamente noticias de su propio lado. Como que los de River siempre leen artículos de River y los de Boca, de Boca. Cuando tienen algo distinto ante sus ojos se indignan, piensan que es una artera traición de internet a sus ideas, que siempre son las correctas, obviamente. Internet ha dejado a mucha gente con toda la cabeza tuerta, aparte de los muchos bobos que se ha preocupado en fabricar, pero esta sería otra historia.
Bueno, antes de que termine la nota, dos asuntitos, el primero, perdón amigos por haber tenido que leer algo en primera persona y disculpen si este humilde comentario no está de acuerdo con lo que piensan.
Mañana, como siempre, será otro día.
©Juan Manuel Aragón
A 27 de enero del 2024, en Huyamampa. Hondeando ututus

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